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De las contradicciones emergentes a las estructurales del progresismo colombiano

Sergio De Zubiría Samper

Profesor Titular Doctorado en Bioética 

Universidad El Bosque 

Presidente 

Fundación Walter Benjamin para la Investigación Social

 

A un año de la llegada al gobierno del progresismo colombiano podemos sostener que algunas “contradicciones emergentes no contingentes” se expresan actualmente como contradicciones estructurales de este proyecto político. En la Revista Izquierda N.° 107 planteábamos la manifestación de “contradicciones emergentes no contingentes” por dos motivos: destacar la premura temporal que ha caracterizado su emergencia y señalar que hacen parte de la continuidad de la tradición teórica y práctica del progresismo internacional. Reiteramos que no existe determinismo en los procesos sociales e históricos, pero su conversión en “contradicciones estructurales” las convierte en núcleos centrales para las tendencias a la crisis del proyecto progresista colombiano.

En septiembre de 2022 postulamos cómo en cinco campos eran ya notables las tensiones y contradicciones del progresismo en el gobierno: (a) Pactismo versus identidad política; (b) Tiempo gubernamental versus expectativas de cambio; (c) Seguridad policiva versus convivencia territorial; (d) Desarrollo capitalista versus alter desarrollos o más allá del desarrollo; (e) Paz total versus Paz posible. Consideramos que estas cinco tensiones se mantienen con ciertas transformaciones categoriales, aparecen nuevas contradicciones y la tendencia a la crisis se profundiza. 

Utilizamos la noción de contradicción en su sentido dialéctico como la existencia de fuerzas opuestas presentes al mismo tiempo en una situación, una entidad, un proceso o un acontecimiento determinado; las contradicciones no son situaciones moralmente malas ni tienen una connotación negativa, porque sabemos que en ciertas circunstancias también pueden dar curso a transformaciones y cambios sociales fundamentales (D. Harvey). Su calificativo de “estructural” remite a que están afectando la generalidad de un proyecto político o una totalidad social.

El presente artículo intenta esbozar un conjunto de “contradicciones fundamentales” que afectan el proyecto del progresismo colombiano una vez cumplido su primer año de gobierno, utilizando la taxonomía elaborada por D. Harvey para comprender las 17 contradicciones que afectan el “fin del capitalismo” entre “fundamentales”, “peligrosas” y “cambiantes”. Retomamos al pensador inglés, pero hacemos una interpretación bastante libre de su importante propuesta. Denominamos “fundamentales” a aquellas contradicciones que caracterizan en general al progresismo internacional en su etapa actual y que el progresismo latinoamericano también comparte; llamamos “peligrosas” a aquellas que amenazan profundamente la persistencia y profundización de un proyecto de izquierda anticapitalista en Colombia, como también la propia existencia del progresismo; nominamos “cambiantes” las contradicciones que no tienen una trayectoria evolutiva nítida y a las que la evanescente realidad política colombiana convierte en bastante inestables. Este artículo se divide en tres partes que expresan el develamiento de esos tres tipos de contradicciones.

https://verdadabierta.com/paz-total-el-reto-del-gobierno-de-gustavo-petro-y-francia-marquez/

Contradicciones fundamentales del progresismo

La emergencia del “progresismo” a nivel planetario está correlacionada con el malestar, desgaste y la insubordinación latente contra la imposición del proyecto neoliberal. En general, podemos sostener que su rostro y aceptación se nutre de luchas contra el neoliberalismo y en ciertos momentos fungió como alternativa al neoliberalismo o germen de vertientes antineoliberales. En alguna bibliografía, especialmente latinoamericana, se llegó a hablar de “posneoliberalismo”. El afianzamiento de la ideología y propuesta política del “progresismo” tiene cerca de dos décadas. Siempre será improbable llegar a un acuerdo sobre el punto de origen, pero Latinoamérica tendrá un papel privilegiado como laboratorio de su consolidación, formalización y limitaciones 

En el escenario europeo son importantes las experiencias de coaliciones políticas como Syriza (Grecia, 2004) y Podemos (España, 2014); ambas antecedidas por importantes insurgencias populares y la indignación generalizada contra el neoliberalismo. Producen en sus orígenes grandes expectativas ante la deslegitimación neoliberal, pero de forma prematura van mostrando sus limitaciones y vacilaciones. En América Latina y el Caribe, la investigación histórica se remonta al denominado “Caracazo” (Venezuela,1989) y al nacimiento del Ejército Zapatista (México, 1994), pero se considera que el denominado “largo ciclo” (Moreira) progresista se inicia en 2003, cuando llegan al gobierno alternativas “progresistas”, “populares y “nacional populares” a un núcleo amplio de países de Latinoamérica: Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Ecuador, Honduras, Nicaragua, El Salvador, entre otros; este denominado “ciclo” empieza a tener dificultades y retrocesos en 2015.

En nuestra región, las críticas al “progresismo” desde el campo de las izquierdas colman varios tomos y acentúan la tendencia a la disocian cada vez mayor entre “progresismos” e “izquierdas”. Siempre subrayan la necesidad de reconocer las aristas específicas nacionales y las particularidades del progresismo latinoamericano: las experiencias políticas venezolana, argentina y colombiana son incomparables. Los esfuerzos para elaborar taxonomías explorando la crítica al progresismo desde la izquierda nos postulan por lo menos cuatro grupos interpretativos: la izquierda posextractivista posdesarrollista; la izquierda autonomista; la izquierda con horizonte socialista; la izquierda posneoliberal (González, H. y Figueroa, C.). Es conveniente reconocer que son enfoques diferentes de la crítica, pero posiblemente, comparten la ubicación de ciertas contradicciones fundamentales del progresismo. 

La primera contradicción fundamental se manifiesta en el corrimiento cada vez mayor al “centro” del espectro político en contravía al mantenimiento de posiciones caracterizadas de izquierda; por diferentes caminos y justificaciones, el progresismo actual va mitigando o abandonando su condición caracterizada de izquierda. En general, los progresismos históricos han mantenido una valoración incómoda ante su ubicación en el campo de la izquierda. Los progresismos latinoamericanos de “segunda generación” o “tardíos” han desdibujado su carácter alternativo, rebelde y antisistema. Los dispositivos utilizados para este corrimiento hacia el “centro” o “centroderecha” son variados. Algunos ejemplos son los siguientes: (a) La expansión de aquel lugar común que sostiene la inexistencia o irrelevancia de diferencias substantivas entre la izquierda, el centro y la derecha para la práctica política; (b) La restricción, adaptación y moderación de sus propuestas reformistas; (c) La imposición de una lógica institucionalista del apego al orden social y constitucional existente; (d) La expansión de un modelo de gestión reformista limitado al orden social dominante. Es una contradicción que afecta principalmente el campo de la ideología progresista y podemos ubicarla en la tensión entre dos polos opuestos: corrimiento al “centro” versus izquierda antisistema.

Los progresismos latinoamericanos de “segunda generación” o “tardíos” han desdibujado su carácter alternativo, rebelde y antisistema. Los dispositivos utilizados para este corrimiento hacia el “centro” o “centroderecha” son variados. Algunos ejemplos son los siguientes: (a) La expansión de aquel lugar común que sostiene la inexistencia o irrelevancia de diferencias substantivas entre la izquierda, el centro y la derecha para la práctica política; (b) La restricción, adaptación y moderación de sus propuestas reformistas; (c) La imposición de una lógica institucionalista del apego al orden social y constitucional existente; (d) La expansión de un modelo de gestión reformista limitado al orden social dominante. Es una contradicción que afecta principalmente el campo de la ideología progresista y podemos ubicarla en la tensión entre dos polos opuestos: corrimiento al “centro” versus izquierda antisistema.
https://www.infobae.com/colombia/2023/04/08/gobierno-petro-le-presento-a-colombia-el-borrador-de-las-nuevas-politicas-para-el-servicio-de-energia/

La segunda contradicción fundamental del progresismo remite a su caracterización y papel otorgado a la institución estatal. En general, los progresismos “tardíos” le adjudican al Estado un papel determinante en la acción política y las políticas públicas; recientemente en Latinoamérica se realiza un coro colectivo progresista de elogio al “Estado Emprendedor” (M. Mazzucato). En términos de A. Gramsci, estamos asistiendo en nombre del “progresismo” a la euforia de la “estadolatría”. Pero las dificultades y los equívocos se despliegan en tres órdenes. En primer lugar, parecen olvidar o subvalorar que el “Estado” realmente existente tiene componentes capitalistas, patriarcales y colonialistas, como también subrayar que estos elementos median las relaciones de poder existentes. En segundo lugar, le otorgan a ese Estado la tarea de las grandes transformaciones, sin cambiar en un ápice la estructura estatal. En tercera instancia, diluyen o evaden las diferencias entre gobierno y poder; cambian los operadores políticos en el gobierno, pero las relaciones del poder siguen incólumes. Se trata de una contradicción fundamental en la concepción y práctica de lo político, que se puede formular como la contraposición entre una matriz estadocéntrica de la acción política versus las transformaciones populares desde abajo y afectando directamente las relaciones de poder.

La tercera contradicción fundamental remite a las finalidades y sentidos de las transformaciones sociales. Por su pacto fundacional con la idea de “progreso” la discursividad progresista rinde culto a términos como “innovación”, “cambio”, “reforma”, “transición”, “novedad”, “transformación”, etc. A partir de W. Benjamin, reconocemos que la noción de “progreso” debe ser fundamentada desde la idea de “catástrofe”. El progresismo también pretende insuflar la percepción, altamente problemática, que todos los cambios conllevan siempre “adelanto” y “mejoría”. Las nociones más empáticas con el progresismo de “segunda generación” son “modernización”, “desarrollo”, “industrialización” y “capitalismo”. Se trata de un “progresismo” que ha renunciado a la aspiración de trascender o superar el capitalismo; todo lo contrario, ahora se trata de restaurar y remozar el capitalismo. Revitalizar el capitalismo en su fase transnacional, industrial, extractiva y financiarizada. Un “capitalismo progresista” que no cuestiona la explotación capitalista, sino adapta mejores condiciones para el crecimiento económico del capital. Consideramos que tienen razón aquellos investigadores al caracterizar el actual progresismo como una etapa del “neodesarrollismo” o una típica “matriz estatal-desarrollista”. Se trata de una contradicción en los fines últimos y sentidos de las sociedades contemporáneas que se expresa en la oposición entre el cierre capitalista a priori de la acción colectiva versus la pluriversidad heterotópica de los destinos humanos y naturales.

Las contradicciones peligrosas del progresismo

Denominamos contradicciones “peligrosas” a aquellas que amenazan profundamente la persistencia de un proyecto de izquierda anticapitalista y, al mismo tiempo, la propia existencia del progresismo; partimos de una tendencia a la disociación ideológica entre “izquierdas” y “progresismo”, pero también a una co-pertenencia existencial o destino común. Existe un relativo consenso en la teoría política latinoamericana en que algunos despliegues de ciertos progresismos pueden abrir la puerta a posiciones de derecha y extrema derecha, limitando las alternativas no capitalistas y anticapitalistas.

La cuarta contradicción de carácter peligroso, en el sentido que pretendemos adjudicarle, es aquella entre el “pactismo sin principios” y la “identidad política”. Su contenido devastador anida en sus graves consecuencias éticas, que desdibujan la acción política. Existen ineludiblemente vasos comunicantes entre la ética y la política; un accionar deslegitimado éticamente afecta necesariamente la legitimidad política. Denominamos “pactismo” a ciertas actitudes que acentúan la consecución de resultados a cualquier costo deslizándose hacia el “posibilismo” y el “pragmatismo”; tipos de alianzas por las “alturas” y con los poderes económicos y sociales dominantes, en cuyo marco las diferencias con los partidos “tradicionales” se desvanecen. Los acuerdos y alianzas que realizan ciertos progresismos latinoamericanos son incompresibles y antiéticas para las gentes del común. El “pactismo” se está convirtiendo en un dispositivo de desideologización, suspensión del juicio ético y pérdida de identidad política de los progresismos en el gobierno. 

La quinta contradicción peligrosa es aquella que se despliega entre las promesas prometidas o expectativas de cambio y los tiempos del poder instituido. La energía popular y el entusiasmo canalizado por la llegada progresista a los gobiernos ha sido muy relevante, pero la confusión y el desánimo prematuro ante sus realizaciones concretas ha sido desolador. La tensión entre la impaciencia de prontas transformaciones y su frustración temprana erosiona profundamente los progresismos realmente existentes. La llegada al gobierno del progresismo ha cabalgado sobre, por lo menos, tres pilares: en primera instancia, la deslegitimación y malestar frente al neoliberalismo; en segundo lugar, el horizonte de expectativas de transformaciones condensado en el acumulado de las luchas sociales; en tercer lugar, el profundo desgaste de los gobiernos inmediatamente anteriores por su mediocridad e indolencia ante las demandas sociales. Independientemente de las causas y motivos del incumplimiento con las promesas, algunas de las manifestaciones que produce esta contradicción son devastadoras: (a) Vaciamiento y desconfianza en la idea y experiencia del “cambio”; (b) Cuestionamiento del proyecto político porque hablan de “transformaciones” y “cambios” e imponen lo contrario de lo que predican; (c) Distanciamiento y desilusión genérica con las propuestas políticas “alternativas”; (d) Profundización del malestar con la política y posibles restauraciones de los partidos políticos tradicionales.

En un año se ha pasado en los discursos gubernamentales de la “transición capitalista verde” como supresión/mitigación de las energías fósiles a la teoría del “decrecimiento” y a algunas sugerencias de “desaceleración” para culminar en la aceptación extractivista (exploración/explotación) de energías fósiles, como “explorar en clave de energía” para la transición. En la Cumbre Amazónica de Belén, en Brasil, se lanza la inaudita propuesta de una OTAN incrustada en el pulmón de la humanidad. A esto no lo podemos llamar en sentido estricto una contradicción, sino una especie de “bruma mental”. Sabemos que una de las grandes colisiones del progresismo de “primera generación” con los movimientos sociales fue su aceptación acrítica o interesada del modelo neoextractivista. Asistimos con desolación a la contradicción cambiante entre “un” modelo capitalista verde de transición energética gubernamental y la restauración desenfrenada del “capitalismo caníbal”.

La sexta contradicción inquietante se establece entre los operadores gubernamentales del progresismo y sus relaciones con las organizaciones sociales, comunitarias, populares, sindicales y étnicas. Las instituciones estatales pretenden por diversos y variados dispositivos la instrumentalización, cooptación y subordinación de los movimientos y organizaciones sociales a la política gubernamental; se experimentan situaciones de limitación de la autonomía, la autodeterminación y la autogestión del movimiento social real. Lo anterior se incrementa cuando se presentan situaciones de excesiva concentración de poder, intransigencia frente al disenso y hechos de corrupción. Las causas de las anteriores deformaciones en las relaciones entre las luchas sociales y los gobiernos son diversas, pero en general residen en algunas que son centrales: la insistencia en realizar “pactos” por las alturas entre dirigentes; la confusión entre administrar o transformar; el dirigismo o tutelaje estatal; la propensión a concebir acciones solo “desde arriba”; la integración de cuadros históricos de la lucha social en el aparato estatal. Se trata de una contradicción hondamente peligrosa porque se mueve entre las fuerzas de potenciación antisistema y aquellas fuerzas de restauración del sistema; entre el incremento de las luchas sociales o la clausura del ciclo de luchas sociales tan solo para reposicionar el Estado, el gobierno y la sociedad existentes.

https://www.kienyke.com/politica/puntos-clave-del-discurso-de-petro-en-la-cumbre-iberoamericana

Contradicciones cambiantes del progresismo

Hemos denominado contradicciones “cambiantes” a aquellas contradicciones que no tienen una trayectoria evolutiva nítida y a las que la evanescente realidad política colombiana convierte en bastante inestables. Son relativas principalmente al contexto del progresismo colombiano y evocan urgencias políticas y sociales de nuestra realidad. Por tanto, son incomparables con otras experiencias progresistas de nuestro continente. Por razones expositivas mantenemos la enumeración.

La séptima contradicción “cambiante” se revela entre la discursividad progresista sobre la “paz total” y las realizaciones concretas en asuntos de paz en la Colombia contemporánea. Son contradicciones tanto conceptuales como prácticas. Reiteramos cómo la adjetivación totalizante y absoluta de la “paz” como “total” contiene problemas filosóficos y sociológicos bastante complejos. El primero remite a su mixtificación y maximalismo, ya que no puede existir ninguna situación, experiencia o institución que sea absolutamente perfecta; los planteamientos totalizantes contienen la eliminación de la diversidad, lo relacional y lo contingente. El segundo es la suposición de que lo “total” sugiere la eliminación de la conflictividad constitutiva de toda sociedad real; sería de cierta manera el culto a la “paz negativa” como “no guerra” o “no conflicto”. Tercero, elimina la condición procesual inherente a la construcción de paz y la convierte en un hecho estático. Las tensiones, oscilaciones y vacíos en las posibilidades de la realización práctica de la “paz total” son y serán colosales. De la propuesta original de activar negociaciones con “todas” las organizaciones armadas ilegales, se puede afirmar que solo se han iniciado con el Ejército de Liberación Nacional (ELN); además, se sostuvo que con esta insurgencia en tres meses ya existirían acuerdos. Ninguno de los “ceses de fuego” han funcionado en sentido estricto y tampoco se abre ninguna nueva negociación. La contradicción cambiante entre “paz total” versus “paz posible” o “paz realizable” se tensiona con los avatares de los discursos, las tendencias a la improvisación y los hechos de violencia diaria en los territorios. Se puede prever como una contradicción bastante abierta e impredecible en las condiciones del conflicto armado interno colombiano. 

La octava contradicción cambiante, bastante empática con la discursividad del progresismo colombiano, se alimenta de las vacilaciones relativas a la denominada “transición energética”. En un año se ha pasado en los discursos gubernamentales de la “transición capitalista verde” como supresión/mitigación de las energías fósiles a la teoría del “decrecimiento” y a algunas sugerencias de “desaceleración” para culminar en la aceptación extractivista (exploración/explotación) de energías fósiles, como “explorar en clave de energía” para la transición. En la Cumbre Amazónica de Belén, en Brasil, se lanza la inaudita propuesta de una OTAN incrustada en el pulmón de la humanidad. A esto no lo podemos llamar en sentido estricto una contradicción, sino una especie de “bruma mental”. Sabemos que una de las grandes colisiones del progresismo de “primera generación” con los movimientos sociales fue su aceptación acrítica o interesada del modelo neoextractivista. Asistimos con desolación a la contradicción cambiante entre “un” modelo capitalista verde de transición energética gubernamental y la restauración desenfrenada del “capitalismo caníbal” (N. Fraser).

La novena contradicción remite a la realidad y perspectivas del progresismo en sus tareas de contribuir a la integración de América Latina y el Caribe. Posiblemente uno de los componentes fuertes del progresismo de “primera generación” tiene relación con esta tarea integradora, y muchas de sus instituciones nacientes sumaban para ese objetivo: CELAC, UNASUR y ALBA. Retomaron el sueño de Martí y Bolívar sobre la independencia y la unidad como condiciones esenciales para la existencia y emancipación de Nuestra América, como también la necesaria distancia de la codicia agresiva del capitalismo norteamericano y cualquier forma de imperialismo. Los nuevos progresismos han desvanecido o abandonado las tareas integradoras, posiblemente por otorgarle prioridad a la consolidación de un “capitalismo nacional”. La decisión del progresismo “tardío” de consolidar un “capitalismo en serio” en nuestra región y designar los negocios y la furia del interés particular como máxima de acción, va a impedir cualquier esfuerzo cultural y ecológico de integración latinoamericana y caribeña. La reciente Cumbre Amazónica es un síntoma de alarma para la humanidad y nuestro continente: desconociendo la voz de los pueblos indígenas, los gobiernos progresistas no lograron ningún acuerdo sobre “deforestación cero” en el Amazonas y abrieron la puerta a la “borrachera petrolera”. Experimentamos la contradicción trágica entre una integración cultural y ecológica independiente de las furias del interés privado y una desintegración transnacional, racista y colonialista. Estamos convencidos de que cabalgaremos durante estos años sobre la tensión irresuelta entre las búsquedas de integración de nuestros pueblos y la desintegración gubernamental del capitalismo progresista.

Hemos intentado, partiendo de la cartografía de D. Harvey, develar algunas contradicciones estructurales del actual progresismo latinoamericano. La labor de este develamiento debe continuar siempre preservando las tareas históricas del pensamiento crítico. Solo así podremos contribuir a la aurora de una nueva cultura política que potencie la voz y las luchas populares hacia la tercera ola emancipatoria (H. Moldiz) de nuestro continente.

Referencias bibliográficas

Fraser, N. (2023). Capitalismo Caníbal. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Harvey, D. (2020). 17 contradicciones y el fin del capitalismo. Bilbao: Euskal Herriko Komunistak.

Modonesi, M. y otros. (2019). Los gobiernos progresistas latinoamericanos del Siglo XXI. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Moldiz, H. (2013). América Latina y la tercera ola emancipatoria. Ciudad de México: Ocean Sur.

Svampa, M. (2019). Las fronteras del neoextractivismo en América Latina. Berlín: CALAS.

Zibechi, R. (2015) Hacer balance del progresismo. Recuperado de: : http://contrahegemoniaweb.com.ar/hacer-balance-del-progresismo/#more-1730 

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