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Capitalismo contemporáneo, disputa hegemónica y restauración reaccionaria: claves para una lectura crítica del presente global

Gabriela Roffinelli

Docente de la Facultad de Ciencias Sociales – UBA 

Co-coordinadora del GT de Crisis y Economía Mundial de CLACSO

 

Introducción

El capitalismo contemporáneo atraviesa una crisis estructural de alcance global, cuyas múltiples manifestaciones ‒financieras, económicas, políticas, sociales y ecológicas‒ configuran una crisis civilizatoria sin precedentes. Este escenario constituye el resultado de tendencias de larga duración que se profundizan desde la década de 1970 y dan un salto cualitativo tras la crisis financiera de 2008. La expansión del capital ficticio, la consolidación de conglomerados tecnológicos monopólicos, la reorganización de las cadenas globales de valor y el incremento de las rivalidades geopolíticas delinean un panorama signado por el desorden y la incertidumbre.

Asimismo, atravesamos un tiempo histórico de disputa hegemónica global. Este proceso implica, por un lado, el declive relativo de la hegemonía estadounidense y, por otro, la emergencia de China como potencia capaz de disputar posiciones centrales en la economía mundial, la innovación tecnológica, la energía, la infraestructura y las finanzas. El ascenso chino desestabiliza el orden internacional instituido tras la Segunda Guerra Mundial bajo primacía norteamericana y abre un período de competencia geopolítica entre grandes potencias que redefine el mapa global.

Esta crisis no se expresa solo en términos económicos o geopolíticos. Se manifiesta también en la intensificación de las desigualdades, la precariedad laboral y habitacional, el deterioro medioambiental, la erosión de la legitimidad democrática, el crecimiento de discursos autoritarios y la consolidación de movimientos reaccionarios que capitalizan el malestar social. La llamada “ultraderecha global” ‒desde Trump en Estados Unidos, Meloni en Italia, Le Pen en Francia, Vox en España, Orbán en Hungría, hasta Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina y Kast en Chile‒ constituye una expresión política de este momento histórico, articulando neoliberalismo extremo, autoritarismo cultural y un discurso antipolítico que tensiona los límites de las democracias liberales.

El capitalismo contemporáneo atraviesa una crisis estructural de alcance global, cuyas múltiples manifestaciones ‒financieras, económicas, políticas, sociales y ecológicas‒ configuran una crisis civilizatoria sin precedentes. Este escenario constituye el resultado de tendencias de larga duración que se profundizan desde la década de 1970 y dan un salto cualitativo tras la crisis financiera de 2008. La expansión del capital ficticio, la consolidación de conglomerados tecnológicos monopólicos, la reorganización de las cadenas globales de valor y el incremento de las rivalidades geopolíticas delinean un panorama signado por el desorden y la incertidumbre.

La coyuntura actual marca un punto crítico en la evolución histórica del capitalismo, en el que las disputas económicas, tecnológicas y geopolíticas se entrelazan con mutaciones político-culturales de amplio alcance.

Capitalismo monopólico y dominación del capital ficticio

La fase actual del capitalismo se caracteriza por una transformación estructural profunda que Samir Amin (2019a) conceptualiza como la expansión de los “monopolios generalizados”. A diferencia de los monopolios clásicos, circunscriptos a sectores delimitados, estos conglomerados transnacionales operan en múltiples ramas de actividad ‒manufactura, finanzas, logística, plataformas digitales, telecomunicaciones‒ articulando producción, circulación y consumo en un entramado global que subordina a la totalidad del aparato productivo. Su rasgo distintivo no es únicamente su tamaño, sino su capacidad para integrar diversas funciones económicas bajo un mismo comando estratégico, conformando una estructura de poder que redefine el funcionamiento del capitalismo contemporáneo.

Una de las consecuencias centrales de esta configuración es la subordinación de pequeñas y medianas empresas, así como de grandes firmas que no forman parte del núcleo oligopólico, a complejas redes de dependencia. Estas unidades productivas actúan como subcontratistas o proveedoras subordinadas, sujetas a las decisiones estratégicas de los conglomerados dominantes. 

Amin (2019a) sostiene que los monopolios generalizados capturan una proporción creciente de plusvalía a través de la renta monopólica, que en los territorios periféricos adopta la forma de renta imperialista. La acumulación capitalista global se reorganiza así en torno a la maximización de rentas y no de beneficios productivos, lo que implica una concentración creciente de ingresos y riqueza en manos de élites plutocráticas que controlan los conglomerados globales. Este proceso erosiona las condiciones de reproducción tanto del trabajo como de los capitales no monopolistas, que se ven forzados a operar en condiciones desfavorables en relación con los grupos oligopólicos.

No obstante, esta dinámica no supone la desaparición de la ley del valor ni la suspensión de la competencia. Por el contrario, los monopolios reconfiguran el modo en que estas leyes operan en una economía mundializada: las leyes económicas no actúan en abstracto, sino mediadas por relaciones de poder, asimetrías estructurales y mecanismos de dominación. 

Desde esta perspectiva, el capitalismo actual funciona como un sistema extractivo global en el cual los monopolios no solo explotan directamente la fuerza de trabajo, sino que se apropian de riqueza producida en otros espacios, especialmente de la periferia. Este mecanismo reproduce y profundiza las desigualdades estructurales, consolidando patrones de dependencia que configuran el desarrollo subordinado de vastas regiones del mundo.

 

https://www.finanzas.com/empresas/la-consultora-inizia-acuerda-con-el-gobierno-marroqui-la-gestion-integral-de-basuras-del-pais_13747474_102.html

Amin (2019a) también destaca que la característica predominante de estos conglomerados es su financiarización. El centro de gravedad de la decisión económica se desplaza desde la producción hacia la redistribución financiera de beneficios. Estas corporaciones extraen rentas monopólicas mediante inversiones financieras que no crean valor, sino que se apropian de una parte del plusvalor global. 

A partir de este proceso se desarrolla y amplía el capital ficticio, un concepto formulado por Marx en el Libro III de El capital, que alude a activos financieros ‒acciones, bonos, derivados‒ cuyo valor se basa en expectativas futuras de plusvalor y no en valor ya producido. El capital ficticio se valoriza en mercados financieros, pero no representa riqueza efectivamente generada, sino derechos de apropiación sobre riqueza futura.

En la literatura marxista contemporánea, autores como Nakatani (2001), Carcanholo R. y Sabadini (2011) y Carcanholo M. (2016) resaltan que el fenómeno central del capitalismo actual no es la financiarización en abstracto, sino el predominio del capital ficticio. Estos enfoques critican las interpretaciones que presentan la financiarización como una separación entre un “capital financiero malo” y un “capital productivo bueno”, señalando que dichas dicotomías despolitizan el análisis. 

El capital ficticio, aunque basado en la expectativa especulativa, es simultáneamente ficticio y real: ficticio por su desconexión con la producción inmediata, y real porque opera dentro de las relaciones sociales de acumulación capitalista, condicionando su dinámica.

Este predominio del capital ficticio ha llevado a algunos autores a caracterizar la fase actual como un capitalismo especulativo, en el cual el excedente ya no se dirige prioritariamente a la inversión productiva, sino a la compra de activos financieros que permiten apropiarse de plusvalor futuro. Esta dinámica implica que la contradicción principal del sistema no se encuentra entre capital y trabajo en términos clásicos, sino entre producción y apropiación del excedente: la valorización financiera avanza mediante mecanismos que no generan nuevo valor, pero que exigen una creciente apropiación del excedente social. 

En este contexto, el endeudamiento ‒particularmente la deuda soberana‒ se vuelve un instrumento central de la acumulación ficticia. Las políticas de austeridad, lejos de reducir los pasivos públicos, reproducen e intensifican la dependencia estatal respecto del capital financiero, generando nuevas oportunidades de apropiación de renta para los monopolios globales. Esto contribuye a consolidar una fracción dominante de la clase capitalista basada en oligarquías financiarizadas que capturan rentas crecientes en detrimento de los ingresos del trabajo y del capital no monopolista.

Finalmente, desde la crisis de 2008 el capitalismo mundial atraviesa una crisis prolongada marcada por la sobreacumulación, el bajo crecimiento y el aumento de la desigualdad. Esta crisis, cuyo estallido financiero no fue casual, evidencia los límites estructurales de la valorización del capital y la tendencia del sistema a trasladar sus costos hacia las clases trabajadoras y los pueblos de la periferia. El resultado es un capitalismo crecientemente inestable, rentista y concentrado, cuya dinámica expansiva depende cada vez más de la acumulación ficticia y de la profundización de las desigualdades globales.

https://www.gaceta.unam.mx/normalizar-la-violencia-es-un-acto-de-complicidad-con-el-crimen/

La disputa hegemónica global: Estados Unidos, China y Nuestra América

El ascenso de China constituye el principal desafío estructural a la hegemonía estadounidense desde 1945. China no es simplemente un competidor comercial: despliega una estrategia integral que combina planificación estatal, innovación tecnológica, financiamiento internacional, infraestructura global (Iniciativa de la Franja y la Ruta), diplomacia económica y expansión cultural. Desde la perspectiva estadounidense, este ascenso altera el balance de poder global y amenaza su primacía en sectores estratégicos.

El Informe Anual 2025 al Congreso estadounidense de parte de la “Comisión de Revisión Económica y de Seguridad entre Estados Unidos y China” ofrece un diagnóstico político de esta rivalidad. Aunque pretende ser un análisis técnico, su contenido revela el conocimiento profundo de los problemas de la economía china y la creciente preocupación estadounidense frente al avance chino en territorios considerados históricamente parte de su área de influencia.

A pesar de enfrentarse a graves tensiones económicas, durante el último año los líderes chinos han seguido canalizando recursos estatales hacia la manufactura de alta tecnología, expandiendo herramientas económicas evasivas y coercitivas, exportando sus problemas al exterior inundando los mercados globales con un exceso de oferta subsidiado por el Estado que distorsiona los precios globales y debilita a la competencia, y utilizando como arma su influencia sobre los cuellos de botella de la cadena de suministro. Pekín ha intensificado sus actividades desestabilizadoras en la zona gris, ha avanzado en sus preparativos para un posible conflicto militar y ha profundizado su coordinación con actores malignos como Rusia e Irán. Pekín también ha continuado sus esfuerzos concertados para establecer la hegemonía económica y militar regional en el Sudeste Asiático y las Islas del Pacífico como trampolines para proyectar su poder hacia su objetivo a largo plazo de desplazar a Estados Unidos como potencia dominante en el Indo-Pacífico y, eventualmente, en el mundo (Comisión de Revisión Económica y de Seguridad entre Estados Unidos y China, 2025, p. 1).

Nuestra América ocupa un lugar central en este análisis. A continuación, realizamos un repaso por los puntos más destacables que conciernen a las preocupaciones estadounidenses por la influencia del gigante asiático en la región:

1. Puertos, logística y rutas marítimas: la disputa por el control de corredores estratégicos

El informe identifica a la región como un espacio donde China amplía su presencia mediante inversiones en puertos, canales, infraestructura logística y sistemas de transporte. Estas inversiones no se perciben como meramente económicas, sino como dispositivos geoestratégicos que Beijing utiliza para asegurar rutas comerciales, proyectar poder marítimo y consolidar su inserción global.

Esta lectura, sin embargo, omite que las políticas del Consenso de Washington promovieron la privatización de puertos y la apertura a capitales transnacionales que no generaron proyectos de integración regional ni modernización logística.

Brasil aparece como un caso emblemático. La expansión del conglomerado chino “China Merchants” en el puerto de Paranaguá, uno de los principales nodos del agronegocio sudamericano, profundiza la integración entre la producción brasileña y la demanda china. Para Estados Unidos, este avance implica un riesgo doble: refuerza la capacidad china de garantizar su seguridad alimentaria y le permite controlar un corredor exportador fundamental. El informe no se preocupa porque esta relación reproduce patrones de dependencia, Brasil se consolida como exportador de materias primas sin avanzar en una industrialización que agrega valor localmente. 

En Panamá, China controla o gestiona terminales portuarias en ambos extremos del Canal a través de Hutchison Ports PPC y Panama Ports Company. El informe advierte que esta presencia podría afectar la operatividad del comercio global y la movilidad naval estadounidense en eventuales escenarios de tensión. La lectura geopolítica estadounidense considera que la infraestructura del canal forma parte de su arquitectura estratégica hemisférica.

Asimismo, el documento menciona inversiones portuarias y logísticas en Perú, Colombia y Ecuador, donde empresas chinas participan en la construcción o modernización de terminales de carga, carreteras y corredores bioceánicos que conectan el Atlántico con el Pacífico de los que se beneficia China y no prioritariamente monopolios transnacionales vinculados a la tríada de EE. UU, Europa y Japón.

2. Telecomunicaciones y vigilancia digital: la disputa por la infraestructura cognitiva

Un segundo eje de preocupación es el avance de Huawei, ZTE y otras empresas tecnológicas chinas en las telecomunicaciones latinoamericanas. La región ha adoptado masivamente equipamiento de estas firmas, tanto en redes 4G como en despliegues iniciales de 5G. Desde la perspectiva estadounidense, esto constituye un riesgo de “puertas traseras” que podría permitir el acceso chino a datos sensibles o la interrupción de servicios críticos. En realidad, la “amenaza” china es, en buena medida, una amenaza competitiva para el capital tecnológico occidental que durante décadas monopolizó estos mercados.

México es señalado como caso clave, donde Huawei opera centros de datos, desarrolla infraestructura 5G y participa en sistemas de videovigilancia urbana. El documento plantea que el alcance de estas redes podría comprometer la ciberseguridad de Estados Unidos dado el grado de integración transfronteriza entre ambos países.

Sin embargo, el informe no menciona que empresas estadounidenses como Google, Amazon, Microsoft y Meta operan infraestructura digital en México y toda América Latina, recolectando datos masivos sin controles democráticos efectivos. La preocupación por la vigilancia china coexiste con la naturalización de la vigilancia corporativa estadounidense, que ha sido documentada por revelaciones como las de Edward Snowden. El problema no es la nacionalidad de las empresas tecnológicas, sino la ausencia de soberanía digital y marcos regulatorios que protejan los datos de las poblaciones.

En El Salvador, la implementación de un sistema nacional de videovigilancia provisto por Huawei ‒en el marco del proyecto de “ciudades seguras”‒ es presentada como evidencia de que China exporta modelos securitarios asociados a regímenes autoritarios. El informe sugiere que esta tecnología podría fortalecer dispositivos estatales de vigilancia masiva.

Desde la crisis de 2008, el capitalismo mundial atraviesa una crisis prolongada marcada por la sobreacumulación, el bajo crecimiento y el aumento de la desigualdad. Esta crisis, cuyo estallido financiero no fue casual, evidencia los límites estructurales de la valorización del capital y la tendencia del sistema a trasladar sus costos hacia las clases trabajadoras y los pueblos de la periferia. El resultado es un capitalismo crecientemente inestable, rentista y concentrado, cuya dinámica expansiva depende cada vez más de la acumulación ficticia y de la profundización de las desigualdades globales.

https://www.eldiarioar.com/opinion/agujero-mundo_129_11373701.html

En Chile, donde Huawei participa en la red de fibra óptica nacional y en proyectos 5G, Estados Unidos advierte sobre la posibilidad de que la infraestructura digital chilena quede integrada en ecosistemas tecnológicos chinos de largo plazo, limitando su soberanía digital.

Esta crítica no menciona que Estados Unidos ha exportado tecnología de vigilancia, armamento y entrenamiento policial-militar a regímenes autoritarios latinoamericanos durante décadas, desde las dictaduras de los años 70 hasta gobiernos represivos contemporáneos. La diferencia no radica en que China sea más o menos democrática que Estados Unidos, sino en que Washington percibe la expansión tecnológica china como una amenaza a su capacidad de monitoreo regional. Desde una perspectiva crítica, la proliferación de sistemas de vigilancia ‒sean chinos, estadounidenses o de cualquier origen‒ debe ser cuestionada por su impacto en derechos humanos y libertades democráticas.

3. Minerales críticos y transición energética: la disputa por el reposicionamiento del Cono Sur

El litio ocupa un lugar privilegiado en la discusión geoestratégica contemporánea. El informe dedica un análisis detallado al Triángulo del Litio ‒Argentina, Bolivia y Chile‒ y subraya la fuerte presencia de empresas chinas en todas las etapas de la cadena productiva: extracción, refinación y fabricación de baterías.

En Argentina, China posee activos relevantes en proyectos como Caucharí-Olaroz y Tres Quebradas, y ha llevado la producción a niveles récord. En Chile, su participación en la empresa SQM refuerza su posición como actor dominante en el mercado global. En Bolivia, aunque los avances han sido más lentos, Beijing participa en proyectos de industrialización del litio en Uyuni y Coipasa.

La preocupación estadounidense se centra en un hecho estructural: China no solo controla parte de las reservas latinoamericanas, sino que domina más del 70 % del refinado mundial de litio, convirtiendo a la región en un eslabón clave para su seguridad energética.

Este diagnóstico revela una asimetría fundamental en la economía política de la transición energética. América Latina posee vastas reservas de litio, pero carece de capacidad industrial para transformarlo en baterías, vehículos eléctricos o sistemas de almacenamiento energético. China, en cambio, controló estratégicamente toda la cadena de valor: desde el refinado hasta la manufactura avanzada. El resultado es que los países latinoamericanos exportan litio bruto o semiconcentrado, mientras que el valor agregado ‒y los empleos de alta calificación‒ quedan en Asia.

Además del litio, el informe menciona la creciente importancia de las tierras raras y destaca el rol de Brasil como proveedor. Muestra preocupación porque incluso cuando la extracción ocurre en territorios aliados de Estados Unidos, la refinación sigue dependiendo de China.

4. Energía, tecnología y presencia en sectores estratégicos

El informe también alerta sobre la presencia china en sectores energéticos clave. En Brasil, la empresa estatal State Grid controla una parte significativa de la infraestructura eléctrica, incluyendo líneas de transmisión que conectan regiones estratégicas del país. En Venezuela, China ha invertido en proyectos petroleros y ha condicionado parte de su financiamiento a acuerdos energéticos a largo plazo.

El informe concluye que América Latina se ha convertido en un espacio central de la disputa entre China y Estados Unidos. Washington siente amenazada su influencia en la región y percibe que los países latinoamericanos están diversificando alianzas, adoptando tecnología china y estableciendo asociaciones energéticas, mineras y portuarias que escapan a su control directo.

https://www.desdeabajo.info/actualidad/internacional/item/una-nueva-crisis-financiera-global.html

Restauración neoliberal y ascenso de la ultraderecha global

La agudización de la crisis capitalista y el declive hegemónico ante la competencia con China, un sector clave de la clase dominante estadounidense percibió fisuras en los mecanismos de dominación política, basados en la coerción económica de las demandas sociales (las viejas recetas del FMI: ajuste fiscal, monetario y reformas laboral, previsional e impositiva) (Piva, 2020). 

Frente a este contexto, la élite dominante optó por un involucramiento más directo en la gestión estatal (Foster, 2025) con el objetivo de recomponer las condiciones de acumulación capitalista. Como advierte Foster (2025):

Lo más aterrador para la clase capitalista estadounidense durante la Gran Crisis Financiera [2008] fue que, mientras la economía estadounidense, junto con las de Europa y Japón, se encontraba en una profunda recesión, la economía china apenas se había estancado y luego se había reactivado hasta alcanzar un crecimiento cercano a los dos dígitos. A partir de ese momento, el pronóstico era claro: la hegemonía económica estadounidense en la economía mundial se desvanecía rápidamente, al ritmo del avance aparentemente imparable de China, lo que amenazaba la hegemonía del dólar y el poder imperial del capital monopolista financiero estadounidense (Foster, 2025, p. 12).

Este contexto de declive hegemónico, a su vez, transforma la relación que, en las últimas décadas, han mantenido las élites dominantes con las fuerzas de extrema derecha. Si bien analistas como Amin (2019b) y Traverso (2020) sostienen que dicho vínculo es, en un inicio, fundamentalmente instrumental ‒en el sentido de que las fuerzas reaccionarias operan como herramientas políticas contingentes‒, la crisis de 2008 y la posterior disputa geopolítica están marcando un punto de inflexión, especialmente en el caso estadounidense. 

A partir de entonces, las fracciones hegemónicas del capital emprendieron un proceso de reconfiguración política que puede rastrearse desde la emergencia del Tea Party hasta la consolidación del bloque MAGA en torno al trumpismo. Esta estrategia articuló la desregulación de los mercados con la radicalización del conservadurismo político, lo que muestra un intento deliberado de las élites de asegurar la reproducción del poder y la acumulación de capital frente a las tensiones de la crisis estructural del capitalismo global.

La actual extrema derecha de los países imperialistas no debe interpretarse simplemente como una reacción antineoliberal, ni como la expresión política del descontento de quienes se vieron perjudicados por la globalización. Por el contrario, como señala Slobodian (2023), a pesar de adoptar una retórica “antisistema” y recurrir ocasionalmente a medidas proteccionistas ‒como en el caso de Donald Trump con los aranceles a las importaciones‒, representa en realidad una profundización del proyecto neoliberal del capital financiero global. Se trata de una ofensiva radicalizada ‒en lo económico, político y estatal‒ que busca reforzar el poder de las clases dominantes y llevar al extremo las lógicas ultraliberales que ya estaban en curso.

En este contexto, la actual administración de Donald Trump impulsó una política exterior de carácter abiertamente militarista e imperialista, como se advierte de forma dramática con la agresión a Venezuela y las recientes amenazas a la soberanía colombiana. No obstante, y pese a su singular retórica, dicha estrategia no difiere sustancialmente de la línea seguida por el Partido Demócrata en política exterior. Como señala Foster (2025), el núcleo de la estrategia trumpista reside en contener el ascenso de China, identificada como una amenaza estratégica para los intereses del capital transnacional.

La crisis civilizatoria del capitalismo ‒que combina destrucción ecológica, desigualdades extremas, crisis democrática y polarización política‒ exige pensar la resistencia no solo en términos defensivos, sino como disputa estratégica por otros proyectos históricos. Las alternativas posibles no emergen espontáneamente del colapso del orden vigente; requieren organización, imaginación política y una articulación renovada entre movimientos sociales, proyectos transformadores y marcos regionales de integración. 

En este sentido, la reactivación de debates sobre planificación democrática, transición energética justa, soberanía tecnológica, economía solidaria y feminismos populares constituye un terreno clave para la construcción de horizontes emancipatorios.

Al mismo tiempo, Trump desarrolla a través de organismos como el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) una política interna basada en la desregulación de las actividades corporativas y dio forma a una agenda reaccionaria, revanchista, racista y misógina orientada a canalizar el malestar de amplios sectores de la clase media-baja estadounidense.

La nueva élite financiero-tecnocrática occidental ‒encarnada por figuras del entramado tecnológico-financiero-energético, como Peter Thiel, Elon Musk, Steve Bannon o los hermanos David (†) y Charles Koch, atravesada por disputas internas‒ promueve a través de poderosos think tanks una peculiar síntesis ideológica: por un lado, exaltan el libre mercado como supuesto motor de innovación y principio rector de la vida social; por otro, abrazan un ultraconservadurismo regresivo en lo sociopolítico. 

Este discurso encubre, en última instancia, una férrea oposición a cualquier forma de regulación sobre sus operaciones corporativas y su poder estructural. Tal como abiertamente lo expresara Thiel (2009):

Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles (…) la gran misión para nosotros, los libertarios, es hallar una vía de escape que nos permita eludir la política en todas sus formas (…) la maquinaria de libertad hace que el mundo sea seguro para el capitalismo [énfasis agregado] (Thiel, 2009, párr. 5).

Si en Europa y Estados Unidos los movimientos de ultraderecha han logrado consolidar presencia institucional ‒como muestran los casos de Meloni en Italia, Orbán en Hungría o el trumpismo en EE. UU.‒, en la América Latina de capitalismos dependientes el fenómeno adopta rasgos específicos: combinación de neoliberalismo radical con autoritarismo estatal, como evidencian el bolsonarismo (Brasil) y los gobiernos de Bukele (El Salvador) y Milei (Argentina), entre otros. 

Paralelamente, en el Sur Global ‒de India a Filipinas, pasando por Turquía y Egipto‒ se observa una convergencia autoritaria que dialoga preocupantemente con nuestras realidades (Kandil, Finn, Gunes, Vanaik, Desai, 2019). Esta sincronía global de proyectos reaccionarios plantea desafíos inéditos para las resistencias populares en todo el mundo.

https://www.omfif.org/meetings/global-public-funds-navigating-beyond-the-volatile-macroeconomic-environment/

Reflexiones finales

El panorama global analizado ‒caracterizado por el avance de los monopolios generalizados, la centralidad del capital ficticio, la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, y la ofensiva reaccionaria a escala mundial‒ revela un capitalismo contemporáneo atravesado por contradicciones cada vez más profundas. La combinación de crisis estructural, rentismo generalizado, rivalidades geopolíticas y restauraciones neoliberales radicalizadas constituye un escenario de inestabilidad crónica y creciente conflictividad. 

Sin embargo, lejos de clausurar la posibilidad de alternativas, este cuadro histórico abre también condiciones objetivas y subjetivas para la emergencia de nuevas formas de resistencia, disputa social y construcción política.

En primer lugar, la dinámica del capital ficticio ‒centrada en la apropiación del excedente social por vías especulativas‒ reproduce tensiones que socavan la legitimidad del orden neoliberal. La desconexión entre la valorización financiera y las condiciones materiales de vida, expresada en precarización laboral, endeudamiento masivo, crisis habitacional y deterioro de los servicios públicos, alimenta un malestar social que no puede ser canalizado indefinidamente por las derechas radicalizadas. El carácter parasitario del capital ficticio, lejos de estabilizar al sistema, expone sus límites estructurales y abre un espacio para la crítica y la acción colectiva.

En segundo lugar, las asimetrías del imperialismo contemporáneo generan un terreno fértil para resistencias específicas en la periferia. La apropiación monopólica de recursos estratégicos ‒como los minerales críticos, la infraestructura logística o los sistemas digitales‒ reactiva debates sobre soberanía económica, autonomía tecnológica y control democrático de bienes comunes. 

En este marco, emergen experiencias de disputa por la soberanía energética, por la gestión comunitaria del territorio y por modelos alternativos de desarrollo orientados a la reproducción de la vida, que confrontan directamente la lógica extractiva del capital transnacional.

Por otra parte, el ascenso de la ultraderecha global no anula las resistencias sociales; más bien las reactiva. Frente a la ofensiva reaccionaria ‒que combina neoliberalismo extremo, autoritarismo estatal y guerras culturales‒ se observa la emergencia de movimientos feministas, socioambientales, antirracistas, sindicales y comunitarios que articulan críticas sistémicas y luchas por derechos concretos. 

En Nuestra América, estas resistencias se expresan en luchas territoriales por el agua y los bienes comunes, en movimientos que enfrentan la violencia patriarcal y estatal, en las resistencias indígenas contra el extractivismo y en experiencias de economía popular y autogestiva que prefiguran otras formas de organización del trabajo y la reproducción social. Estas prácticas no solo limitan los avances del proyecto reaccionario, sino que prefiguran horizontes alternativos de sociabilidad y producción.

Finalmente, la crisis civilizatoria del capitalismo ‒que combina destrucción ecológica, desigualdades extremas, crisis democrática y polarización política‒ exige pensar la resistencia no solo en términos defensivos, sino como disputa estratégica por otros proyectos históricos. Las alternativas posibles no emergen espontáneamente del colapso del orden vigente; requieren organización, imaginación política y una articulación renovada entre movimientos sociales, proyectos transformadores y marcos regionales de integración. 

En este sentido, la reactivación de debates sobre planificación democrática, transición energética justa, soberanía tecnológica, economía solidaria y feminismos populares constituye un terreno clave para la construcción de horizontes emancipatorios.

En síntesis, la fase actual del capitalismo, aunque marcada por nuevas formas de dominación, no clausura el devenir histórico. Por el contrario, sus contradicciones internas, la crisis de legitimidad neoliberal, la disputa geopolítica global y la persistencia de luchas populares abren posibilidades para la construcción de alternativas. La resistencia, lejos de ser un residuo del pasado, se convierte en una condición indispensable para imaginar y producir futuros más justos, democráticos y sostenibles.

Referencias bibliográficas

  • Amin, Samir (1ro de julio de 2019a) La nueva estructura imperialista. En Monthly Review Vol. 71, número 03. Estados Unidos, julio de 2019. https://monthlyreview-org.translate.goog/2019/07/01/the-new-imperialist-structure/?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc
  • Amin, Samir (2019b). El retorno del fascismo en el capitalismo contemporáneo. En Revista El Viejo Topo. https://www.elviejotopo.com/topoexpress/el-retorno-del-fascismo-en-el-capitalismo-contemporaneo/ (Artículo publicado originalmente en el nº 320 de la revista El Viejo Topo, septiembre de 2014).
  • Barret, Philip; Chen, Sophia y Li, Nan (3 de febrero de 2021). La larga sombra de la COVID-19: Repercusiones sociales de las pandemias. FMI BLOG. https://www.imf.org/es/Blogs/Articles/2021/02/03/blog-covid-long-shadow-social-repercussions-of-pandemics.
  • Carcanholo, Reynaldo y Nakatani, Paulo (2001). Capital especulativo parasitario versus capital financiero. En Problemas del Desarrollo, Vol. 32, Núm. 124, México, IIEc-UNAM, enero-marzo, 2001
  • Carcanholo, Reynaldo y Sabadini, Mauricio (2011) Capital ficticio y ganancias ficticias. En marxismo crítico blog. https://marxismocritico.com/wp-content/uploads/2011/10/capital-ficticio-y-ganancias-ficticias.pdf
  • Carcanholo, Marcelo (29 de septiembre de 2016). El capital ficticio y la crisis actual

    . YouTube https://www.youtube.com/watch?v=x6HqvfQWqk8.
  • Foster, John Bellamy (1ro de abril de 2025). La clase dominante estadounidense y el régimen de Trump. En Monthly Review | The U.S. Ruling Class and the Trump Regime
  • Marx, Karl (1983). El Capital. El proceso global de la producción capitalista. Libro III. Buenos Aires: Siglo veintiuno editores.
  • Piva, Adrián (2020). Crisis del neoliberalismo y nueva ofensiva de las clases dominantes. Buenos Aires, Jacobin Foundation.
  • The U.S.-CHINA ECONOMIC AND SECURITY REVIEW COMMISSION (2025) REPORT TO CONGRESS. https://www.uscc.gov/sites/default/files/2025-11/2025_Annual_Report_to_Congress.pdf
  • Thiel, Peter (13 de abril de 2009). “La Educación de un Libertario”. En Cato Unbound.https://www.cato-unbound.org/2009/04/13/peter-thiel/education-libertarian/.
  • Traverso, Enzo (2018) Las nuevas caras de la derecha. Buenos Aires: Siglo veintiuno editores.

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