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Brasil y la nueva “ola progresista” en Nuestra América*

Marina Machado Gouvêa

Catedrática de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ-Brasil)

Doctora en Economía Política Internacional 

Investigadora del Grupo de Trabajo sobre Crisis y Economía Mundial 

del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

 

La posible victoria del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de este año en Brasil se ha señalado como parte de una “nueva ola progresista” en Nuestra América. Esta ola se ejemplifica en países como Argentina, Chile, Perú, Honduras ⎯y más recientemente Colombia⎯ a los que se suma la permanencia de experiencias como las de Bolivia, Venezuela y la propia Revolución Cubana.

Algunos analistas consideran que el momento actual estaría revirtiendo el proceso de ofensiva abierta de las clases dominantes sobre la población de la región experimentado en la última década. En Brasil, la victoria de Lula es vista como una reversión del golpe de Estado de 2016, profundizado con el gobierno de Bolsonaro tras la detención política articulada precisamente contra Lula en 2018. No creemos que eso sea cierto.

El resultado del proceso histórico actual sigue abierto y se construirá por los logros o derrotas de las luchas populares. Destacamos aquí, y a partir de la experiencia brasileña, tres limitaciones para la reversión del proceso reciente sin una confrontación abiertamente anticapitalista: i) la profundidad de la reconfiguración capitalista actual; ii) la funcionalidad del neofascismo a esta ración de reconfiguración; iii) las limitaciones y posibilidades específicas a las que se enfrentará un posible nuevo gobierno de Lula en la situación particular de Brasil.

Con estas consideraciones, esperamos alentar el debate sobre las contradicciones de esta “nueva ola progresista”: por un lado, trae la posibilidad efectiva de una mejora significativa en la calidad de vida de la población, por la cual debemos luchar; por otro lado, conlleva el riesgo de una nueva frustración de la clase trabajadora con “la izquierda” en general, en la medida en que no tendrá condiciones para mantener los logros alcanzados o incluso para revertir la ofensiva burguesa de los últimos años, a menos que avance hacia un horizonte de superación del capitalismo.

La miseria y la represión son tan grandes que siempre parece haber espacio para mejorar dentro del capitalismo, aunque estas mejoras luego no se mantienen. Una victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las próximas elecciones es fundamental para el mantenimiento de la vida de la clase obrera brasileña. Sin embargo, esta victoria no podrá revertir la reconfiguración capitalista en curso. Por lo tanto, es extremadamente importante que las organizaciones de la clase trabajadora defiendan la victoria del proyecto de Lula sin identificarse completamente con él. 

1. Reconfiguración capitalista, neoliberalismo y “progresismo”

Una parte expresiva de la bibliografía sobre los llamados “gobiernos progresistas “ se opone al neoliberalismo. Juzgamos esta oposición fuera de lugar, en la medida en que el neoliberalismo es más que un “proyecto” cuya implementación se disputa a través de un conjunto de medidas (económicas, sociales, políticas exteriores, etc.). El neoliberalismo es una parte inseparable del capitalismo contemporáneo: constituye la forma de reproducción capitalista en nuestro tiempo.

Se trata aquí de señalar la singularidad del capitalismo en una época determinada, el cual no se disocia de sus determinaciones más esenciales, universales, en cualquier momento o lugar. El desarrollismo ⎯y, más tarde, el neoliberalismo⎯ no constituye la “forma concreta” de un conjunto idealizado de “contradicciones esenciales abstractas”, porque nada existe en abstracto. La realidad existe como una totalidad, tal como es (cf. Sánchez-Vázquez, [1967] 2007).

La reconfiguración capitalista del período posterior a la Segunda Guerra Mundial se produjo en un momento de defensa (y contraofensiva) por parte de las clases dominantes frente a la expansión del socialismo en el mundo, permitiendo la hegemonía de diferentes tipos de proyectos desarrollistas en un período desarrollista de la propia historicidad capitalista. Si descontamos las guerras y las crisis mundiales, vemos el carácter excepcional de estos “años dorados”, que duraron menos de tres décadas. El neoliberalismo también va más allá de los proyectos que surgieron ya en los años 40. A partir de 1970-80 se configuró como hegemónico en el proceso histórico, caracterizando también un periodo de historicidad capitalista, posterior al corto periodo de hegemonía desarrollista.

Así, el período neoliberal solo puede entenderse si se ve como parte de una ofensiva de la clase dominante sobre la clase obrera y los pueblos del mundo (en contraposición a la defensiva y contraofensiva del período anterior).

A pesar de las primeras experiencias en los años 70 (iniciadas en el Chile de Pinochet) y del comienzo de la transformación de la acumulación capitalista a escala mundial en los años 80, esta transformación requirió un aumento significativo de la explotación, así como la expropiación de bienes y derechos de los pueblos del mundo. Una ofensiva de esta magnitud solo pudo profundizarse en los años 90, en el contexto de la caída del campo socialista en el que también se organizó el Consenso de Washington. Las luchas de resistencia de los pueblos a la expropiación y al aumento de la explotación constituirán en Nuestra América el sustrato de los gobiernos (mal) llamados “progresistas” en la década del 2000.

El término “progresismo” es insuficiente y en gran medida inadecuado para caracterizar a los gobiernos instalados en Nuestra América a comienzos del siglo XXI. Esto es así porque combina experiencias que nunca se propusieron la ruptura con el capitalismo con aquellas que sí lo hicieron, o incluso lo pusieron en práctica (como en el caso de Cuba). En el primer grupo hubo gobiernos que buscaban la conciliación de clases, con la integración de los trabajadores a través del poder adquisitivo, promoviendo en gran medida la mercantilización. El segundo grupo incluye, por ejemplo, a los gobiernos de la República Bolivariana de Venezuela y del Estado Plurinacional de Bolivia, que, con mayor o menor éxito, defendieron la necesidad de superar el capitalismo, volviendo a situar el socialismo en el horizonte de la región por primera vez tras la caída de la URSS. Por enfrentarse a limitaciones similares ⎯impuestas por la propia reproducción capitalista⎯ estos dos tipos de experiencias convergen entre sí en algunos aspectos, lo que ha llevado a la difusión indistinta del término “progresismo”. Sin embargo, aunque han colaborado entre sí, también se han enfrentado como proyectos alternativos, hasta el punto de que la conciliación de clases se ha presentado como lo “aceptable” para la región, en lugar de una transición radical al socialismo. Un ejemplo ilustrativo de esta contradicción fue el papel decisivo de Brasil frente al ALCA, inseparable de su papel igualmente decisivo en la contención del ALBA a través del Mercosur.

Así pues, el “progresismo” y el neoliberalismo no se oponen directamente. El progresismo desarrollista (y no anticapitalista) nunca podrá romper con el neoliberalismo, ya que este es parte integrante de la totalidad concreta del capitalismo contemporáneo. Sin ir más allá del desarrollismo, solo es posible conciliar o frenar momentáneamente la ofensiva burguesa, lo que no impide que después surjan sus contradicciones, ya que no hay condiciones para el mantenimiento de la hegemonía.

Es precisamente con el estallido de una nueva crisis orgánica y general desde 2007-08 cuando las contradicciones de esta desaceleración se hacen explícitas, en la primera “ola progresiva”. El desarrollo de la crisis precipitada inicialmente en EE.UU. llega a América Latina a través de Europa y China, dificultando a partir de 2012-2013 el mantenimiento de las políticas de conciliación de clases. Con la compresión de las tasas de ganancia, no hay suficiente excedente para complacer a la clase obrera y a las clases dominantes. No hay manera de pretender conciliar los intereses de los de abajo con los de arriba. La clase dominante entra en un momento de ofensiva abierta y total, incluso desde el punto de vista militar, mientras que la clase obrera organizada es incapaz de ofrecer una respuesta propia y sigue, en gran medida, apostando por la conciliación.

La crisis actual no fue desencadenada por la pandemia del nuevo coronavirus, sino catalizada por ella. Antes se trataba ya de la mayor de la historia del capitalismo. Una crisis multidimensional: económica, política, hegemónica, geopolítica, medioambiental y del propio conjunto de valores de la modernidad capitalista, que expresa, así, la contradicción material entre las relaciones sociales de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, entendida como ruptura de las barreras existentes y no solo como acumulación tecnológica. La crisis revela las contradicciones más universales del capitalismo y agudiza las particulares de nuestro tiempo histórico, neoliberal. En artículos anteriores hemos abordado algunos detalles de estos aspectos (Machado-Gouvêa, 2020a, 2020b).

De esa manera, la crisis actual requiere y compone una nueva reconfiguración de la propia dinámica de la reproducción capitalista. Esta reconfiguración se ha centrado en la transformación de las relaciones laborales y el afianzamiento de la mercantilización y el neoliberalismo. En Nuestra América, también asume la particularidad del interés de Estados Unidos en el alineamiento de la región, su reserva estratégica en la disputa con China. Estamos viviendo una reconfiguración capitalista de amplio espectro: este es el contenido principal del momento histórico actual.

En el capitalismo, la inversión de la mercantilización es la excepción, no la regla tendencial. Y la mercantilización de la vida es antagónica a la conquista de derechos. La reversión efectiva de las derrotas del periodo anterior no se producirá bajo una estrategia colectiva que siga apostando solo por la conciliación de clases. Será necesario profundizar la confrontación con el capitalismo para avanzar.

2. El neofascismo y la reconfiguración capitalista en Brasil

El neofascismo y el neoconservadurismo no son elementos casuales de la reconfiguración en curso. La aceleración de las transformaciones exigidas por las clases dominantes se benefició de las contradicciones del período anterior e impuso la recomposición de los bloques de poder. En todo el mundo y en Nuestra América han surgido gobiernos de derecha y ultraderecha, ya sea mediante elecciones o golpes de Estado. Estos gobiernos retroalimentaron la propagación del neofascismo, desempeñando un doble papel para la clase dominante ⎯contraofensiva y contrarrevolución preventiva⎯, con especial violencia en las regiones de capitalismo dependiente. 

En Brasil, el golpe de Estado de 2016 coadyuvó a esta reconfiguración capitalista a escala global y regional. Sirvió a intereses distintos y en disputa (Machado-Gouvêa, 2022), lo que implica que la unidad de la clase dominante en torno a unos objetivos comunes ha exigido el fomento del antipetismo mediante el ultraconservadurismo y el neofascismo. El gobierno de Bolsonaro es la profundización del golpe de Estado, aunque ⎯como siempre ocurre en la historia⎯ de una manera no del todo imaginada ni proyectada de antemano por ninguna de las fuerzas que confluyeron para el desenlace del propio golpe de Estado.

La actual situación de crisis orgánica y multidimensional no ha permitido que el gobierno brasileño de ultraderecha se legitime a través de avances en la calidad de vida de la población. Al contrario. Ahora vivimos el mayor período de miseria del capitalismo reciente, con el regreso del hambre que afecta a 33,1 millones de brasileños y casi 700.000 muertes por covid. La población femenina y la no racializada como blanca son las que más sufren. Sin embargo, aunque no se hayan legitimado hasta el punto de garantizar su permanencia, tales gobiernos han desempeñado su papel en la reconfiguración capitalista, con la aceleración de la destrucción de vidas, territorios y derechos.

El neofascismo de Jair Bolsonaro no es circunstancial. Se sustenta no solo en el 10-20 % de la población que dice compartir los valores ultraconservadores del presidente, sino en todos los intereses implicados en mantener a Bolsonaro en el gobierno, con los que un eventual nuevo gobierno del PT tendrá que negociar ⎯y que lo condicionarán a ser aún más conciliador que los anteriores⎯. Lo que está en pleno desmantelamiento es la Constitución Federal de 1988 (CF1988). Brasil vivió la particularidad de que, al final de la década de 1980, en el momento de plena transformación neoliberal de la acumulación capitalista, la burguesía internamente todavía necesitaba ponerse en situación defensiva, aceptando la elaboración de una Constitución Ciudadana al final de la dictadura corporativa-militar. Una situación análoga a la que podría darse en estos momentos en países en los que la “nueva ola progresista” llega al gobierno tras grandes insurrecciones populares e incluso como herencia de la lucha armada, por caso, en Colombia y Chile. 

La Constitución de 1988 garantizó, al menos formalmente, derechos inéditos en la historia del país, como el derecho al voto, que se negaba a la población pobre, incluso antes de la dictadura, con el pretexto del analfabetismo. Al estar en contradicción con la profundización de la mercantilización y el propio capitalismo, muchos de los derechos universales garantizados en la CF1988 nunca llegaron a materializarse plenamente, como los derechos a la salud, la educación o la vivienda, por ejemplo. Pero su conquista permitió la construcción de políticas públicas como el Sistema Universal de Salud (SUS), el mayor sistema de salud pública del mundo, gran responsable, para citar un ejemplo, del éxito de la vacunación contra el SIDA en el país, a pesar de la política genocida llevada a cabo por el actual presidente.

Desde hace tres décadas, la burguesía brasileña intenta desmontar la Constitución de 1988, erigida al final de la dictadura. No es despreciable que el mayor avance en este sentido haya sido perpetrado por un gobierno militar de facto, instaurado tras un golpe de Estado, que representa a toda la clase dirigente y en estrecha alianza con algunos de los sectores más vinculados a la represión paramilitar y a la contrainsurgencia. Aquí se revela el carácter de contrainsurgencia preventiva del Estado capitalista dependiente, así como su papel para garantizar la solidez de la unidad de la clase dominante.

 

3. Posibilidades y limitaciones de una victoria de Lula

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva es el favorito en las elecciones presidenciales de octubre de este año, tras habérsele impedido presentarse contra Bolsonaro en 2018 por su propia prisión política inconstitucional.

Sin embargo, esta victoria no está garantizada. Bolsonaro goza hoy de impunidad, gracias a su base de apoyo en el Congreso, pero teme ser encarcelado después de dejar el gobierno y hará cualquier cosa para ganar las elecciones o ignorar una eventual derrota. Además de la batalla de las noticias falsas, el gobierno ha estado tratando de mejorar la calidad de vida real mediante enmiendas a la Constitución que permiten exenciones de impuestos estatales sobre los precios de la gasolina y el aumento de las montos de los programas de transferencia de efectivo. También ha tratado de influir en una insurrección contra el sistema electoral a través de la campaña por las papeletas impresas y el ataque al próximo presidente del Tribunal Supremo Electoral. También intenta controlar este mismo sistema mediante la participación de las Fuerzas Armadas en la organización del proceso electoral, inédita desde la dictadura. Ni siquiera se descarta que Lula sea asesinado o sufra un ataque debilitante. 

En cualquier caso, aunque sea derrotado en las urnas, el neofascismo no será derrotado como proceso histórico ni en su base de apoyo. El nuevo gobierno tendrá que sobrevivir a ello.

El gobierno brasileño actual es un gobierno militar. En 2021, los militares ocupaban el 18,3 % de los 14.600 cargos comisionados en el gobierno y alrededor de 6.200 cargos civiles de nivel alto y medio, incluyendo la presidencia, la vicepresidencia y los ministerios (Metrópoles, 2021; RBA, 2021a). Ni siquiera durante la dictadura hubo tantos militares en el gobierno. También es un gobierno extremadamente violento, bajo el cual 6.200 personas fueron asesinadas en 2020 por la policía, el 79 % de ellas negras (RBA 2021b). 

También es el gobierno explícito del “Centrão” (el grupo de parlamentarios de carrera y de derecha que controla el Congreso), que ha consolidado la histórica compra de votos parlamentarios en la vergonzosa y eficiente forma de un “presupuesto secreto”, cuyo desmantelamiento será imposible para cualquier gobierno posterior que no se proponga la toma del poder mismo (y no solo la del gobierno) a través de la ruptura con el propio capitalismo. En la actualidad, la coalición por la que se presenta Lula en bloque solo tiene el 21,2 % de la Cámara de Diputados. En el Senado, la situación es aún peor. La exigencia de gobernabilidad dejará al futuro gobierno siempre expuesto a acusaciones de escándalos de corrupción o malversación de fondos.

El programa anunciado por Lula, Directrices para el programa de reconstrucción y transformación de Brasil 2023-2026 (Coalición Juntos por Brasil, 2022) no prevé la anulación de la Reforma Laboral ni del Techo de Gastos, que podrían ser modificados, pero cuya revisión real exigiría una confrontación directa con la clase dominante. 

La clase dominante en su conjunto aún no ha abandonado al gobierno de Bolsonaro, como muestran las formulaciones de sus aparatos privados de hegemonía. Aunque algunos sectores critican el ultraconservadurismo y la profundización de la crisis económica dificulta o imposibilita la permanencia de Bolsonaro, el golpe de Estado ha entregado a la clase dirigente la profundización de la reforma laboral, las privatizaciones, el techo de gasto, la destrucción de los ministerios de Trabajo, Cultura, Medio Ambiente y Derechos Humanos. La espuria y previsible alianza de Lula con su principal opositor electoral del pasado, Geraldo Alckmin (hoy su vicecompañero de bancada), funciona en este momento como una especie de “Carta al pueblo brasileño” versión 2.0, recordando la carta de compromiso con la conciliación de clases escrita por Lula en el proceso electoral de 2002. Sin embargo, no habrá acuerdo posible con la clase dominante para dar marcha atrás en lo que constituye el núcleo de la reconfiguración capitalista de nuestro tiempo. El gobierno de Lula deberá atender los intereses de estos sectores y mantener una relación particular con el agronegocio, que hoy tiene la mayor bancada parlamentaria.

Tener poder político significa la capacidad de controlar la reproducción de la vida social. Esto es mantener el poder en una sociedad. En la democracia burguesa, el gobernante (o la clase dominante, en términos de Poulantzas) tiene espacios de poder, pero no el poder real. Quien tiene la capacidad de controlar la reproducción de la vida social es, en última instancia, quien posee los medios de producción.

4. Consideraciones sobre los retos de la izquierda

Tener poder político significa la capacidad de controlar la reproducción de la vida social. Esto es mantener el poder en una sociedad. En la democracia burguesa, el gobernante (o la clase dominante, en términos de Poulantzas) tiene espacios de poder, pero no el poder real. Quien tiene la capacidad de controlar la reproducción de la vida social es, en última instancia, quien posee los medios de producción.

El espacio para la hegemonía de un proyecto desarrollista está hoy limitado en Brasil y en el mundo por el carácter de la reconfiguración capitalista en curso. Incluso la indicación de un New Green Deal propuesta por Joe Biden es limitada, ya que la crisis actual ha paralizado toda la economía mundial, pero, a diferencia de las guerras mundiales, aún no ha destruido las fuerzas productivas en la escala necesaria para una política de reconstrucción.

Las transferencias de valor a los países centrales y el carácter de contrainsurgencia permanente del Estado capitalista dependiente siguen limitando de manera particular las posibilidades de mantener una política desarrollista y de conciliación de clases en nuestra región. 

Sin embargo, al mismo tiempo que la dependencia limita la conciliación de clases, también constituye la base material para la difusión del desarrollismo. La miseria y la represión son tan grandes que siempre parece haber espacio para mejorar dentro del capitalismo, aunque estas mejoras luego no se mantienen.

Una victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las próximas elecciones es fundamental para el mantenimiento de la vida de la clase obrera brasileña. Sin embargo, esta victoria no podrá revertir la reconfiguración capitalista en curso. Por lo tanto, es extremadamente importante que las organizaciones de la clase trabajadora defiendan la victoria del proyecto de Lula sin identificarse completamente con él. 

En el capitalismo, la inversión de la mercantilización es la excepción, no la regla tendencial. Y la mercantilización de la vida es antagónica a la conquista de derechos. 

La reversión efectiva de las derrotas del periodo anterior no se producirá bajo una estrategia colectiva que siga apostando solo por la conciliación de clases. Será necesario profundizar la confrontación con el capitalismo para avanzar.

 

Referencias bibliográficas

  • Machado-Gouvêa, M. (2020a). A culpa da crise não é do vírus. En: Moreira et al (org.). Em tempos de pandemia: propostas para a defesa da vida e de direitos sociais. Rio de Janeiro: UFRJ, CFCH-ESS, 2020. pp. 19-28. http://www.cress-es.org.br/wp-content/uploads/2020/05/1_5028797681548394620.pdf
  • ___ (2020b). “Estamos vivendo uma reconfiguração da tecitura capitalista”, Revista Margem Esquerda, n.35, v.2, 2020.
  • ___ (2022). “Brasil, Lula e a ‘nova onda progressista’ em Nuestra América”. En prensa.
  • METRÓPOLES (01 ago 2021). Em 70 órgãos, militares ocupam 18,3% dos 14,6 mil cargos comissionados no governo. https://www.metropoles.com/brasil/em-70-orgaos-militares-ocupam-183-dos-146-mil-cargos-comissionados-no-governo-bolsonaro
  • RBA (18 mai 2021a). Militares ocupam 6 mil cargos civis no governo Bolsonaro. https://www.redebrasilatual.com.br/politica/2021/05/militares-governo-bolsonaro-6-mil-cargos-civis/
  • RBA (15 jul 2021b). Letalidade da polícia aumenta e número de mortes em 2020 é recorde. https://www.redebrasilatual.com.br/cidadania/2021/07/letalidade-da-policia-aumenta-e-numero-de-mortes-em-2020-e-recorde/
  • Sánchez-Vázquez, A. (1967). O conceito de essência humana em Marx. In: _____. Filosofia da práxis. São Paulo: CLACSO/Expressão Popular, 2007..

*Este artículo es una versión abreviada de otro más extenso: “Brasil Calamar y la ‘nueva ola progresista’ en Nuestra América”, en prensa.

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