
José Francisco Puello-Socarrás
Escuela Superior de Administración Pública
La existencia de un mercado libre no elimina, por supuesto, la necesidad de un gobierno. Al contrario, el gobierno es esencial… Su función principal debe ser la de preservar la ley y el orden, hacer cumplir los contratos privados, fomentar los mercados competitivos.
Milton Friedman, Capitalismo y libertad
El Estado debe liderar no simplemente corregir las fallas de mercado sino activamente crear y moldear (nuevos) mercados mientras regula los ya existentes (…) Desde el Internet hasta la tecnología del fracking.
Mariana Mazzucato, El Estado emprendedor
Los liberales no somos anarquistas y no queremos suprimir el Estado. Por el contrario, queremos un Estado fuerte y eficaz.
Mario Vargas Llosa, La llamada de la tribu
Tanto la idea antropolítica y praxeológica del Emprendedor como el referencial del emprendimiento resultan ser cruciales para hacer más comprensible el tipo de Estado contemporáneo que se requiere para profundizar y estabilizar el neoliberalismo durante el siglo XXI.
En las transformaciones política y socioeconómica del Estado neoliberal contemporáneo donde el emprendedor no solo es el principio antropológico por antonomasia, sino también el principio político habría que desarrollar ⎯al menos⎯ tres premisas básicas y complementarias que sostienen lo que podría denominarse la (llamada) Acumulación emprendedora en el capitalismo tardío.
En primer lugar, las lógicas y contradicciones del nuevo taylorismo (Casilli, 2018) o del fordismo individualizado (Demichelis, 2016), planos verosímiles que permiten ratificar que más allá de presumidas rupturas “post-fordistas” se verifican mejor fuertes continuidades en los procesos del capitalismo en su fase neoliberal, especialmente, al nivel de la profundización del individualismo a niveles extremos y, con ello, las implicaciones que se derivan para las dinámicas y contradicciones de la explotación económica y, especialmente, la alienación ideológica en los tiempos neoliberales.
El posicionamiento y la consolidación del individuo en tanto Emprendedor, “empresario de sí mismo” (y que pretendería ideológicamente trascender al trabajador como sujeto social real dentro de la sociedad capitalista en esta fase) es una vía privilegiada entonces para la destrucción, la destitución y, sobre todo, la desinstitucionalización de los procesos de socialización colectiva no capitalistas. Especialmente, en aquellos casos que si bien se encuentran integrados y subordinados a la lógica del Capital aún hoy permanecen al margen de varios mecanismos de mercantilización total y, por lo pronto, no han sido completamente “funcionalizados” como tales por la acumulación capitalista. En otras palabras, las formas sociales que políticamente existen como resistencias de distinto orden y organización, actuales y potenciales.
En segundo lugar, el proceso de reconversión y (contra)reformas estatales, en los niveles gubernamental (dirección y dominación política) y organizacional (aparatos).
El paso desde el paradigma de la gobernabilidad estado-céntrica propia de los regímenes de Estado Keynesiano de Bienestar en Norteamérica y Europa y del Estado Burocrático-Autoritario / los Regímenes Tecnocrático Militares ⎯como los denominaba Ruy Mauro Marini⎯ en América Latina y el Caribe hacia los paradigmas de la gobernanza pública (governance, noción que no por casualidad fue reinventada por Hayek y Coase durante la década de 1940) pretende renovar el consenso y legitimidad de las “masas” bajo los eufemismos de la “co-ordinación” y “co-operación” público-privadas asentadas bajo el autointerés corporativo. Se trata de otra forma suplementaria de clausurar alternativas comunales basadas en la cooperación y la cooperación bajo un substrato ontológicamente distinto a las primeras (las solidaridades colectivas, especialmente, de clase).

El trance desde las (“viejas”) burocracias estatales hacia (“nuevas”) estructuras funcionalmente “post-burocráticas” 1 tempranamente bajo la premisa de la “desregulación” estatal y los modelos de contrarreforma basados en la “Reinvención del gobierno”; luego, en torno a los paradigmas postburocráticos donde el “Estado modesto”, es decir, un Estado que evitando intervenir pueda regular las dinámicas de mercado, justamente, para garantizarlas (M. Crozier, uno de los autores del tristemente célebre Informe de la Comisión Trilateral en los años 1970); o las elaboraciones ulteriores que fueron consagradas alrededor de la Nueva Gestión Pública institucionalizan un dominio propiamente mercantil, más exactamente: público-y-privado al final del milenio.
Este trayecto que aparentemente posibilita nuevas disyuntivas en el siglo XXI (como la “Post-nueva” Gestión pública o el Valor Público) no son otra cosa que el reflejo, por un lado, del agotamiento funcional del New Public Management como fórmula organizacional en la producción de medidas públicas; y, por el otro, la (pretendida) renovación del neoliberalismo organizacional con alguna solución de continuidad. Ambos fenómenos se encuentran directamente asociados a la Crisis del capitalismo en general (estructural, al menos, desde la década de 1970s) como a los choques (shocks) neoliberales en particular que han tenido diferentes expresiones desencadenantes (financiera como en 2007-2008; sociobiológico y viral desde 2020; ecológico, acentuado en particular durante el siglo XXI, etc.).
Esta evolución característicamente neoliberal y que ha desnudado el rotundo fracaso del impulso y el espíritu emprendedores si ellos se analizan socialmente y no a partir de “buenas prácticas” asiladas, pero que se difunden masivamente ocultando la tragedia colectiva del emprendedorismo como modelo, no se podría limitar entonces al ámbito de lo privado.
El sector público requeriría introducir lógicas mercantiles (posburocráticas) no sólo en función de los mercados, sino que el propio Estado debería ser reconvertido “como si” fuera él mismo un mercado. De allí se entienden los llamados para activar la acumulación emprendedora originales de Vincent y Elinor Ostrom desde la década de 1970 dirigidas a la necesidad de contar con Emprendedores públicos, los nuevos “gestores” de la dinámica política en función de aquellas económicas, es decir, las directamente asociadas a la acumulación incesante de la plusvalía, la razón de ser de la sociedad actual.
Entre las críticas siempre “domesticadas”, pues no representan ni pretenden superar el statu quo, pero determinantes a la hora de una regeneración del capitalismo y la continuidad del proyecto neoliberal, para este momento recreadas en el marco de una “Post-nueva” Gestión del Valor Público orientada a Misiones (ya no “por resultados”, como en la NGP del “pasado”), la propuesta sobre un Estado emprendedor es fundamental (ver Mazzucato y Penna, 2016).
El emprendimiento estatal cumple la función económica de profundizar la explotación en general, condición que solo puede ser asegurada, al mismo tiempo, por la función ideológica de la alienación (redobladas) aseguradas a través de la dominación política, esfera social donde el Estado capitalista en genérico es el dispositivo por excelencia clave y el Estado neoliberal emprendedor en particular su síntesis más acabada.

Por eso, en tercer lugar, con el “Estado emprendedor”, el (nuevo) neoliberalismo se proyecta incorporando la necesidad de hacer mucho más robusta su faceta reguladora, consolidar el consenso político (altamente cuestionado a partir de los propios resultados del sistema hoy vigente) y reorientar la acción estatal en función de los mercados (ver Puello-Socarrás, 2021), un eufemismo siempre convocado para evitar llamar a la clase social que sin trabajar se apropia sistemáticamente del valor producido por el Trabajo, el Capital y sus sujetos, los Capitalistas.
Se trata entonces de impulsar un tipo de acción estatal un tanto más “pro-activa” sin que ello deje de ratificar su objetivo y función primordiales: preservar el Mercado.
Así que en paralelo a Milton Friedman, para quien uno de los deberes “válidos” del Estado está en “preservar” y “reforzar” las lógicas de (la sociedad de) mercado (Friedman y Friedman, 1998, p. 52), Mazzucato 2 (2014: 9) actualiza esta orientación, aunque bajo una nueva sofisticación en el lenguaje: un “eco-sistema de innovación público-privado simbiótico (más mutualista)” que ⎯según esta autora⎯ no solamente serviría para “corregir” los fallos de los mercados, incluso no simplemente “complementarlos”, sino que fundamentalmente:
(…) hay que empezar por admitir que el Estado hace bastante más que remediar los fallos del mercado, que es el modo en que los economistas habitualmente justifican los gastos públicos. La verdad es que el Estado ha formado y creado mercados asumiendo grandes riesgos (Mazzucato, 2013).
(…) el Estado debe liderar -no simplemente corregir las fallas de mercado sino activamente crear y moldear (nuevos) mercados mientras regula los ya existentes (…) Desde el Internet hasta la tecnología del fracking (Mazzucato, 2014: 6 y 8) 3 .
El eje del emprendimiento sufre entonces ahora un desplazamiento crucial: dejar de considerarlo exclusivamente alrededor del individuo (singularmente localizado) y trasladar el énfasis hacia la dimensión relacional, es decir, la relación social capitalista básica: capital-trabajo y en la cual el Estado y sus aparatos están colectiva y socialmente considerados y dispuestos para respaldar la relación emprendedora que supone el neoliberalismo tardío.

Se trataría, parafraseando a Engels, en este caso: del Estado como Emprendedor colectivo4 . Esto no solo en términos de la explotación (económica), la creación de valor y la transferencia de las plusvalías, sino también ⎯lo hemos dicho antes⎯ a partir de la dominación (política) y la opresión (social), procesos que se profundizan dinamizándose desde la alienación ideológica emprendedora. La variante aquí considerada y que le da su impronta típicamente neoliberal es la sustitución de la “socialización de las inversiones” (implícita en el Liberalismo clásico, incluso, en la “solución” keynesiana) hacia la “socialización de las innovaciones”, la premisa neoliberal que explicita y refuerza ⎯parafraseando nuevamente y actualizando el léxico gestionario propio del neoliberalismo⎯ al Estado como el Comité de Gestión que rige los intereses capitalistas.
No resulta entonces una casualidad que en esta versión emergente de régimen estatal se eleve una (aparente) crítica al emprendedor individual ⎯y, sin sustituírselo⎯ se promueva la idea de un “emprendedor colectivo”:
(…) Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente es deudora de la visión y el apoyo del Estado: el internet, GPS, la pantalla táctil e incluso la voz asistente Siri del Smartphone recibieron dinero del Estado. (…) La “economía real” (de bienes y servicios) ha experimentado un cambio similar al de la “economía financiera”: cada vez más el riesgo se mueve hacia el sector público y el sector privado recibe los beneficios…
Olvídense de los “emprendedores” y los “innovadores” de Silicon Valley. El Estado es quien debería recibir el crédito por financiar la tecnología creadora de riqueza [énfasis propio] (Mazzucato, 2013).
El Estado emprendedor reorganiza sus aparatos y acciones (generalmente, tímidas medidas políticas, las cuales estarían lejos de constituirse en “políticas públicas”, en el sentido clásico del término, insistimos) en torno a las dinámicas emprendedoras ⎯ocultando sus contradicciones⎯ para entrar a respaldar y actualizar la relación capitalista, aunque en lo fundamental, reactivar el flujo-de-flujos de la super-explotación (ahora integrada globalmente).
Solo para ilustrar un caso, John Smith (Smith, 2016, p. 21), entre pocos, lo explica de la siguiente manera:
A diferencia de [una] humilde camiseta, los iPhones y los ordenadores portátiles son mercancías tecnológicamente complejas. Su deslumbrante sofisticación y su estatus de marca icónica pueden cegar con demasiada facilidad al observador sobre el carácter explotador e imperialista de las relaciones sociales y económicas que encarnan… La pregunta que hemos formulado sobre la camiseta también puede formularse sobre el iPhone: ¿qué contribución hacen los 1,23 millones de trabajadores empleados por Foxconn International en Shenzhen, China, que ensamblan los portátiles de Dell y los iPhones de Apple ⎯y las decenas de millones de otros trabajadores de países con salarios bajos de todo el mundo que producen insumos intermedios y bienes de consumo baratos para los mercados occidentales⎯ a los beneficios de Dell, Apple y otras empresas occidentales líderes? ¿o a los ingresos y beneficios de las empresas de servicios que proporcionan sus locales, venden sus productos al por menor, etc.?

A esta estructura sociopolítica ⎯para mantenerse vigente⎯ le resulta imprescindible, por un lado, “gestionar” tácticamente (en el corto plazo) el escenario de la inseguridad social intensiva y extendida, acentuada por el propio neoliberalismo y que, como ya ha sido convocada antes como ahora, cifra en la llamada “inclusión” su pretendido remedio o, si se quiere, para decirlo metafóricamente, el paso del Capitalismo salvaje al Neoliberalismo del Buen salvaje5 ; por el otro, continuar orientando ⎯avanzando⎯ en la edificación estratégica (en el largo plazo) de Sociedades de Mercado.
El emprendimiento estatal cumple la función económica de profundizar la explotación en general, condición que solo puede ser asegurada, al mismo tiempo, por la función ideológica de la alienación (redobladas) aseguradas a través de la dominación política, esfera social donde el Estado capitalista en genérico es el dispositivo por excelencia clave y el Estado neoliberal emprendedor en particular su síntesis más acabada.
El eje del emprendimiento sufre ahora un desplazamiento crucial: dejar de considerarlo exclusivamente alrededor del individuo (singularmente localizado) y trasladar el énfasis hacia la dimensión relacional, es decir, la relación social capitalista básica: capital-trabajo y en la cual el Estado y sus aparatos están colectiva y socialmente considerados y dispuestos para respaldar la relación emprendedora que supone el neoliberalismo tardío.
Referencias bibliográficas
- Boltanski L. y Chiapello, E. (2002); El nuevo espíritu del capitalismo. Akal: Madrid.
- Casilli, A. (2018). Los trabajadores son el corazón del algoritmo: El nuevo capitalismo digital. Entrevista, en Sinpermiso. URL http://www.sinpermiso.info/textos/los-trabajadores-son-el-corazon-del-algoritmo-el-nuevo-capitalismo-digital-entrevista>.
- Demichelis, L. (2016). El nuevo fordismo individualizado. SinPermiso (3/5/2016). URL http://www.sinpermiso.info/textos/el-nuevo-fordismo-individualizado.
- Friedman, M., y Friedman, R. (1998). Libertad de elegir. Hacia un nuevo liberalismo económico. Grijalbo.
- Mazzucato, M. (2014). El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al sector privado. Barcelona.
- ___________. (2013). “El mito puramente ideológico de los ‘emprendedores’ privados tecnológicamente innovadores”. SinPermiso (6/1o/2013). URL http://www.sinpermiso.info/textos/el-mito-puramente-ideolgico-de-los-emprendedores-privados-tecnolgicamente-innovadores.
- Mazzucato, M. y Penna, C. (2015). The Brazilian Innovation System. A misión-oriented policy proposal. Avaliação de Programas em CT&I. Apoio ao Programa Nacional de Ciência (Plataformas de conhecimento). Brasília, DF: Centro de Gestão e Estudos Estratégicos.
- Puello-Socarrás, JF. (2021). “Novo Neoliberalismo. Arquitectônica estatal no Capitalismo do século XXI”. Revista Eletrônica de Administração (REAd). Vol. 27. No. 1. ISSN. ISSN 1980-4164, pp. 35-65. URL https://seer.ufrgs.br/read/article/view/111147/60924
- Roberts, M. (2016). The Long Depression. How it happened, why it happened and what happens next. Chicago: Haymarkets books.
- Smith, J. (2016). Imperialism in the twenty-first century. The globalization of production, Super-exploitation, and the Crisis of Capitalism. Monthly Review Press.
1 La crítica neoliberal a la burocracia desde mediados de 1960, la cual sería determinante durante las siguientes décadas para la emergencia de la orientación postburocracia, lejos de agotarse en las burocracias estatales apunta stricto sensu al criterio organizacional social, es decir, a la forma de organización de la sociedad como totalidad. Los señalamientos de ese tipo a la Gran empresa capitalista buscaban “reivindicar” así el “pequeño mundo empresarial” (Bolstanski y Chiapello, 2002, p. 108).
2 Lejos de responder intelectualmente a referencias (teóricas o ideológicas) keynesianas o schumpeterianas, como en general se tiende a suponer entre algunos análisis ciertamente superficiales, el pensamiento de Mazzucato se ubica en las corrientes “neoclásico-keynesianas” y las vertientes “neo-Schumpeterianas”, es decir, las versiones neoliberales de temas desarrollados por Keynes y Schumpeter, pero siempre interpretados (rigurosamente decantados y cuidadosamente purificados) a la luz de una semántica, incluso, una epistemología eminentemente neoliberal. Los encuadres de autores neoliberales del emprendimiento como Knight son representativos de esa impronta. Igualmente, los ejemplos “paradigmáticos” del Estado emprendedor generalmente asociados a la Tercera Vía (neoliberal) en los casos de EE.UU. e Inglaterra, entre otros. A esto se suman las ejecutorias profesionales de Mazzucato, las cuales han sido reciente y magistralmente resumidas por Roberts (2021).
3 Desde luego, el nuevo énfasis re-regulador del Estado neoliberal en el siglo XXI no significa abandonar sus expresiones desreguladoras (típicas del siglo XX), aunque sí las subordina, evitando el intervencionismo estatal e imposibilitando cualquier oportunidad hacia la “desviación” que supone la planificación centralizada ya sea como decisión organizativa o como orientación política probable. Hay que notar que no por casualidad los llamados al Estado emprendedor pretenden que el Estado, en tanto objetivación colectiva y social, es quien asumiría en adelante los riesgos y también las inversiones de la acumulación de capital. Precisamente, dos de las variables cruciales, pero también críticas dentro de la actual crisis del sistema (“de rentabilidad” y “de inversión) (Roberts, 2016).
4 “El Estado emprendedor es… el espíritu emprendedor -aquello que todos los legisladores parecen querer fomentar hoy en día- no tiene que ver únicamente con las star-ups, el capital de riesgo y los inventores de garaje. Tiene que ver con la voluntad y la capacidad de los agentes económicos para asumir el riesgo y la verdadera incertidumbre knightiana: aquello que es genuinamente desconocido…” (Mazzucato, 2014, p. 30).
5 El correlato del Estado emprendedor (el cual se oculta sistemáticamente por parte de sus promotores intelectuales bajo el eufemismo de la “innovación”) tendencialmente se realiza por dos vías: i) el consenso de la fuerza: represión y criminalización estatales crecientes; ii) la fuerza del consenso: “bienestar” relativo y extremadamente focalizado (el eufemismo de la “inclusión”) en los márgenes extremos de las desigualdades, exclusiones, opresiones, etc.
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