Sergio Chaparro
Profesor e investigador independiente
Profesional en Filosofía (φUR)
Candidato a Magíster en Estudios Sociales de la Ciencia (UNAL)
¿Cómo se vivió el estallido social en Colombia? ¿Por qué conmemorarlo hoy? En septiembre y noviembre de 2023, en Cali, Puerto Resistencia, lo mismo que en Bogotá, Suba La Gaitana, la Nacho, la Peda y la Distri, jóvenes rememoraron con acciones el estallido. El artículo elucida y responde estas dos indagaciones desde el punto de vista de clase de los trabajadores.
Los tres momentos y la rabia plebeya
Para iniciar, la versión oficial y libreto de los grandes medios del capital suelen denominar el estallido social en Colombia como un episodio atípico ocurrido en abril de 2021 y meses subsiguientes. Un brote razonable de descontento social, juvenil y desborde de vandalismo con fines políticos desestabilizadores ante la gestión del gobierno de Iván Duque. La famosa “revolución molecular disipada”, dijo en su momento el patriarca Álvaro Uribe Vélez.
Además de ello, según el medio español La Vanguardia1 , en dos papeles de trabajo tecnocientífico para el Fondo Monetario Internacional2 , para los que cuatro investigadores indagaron sobre las repercusiones contingentes de la pandemia en la situación mundial, se acuñó y/o popularizó el término estallido social. Ante la desaceleración económica y el aumento de las desigualdades sociales entre el capital y el trabajo, sumados al cóctel explosivo de una emergencia sanitaria y al deterioro de los sistemas de salud, el informe del FMI advirtió y previó la alta probabilidad de ocurrencia de una serie discontinua de estallidos sociales en el mundo. En efecto, mostrando la eficacia de las ciencias sociales, estos estallidos se dieron con un aparente efecto cascada y relativa sincronía en Chile, Ecuador, Haití, Hong Kong, Estados Unidos … y Colombia. Así las cosas, para el organismo imperialista y los gobiernos peones, el estallido social constituye una serie de protestas continuadas en el tiempo en varios lugares del mundo con potencial de desestabilizar los gobiernos y aumentar la polarización, la violencia y el resentimiento. Para la burguesía, sus cuadros intelectuales y think tanks hay un temor latente de que se gesten protestas masivas y estallidos sociales, rebeliones, insurrecciones, en suma … revoluciones.
El estallido social colombiano constituyó una poderosa movilización de masas con múltiples repertorios de acción colectiva. Un acumulado de rabia plebeya y fiesta de los pobres que generó un punto real de inflexión histórica que puso contra las cuerdas al gobierno uribista –estuvo muy cerca la renuncia de Duque, contemplada por las élites para quemar el “fusible”– y el régimen político existente de la clase capitalista nacional, con sus fuerzas armadas, sus órganos políticos y económicos, disfuncionales y atacados.
Para que el pueblo trabajador colombiano conmemore de manera radical el estallido es ineludible contrastar con la visión distorsionada de los mass media, del FMI, de los gobiernos del capital, detractores del paro, así como cierta visión simplificada de las izquierdas y las academias críticas, presas de las miradas de muy corta duración y los análisis políticos apresurados y fragmentarios de coyunturas concretas. Es el caso del libro Estallido social 2021. Expresiones de vida y resistencias (Eds. Juan Carlos Celis, 2023) y otros títulos investigativos3 . En este artículo comprendemos el estallido social colombiano como un proceso histórico discontinuo de tres momentos y el pico más alto de la lucha de clases nacional, luego del Paro Cívico Nacional de 1977 y del Paro Nacional Agrario, Étnico y Popular de 2013.
Como apuntó el historiador marxista Renán Vega Cantor, el estallido es un acontecimiento histórico inédito, la protesta social republicana más importante en los últimos doscientos años4 . En ese contexto, habría que hacer la salvedad y resaltar el matiz de que el estallido colombiano, aun cuando haya sido el pico más alto de una situación prerrevolucionaria, con todo, estuvo detrás de los procesos revolucionarios de la magnitud de la Guerra de Independencia (1810-1819) y del Primer Colombianazo, conocido como El Bogotazo (1948-1953). El estallido social colombiano es, en sentido reciente, lo más cercano que hemos estado a una situación revolucionaria, de lucha abierta de clases de los de abajo contra el poder de la burguesía.
El estallido social colombiano constituyó una poderosa movilización de masas con múltiples repertorios de acción colectiva. Un acumulado de rabia plebeya y fiesta de los pobres que generó un punto real de inflexión histórica que puso contra las cuerdas al gobierno uribista –estuvo muy cerca la renuncia de Duque, contemplada por las élites para quemar el “fusible”– y el régimen político existente de la clase capitalista nacional, con sus fuerzas armadas, sus órganos políticos y económicos, disfuncionales y atacados. Está en debate científico, económico-político, si el estallido social abrió en Colombia una nueva situación política nacional –años– o incluso una nueva etapa histórica nacional –décadas–, favorable a la correlación del campo de los explotados y oprimidos, con posibilidades de conquistar reformas, poner en jaque mate al régimen y abrir nuevas contiendas. Colombia sí está cambiando, dicen los socialistas5 .
El proceso del estallido social colombiano se dio en tres momentos discontinuos, con apenas unos meses de diferente. Su inicio glorioso, un 21 de noviembre de 2019, se dio cuando el Comando Nacional Unitario, integrado por las centrales obreras CUT, CTC, CGT, junto a organizaciones sociales, se vieron presionados a una convocatoria de paro Contra el paquetazo de Duque, OCDE, FMI y el Banco Mundial: por la vida y la paz, para darle la bienvenida al mismo, luego del Paro Nacional Universitario por la Educación y el Paro del Pacífico Colombiano. Días antes, el gobierno y los empresarios, como en el cuento de Gabriel García Márquez, atemorizaron a sus súbditos con el presentimiento de que “algo muy grave va a pasar en este pueblo”6 .
Y es que el 21N se trató de una huelga política antigobiernista en forma de paros sectoriales en el sector público, manifestaciones masivas en los principales cascos urbanos y rurales, con cierre temprano de empresas y de instituciones de educación, alteraciones de la movilidad pública, bloqueos de vías, etc., etc. La jornada terminó con un poderoso cacerolazo en los barrios populares y medios, en apoyo a la llamarada de paro; a finales de noviembre y principios de diciembre, las iniciativas movilizadoras se replicaron con un saldo de, por lo menos, 3 muertos oficiales –entre ellos, el joven Dilan Mauricio Cruz Medina, asesinado por el ESMAD–, 250 heridos y más de 100 arrestos. Como un periódico alternativo reseñó en su editorial, Paro Nacional: algo está cambiando7 .
El segundo momento de realce del estallido colombiano, en medio de la catástrofe sanitaria de la pandemia COVID-19 y fuertes afectaciones económicas, se da, el 9 y 10 de septiembre de 2020, con un hecho de brutalidad policial y posteriores protestas. Un grupo de agentes de policía golpeó y electrocutó a un taxista y estudiante de Derecho, Javier Ordoñez, causándole la muerte. Esto despertó la rabia plebeya de jóvenes de barriadas populares que protestaron frente a las estaciones de policía y los Centros de Atención Inmediata (CAI), ocasionando la quema y vandalización de entre 40 y 80 estaciones, replicando el estallido estadounidense, tras el asesinato extrajudicial de George Floyd. En esta jornada, los voceros del régimen estigmatizaron a la juventud. Y, aunque, si bien algunos milicianos de guerrillas pudieron haber participado, la protesta fue espontánea y masiva, fruto del fermento social, y, por tanto, no fue fabricada en un escritorio ni diseñada en las montañas. Durante este segundo momento del estallido, el Puesto de Mando Unificado (PMU) de la Policía Nacional y la Alcaldía de Claudia López, en un intento de contener la movilización, agenciaron el asesinato extrajudicial de 13 civiles por las balas de agentes policiales, conocido como la Masacre de Bogotá8 , hasta el día de hoy, impune.
Los nadies protagonizaron la historia en las calles. Pero, la mayor conquista del estallido fue, sobre todo, el avance de la conciencia y la fuerza organizativa de miles y millones. Cuestión movilizadora que se expresó y trasladó a la batalla electoral, con una derrota histórica de la burguesía colombiana y sus partidos tradicionales. En síntesis, el estallido social configuró y conjugó un conjunto de fenómenos complejos que dieron como resultado una apertura contradictoria de una nueva etapa histórica.
El tercer momento del estallido, su apogeo masivo, fue en el 28 de abril de 2021, cuando el Comando Nacional de Paro (CNP) convocó a tomar las calles en respuesta a los intentos del gobierno de incrementar el IVA (Impuesto al Valor Agregado), para salir a flote del virus Sars-CoV-19 y las más de 142 mil víctimas mortales en Colombia, gravando la canasta básica de las familias trabajadoras y los sectores populares. Esta papaya fue servida por el capital, su peón presidencial y su comitiva de ministros, y la oposición social la partió, ocasionando un quiebre histórico nacional, la irreversibilidad de una nueva etapa de la lucha de clases.
Hubo entonces movilizaciones sociales que se tornaron en convocatorias masivas, se fomentaron los puntos de resistencia y el derribo de monumentos coloniales y nuevos íconos, nacieron las primeras líneas, se construyeron las asambleas comunales por dos meses turbulentos y fascinantes, se dieron los cacerolazos y concentraciones masivas frente a la casa de Duque, con la desaprobación mayoritaria de una fracción política capitalista, el Uribismo, que gobernó el país por cerca de 15 años. Estos meses convulsos de apogeo y cierre del estallido dejaron un saldo dramático de más de 80 muertos, 1200 heridos, 103 lesiones oculares, 1380 detenidos, 129 desaparecidos y 28 agresiones sexuales a mujeres participantes en el paro.
Entre los logros clave del 28A y todos los momentos discontinuos del estallido social colombiano, se pueden mencionar la renuncia de 5 ministros, el retiro de las reformas tributaria y pensional, el repliegue del “paquetazo”, la implantación parcial del rubro presupuestal y nuevas partidas para la matrícula cero en las universidades públicas y la no realización circense de la Copa América en Colombia. Los nadies protagonizaron la historia en las calles. Pero, la mayor conquista del estallido fue, sobre todo, el avance de la conciencia y la fuerza organizativa de miles y millones. Cuestión movilizadora que se expresó y trasladó a la batalla electoral, con una derrota histórica de la burguesía colombiana y sus partidos tradicionales. En síntesis, el estallido social configuró y conjugó un conjunto de fenómenos complejos que dieron como resultado una apertura contradictoria de una nueva etapa histórica.
Postestallido, porvenir de la revolución colombiana
El estallido social colombiano, como parte de la memoria colectiva, expresó las reivindicaciones fundamentales en el momento de cierre de la antigua etapa (en mi hipótesis, la última va de 1991 a 2018, esto es, desde la Constituyente al proceso de paz con las FARC-EP) y el tránsito de apertura a una nueva etapa histórica de la lucha de clases nacional, con todos sus claroscuros e interregnos de tendencias y contratendencias entre lo antiguo y lo nuevo.
Vistas con los ojos del presente, las tareas del porvenir están en lograr materializar los cambios del Paro Nacional, el programa del estallido social. El arte de conmemorar este levantamiento de los abajo de modo coherente y radical, estriba en lograr en los próximos quinquenios y decenios una revolución colombiana permanente contra el régimen antidemocrático de todas las fracciones burguesas y pequeñoburguesas (uribistas, santistas, lleristas, charistas, fajardistas y centristas, etc.), un Colombianazo insurreccional, una Primavera Colombiana por una segunda y definitiva independencia de la potencia imperialista de EE. UU. y la oligarquía criolla. Este proceso histórico de cambio no podrá alcanzar un triunfo duradero sin un gran partido de trabajadores y socialista en Colombia. Enumeramos cinco tareas centrales y conmemorativas para un nuevo estallido de dignidad y libertad.
Primero. Está el des eo cultural de finalizar el conflicto armado y de vivir en paz, con mayores libertades democráticas, luego de la desmovilización de la mayoría de las FARC-EP históricas, proceso sin el cual no habría podido desatarse un estallido social de las magnitudes del que se dio en Colombia. Ante la escalada de violencia regional, hoy está pendiente el proceso de paz con el ELN y las disidencias del Estado Mayor Central (EMC), para que estos aparatos armados dejen de ser un obstáculo regional para la construcción social y política de los trabajadores.
El 21N, el 9-10S y el 28A fueron, entre otras cosas, una respuesta de indignación ante los bombardeos indiscriminados durante dos años del ejército en Caquetá a campamentos guerrilleros y otras zonas, como resultado de los cuales, según el diario El País, murieron 29 niños indefensos (“máquinas de guerra”), reclutados de manera forzosa9 .
De igual modo, el descontento social se expresó en el repudio al incremento del asesinato de líderes y lideresas sociales durante la era Duque, con el deseo de un desmonte del paramilitarismo y la depuración de la fuerza pública ante su brutalidad. Sigue entonces vigente la reivindicación por la verdad, la justicia y la reparación del movimiento sindical, social y las víctimas, ante el genocidio paramilitar y estatal. Es ineludible la demanda social de cárcel para Uribe y no aceptar la impunidad del exjefe paramilitar genocida Salvatore Mancuso, como supuesto gestor de paz, y la cúpula militar, que propone el nuevo gobierno progresista.
Segundo. La agitación del cántico partisano de “Duque Chao”, canción oficial del estallido social, al igual que la consigna “Le decimos nunca más al Uribismo”, se expresó en los 8 y 11 millones de votos por Petro (2018, 2022) y la emergencia misma del primer gobierno reformista de conciliación de clases, el Pacto Histórico. De manera distorsionada, el nuevo gobierno es producto histórico del estallido social, la rabia plebeya y la inconformidad de los últimos decenios. El movimiento social y el pueblo trabajador no puede plegarse ni confiar en el proyecto progresista capitalista de Petro y sus límites, tampoco permitir el arribo de lo viejo, de los gobiernos continuistas de derecha, como ocurrió en Argentina con Milei y Ecuador con Lasso. Antes bien, la clase trabajadora y sus aliados populares deben avanzar de manera independiente con la tomas de calles, métodos de presión social y exigencias de reformas y pliegos para conquistar un gobierno revolucionario de los trabajadores.
Vistas con los ojos del presente, las tareas del porvenir están en lograr materializar los cambios del Paro Nacional, el programa del estallido social. El arte de conmemorar este levantamiento de los abajo de modo coherente y radical, estriba en lograr en los próximos quinquenios y decenios una revolución colombiana permanente contra el régimen antidemocrático de todas las fracciones burguesas y pequeñoburguesas (uribistas, santistas, lleristas, charistas, fajardistas y centristas, etc.), un Colombianazo insurreccional, una Primavera Colombiana por una segunda y definitiva independencia de la potencia imperialista de EE. UU. y la oligarquía criolla. Este proceso histórico de cambio no podrá alcanzar un triunfo duradero sin un gran partido de trabajadores y socialista en Colombia.
Tercero. Hay un deseo justo –sed de justicia– de revertir todo el paquete legislativo de contrarreformas que han afectado las condiciones de vida de los trabajadores y las mayorías populares desde hace 30 años con la apertura neoliberal y sus malévolos gobiernos. Sin embargo, los proyectos de reformas del Pacto Histórico están siendo recortados en los procesos de negociación con los actores gremiales y políticos del capital en el Congreso, la Casa de Nariño y encuentros burocráticos; se están distanciando y contraviniendo la radicalidad de los anhelos de cambios del estallido social colombiano.
En el estallido están los anhelos de reducir efectivamente y para todos la jornada laboral a menos de 40 horas semanales, con más oportunidades de empleo, para tener contratos dignos con estabilidad y derechos laborales, entre ellos, el de poder formar asociaciones sindicales; a su vez, poder tener un acceso gratuito y de calidad a la educación y una red hospitalaria pública, sin la mercantilización de las EPS; de igual modo, tributar menos los asalariados y un principio de progresividad en relación con las ganancias de las grandes empresas nacionales y extranjeras; una reforma política democrática, para que los de abajo puedan participar en elecciones y desarrollar sus partidos políticos; que se reduzca la tabla de honorarios de la alta burocracia del Congreso y del Estado, se sancione duramente la corrupción, etcétera.
Cuarto. Hoy es un deber expresar solidaridad y exigir la libertad incondicional de los presos políticos, en especial, de los más de 300 jóvenes del estallido social. No aceptar la reducción de penas ni figuras de gestores de paz, sino que queden libres, pues son la mejor camada de los hijos del pueblo. El desmonte del ESMAD, promesa incumplida por el autodenominado gobierno popular del cambio, sigue pendiente de implementación; no su ajuste cosmético con el nombre Unidad Nacional de Diálogo y Mantenimiento del Orden (UNDMO), que cumple con análogas funciones represivas, mientras la fuerza pública continúa con la violación de los derechos humanos, al reinar la impunidad.
Quinto. Es indispensable avanzar en la organización gremial y política de los inconformes, hijos del estallido social y de las nuevas camadas luchadoras. Al igual que en Chile y en Argentina, se precisa construir poderosas organizaciones de víctimas y encuentros nacionales, independientes de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y la domesticación institucional, de todos aquellos afectados por las lesiones oculares y otras afectaciones físicas, por encarcelamientos y falsos positivos judiciales, por persecuciones y desapariciones forzadas, etc. Las asociaciones de Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá (MAFAPO) y el Movimiento en Resistencia Contra las Agresiones Oculares del ESMAD (MOCAO), entre muchas otras iniciativas organizativas, muestran el sendero de la libertad.
El espíritu radical y primaveral del estallido social sigue vivo en sus protagonistas anónimos.
¡El régimen caerá y nacerá una Nueva Colombia para los trabajadores!
1 Robinson Madrid (2021). Un estudio del FMI prevé una oleada de estallidos sociales tras la pandemia. Disponible en La Vanguardia: https://www.lavanguardia.com/internacional/20210221/6256996/protestas-paises-impacto-social-pandemia.html
2 Tahsin, S.S. & Rui, X. (2020). A Vicious Cycle: How Pandemics Lead to Economic Despair and Social Unrest, IMF Working Paper No. 2020/216, SSRN: https://ssrn.com/abstract=3744683, Barrett, P. Chen, S. (2021). Social Repercussions of Pandemics, IMF Working Paper No. 2021/021, SSRN: https://ssrn.com/abstract=3799613.
3 Algunos ejemplos: Dialéctica del estallido social en Colombia 2021 (Bohórquez, 2022), El Paro nacional del 2021 en Colombia (Álvarez-Rodríguez, Adrián, 2022), Notas sobre un “estallido social” en Colombia. El paro nacional 28A (Cecilia García y Santiago Garcés, 2021), etc., etc.
4 Estrada Álvarez, Jiménez Martín et. al. (2023). La rebelión social y popular de 2021 en Colombia: elementos para su comprensión. Buenos Aires: CLACSO – En movimiento. p. 11. Disponible en versión digital: https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/248495/1/La-rebelion-social-y-popular.pdf
5 Briceño, D. (2019). 21N: Nueva etapa histórica y ciclo de protestas en Colombia, https://litci.org/es/21n-nueva-etapa-historica-y-ciclo-de-protestas-en-colombia/
6 García Márquez. (2010). Yo no vengo a decir un discurso. México: Vintage Español, p. 8
7 El Turbión (2019). Paro Nacional: algo está cambiando, https://elturbion.com/17054
8 Solano (2020). No olvidamos la Masacre policial de 13 jóvenes: ¡Fuera Duque y su Ministro!, https://blogsocialista21.wordpress.com/2020/10/05/no-olvidamos-la-masacre-de-13-jovenes-fuera-duque-y-su-ministro/
9 Oquendo, C. (2022). Menores muertos en bombardeos: un trágico balance del Gobierno de Duque. Tomado de El País: https://elpais.com/america-colombia/2022-07-31/menores-muertos-en-bombardeos-un-tragico-balance-del-gobierno-duque.html
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