
Víctor Manuel Moncayo C
Exrector y Profesor emérito
Universidad Nacional de Colombia
De manera franca, aquí les diría lo siguiente, nosotros vamos a desarrollar el capitalismo”. “No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo en Colombia, los nuevos esclavismos y la nueva esclavitud.
Gustavo Petro en el Movistar Arena-Bogotá el 19 de junio al celebrar su victoria electoral.
En intervenciones anteriores 1 describimos como la encrucijada electoral en la cual estuvimos insertos durante un buen tiempo, había producido un eclipse que permitió ocultar la realidad, y enterrar toda manifestación verdaderamente crítica del orden social establecido, tanto en el pensamiento como en la acción social y política.
Los inicios del gobierno y la necesidad de vencer la ceguera
Superado ese momento con el indudable éxito electoral del Pacto Histórico, se ha iniciado un nuevo gobierno que muy rápidamente ha entrado en el proceso de sustitución y ocupación de las autoridades y cuerpos de los aparatos estatales, en medio de complejas y discutibles circunstancias, asociadas a la diversidad de los integrantes políticos y sociales de la alianza triunfante, y a la necesidad de la composición de condiciones de gobernabilidad con expresiones orgánicas o personales de la clase política, aún presentes con peso significativo en la rama legislativa o en las entidades territoriales. Se trata, en efecto, de los primeros pasos de la instalación burocrática, que ha supuesto la designación del gabinete ministerial, el control relativo de las direcciones de la instancia legislativa y, más recientemente, la remoción y reemplazo de la llamada cúpula de las fuerzas militares y de policía.
Todo ello unido a los iniciales anuncios de los principales ejes del programa de gobierno, en materias tales como la reforma tributaria, la adecuación y modificación del proyecto de presupuesto elaborado y presentado por el gobierno de Duque, la transición energética, la sostenibilidad ambiental, las respuestas al cambio climático, y las múltiples reformas económicas y sociales atinentes a la reforma agraria integral, a la sustitución de cultivos ilícitos, a la política de reindustrialización, al régimen laboral, y a los sistemas de educación, salud, seguridad social, vivienda y seguridad alimentaria. Obviamente, en el contexto obligado de la necesaria superación de la conflictividad violenta, para lograr la denominada paz completa o total, considerada como condición indispensable de toda la gestión gubernamental, que debe definir una nueva estrategia de seguridad humana que privilegie la vida.
Este cambio de gobierno, puede representar un viraje simplemente progresista que pinta de rosa los aparatos estatales, o podría desencadenar una desestabilización o modificación del régimen político, con la connotación conceptual que le hemos asignado: conformación del bloque de poder para garantizar la existencia y reproducción del sistema, a partir del reconocimiento de sus elementos esenciales, y con eventuales modificaciones de los aparatos estatales.

Los inicios del gobierno y la necesidad de vencer la ceguera
Estos inicios del nuevo gobierno han sido recibidos por muy amplios sectores de la población, como el comienzo decidido y frontal del cambio ofrecido, produciendo un efecto de difícil descripción, pero que sin duda, y quizás por la novedad de las primeras ejecutorias, es la de un cierto enceguecimiento, que de una manera distinta a la tramoya electoral ya desarticulada, no nos permite regresar a considerar de manera crítica la realidad fundamental de la naturaleza capitalista de una sociedad como la nuestra. Interrumpir ese fenómeno de ceguera no es tarea fácil, pero está unida indisociablemente a las formulaciones conceptuales que hemos tratado de presentar en escritos precedentes.
La primera de ellas, que estimamos insoslayable, es reconocer la realidad del orden social capitalista vigente en el planeta y, en particular, en cada una de las sociedades, como la colombiana, con los rasgos históricos que las especifican. En esta dimensión, nos enfrentamos a una confesión explícita del nuevo gobierno, como la que hemos mencionado como epígrafe de este escrito: se trata no de enfrentar ni de intentar contribuir a la ruptura del capitalismo, sino de desarrollarlo, pues aún no ha alcanzado su plena madurez por su deformaciones premodernas, feudales o esclavistas.
No se trata, obviamente, de una postura cercana a la corriente aceleracionista 2 , sino de la aceptación o aquiescencia con el sistema de organización social vigente que, según las voces de la confesión, no hay que superar sino perfeccionar, adecuándonos a sus principios y valores esenciales, empezando por el de la legitimidad de la propiedad privada, ya reconocida ante notario por el candidato devenido Presidente. Es una circunstancia que ya advertíamos en nuestras adhesiones públicas a la candidatura Petro en mayo de 2018 y en junio de 2022: entendíamos que el programa no se orientaba a la superación del capitalismo en su fase actual, pero comprendíamos también, como aún lo podemos hacer hoy, que su gobierno podía ofrecer mejores condiciones para las reivindicaciones políticas, sociales y comunitarias transformadoras de la sociedad colombiana, por el momento reprimidas o sin un horizonte definido.
Las perspectivas son aún inciertas, pues definitivamente es muy precipitado avanzar más en los efectos que producirá el nuevo gobierno, y muchísimo menos sabemos en qué momento podremos liberarnos del enceguecimiento que ha sucedido al eclipse electoral. Lo único que abrigamos con alguna certeza es que ya hemos conocido la naturaleza de los movimientos de resistencia varias veces evocados, en los cuales, sin duda, hay un cierto aliento de un potencial constituyente, que puede retomar la senda de búsqueda de un nuevo orden histórico que supere el capitalismo y que no conduzca a la renovación de las formas de dominación.
Situados, por lo tanto, ante esa realidad programática del Pacto Histórico, y sobre todo apreciando el cúmulo de expectativas y esperanzas que ha suscitado el exitoso suceso electoral, determinado por múltiples factores que permitieron por primera vez romper los límites del entramado electoral, asistimos en este momento solamente a un cambio de gobierno, que nos deslumbra con sus primeras y acertadas decisiones y comportamientos, que alimentan la ausencia de visibilidad de la problemática más profunda del orden capitalista y, de alguna manera, contienen por el momento el torrente de expresiones sociales de verdadera ruptura, que permanecen latentes después de los acontecimientos y movilizaciones de noviembre de 2019 y abril de 2021, pero que como potencia están al acecho.
Ese cambio de gobierno, puede representar un viraje simplemente progresista que pinta de rosa los aparatos estatales, o podría desencadenar una desestabilización o modificación del régimen político, con la connotación conceptual que le hemos asignado: conformación del bloque de poder para garantizar la existencia y reproducción del sistema, a partir del reconocimiento de sus elementos esenciales, y con eventuales modificaciones de los aparatos estatales.

Una posible prospectiva sobre el régimen político
Aunque aún es prematura o temprana una prospección de los efectos que podría provocar el nuevo gobierno respecto de la desestabilización o modificación del régimen político, y dada la ausencia de una caracterización pertinente del actual régimen político, los prolegómenos del gobierno de Petro, podrían sugerir la presentación de estas eventualidades:
a) El tratamiento que se ha anunciado para lograr la paz completa, cuyos rasgos aún no se han definido, podría implicar modificaciones esenciales en el campo de los comportamientos delictivos, asociados o no a organizaciones con significación política, pues de alguna manera y bajo modalidades diferentes supondría alterar o suspender el tratamiento ordinario o normal, tanto en lo sustantivo (tipicidades penales) como en las formas de juzgamiento y sanción (cambios jurisdiccionales). Dado su vínculo con las actividades económicas ilícitas, que de alguna manera forman parte del sistema productivo, exigiría considerar también de manera excepcional sus capitales y rentas, con las limitaciones derivadas del contexto internacional y de las políticas de los Estados Unidos en esta materia (política antidrogas).
b) Según el curso del debate tributario, un elemento central es el gravamen a la actividad extractiva (hidrocarburos, carbón y otros metales) mediante tasas diferenciales específicas para las exportaciones, exclusión de ciertos beneficios, no reconocimiento de las regalías como costos deducibles, e imposición de los dividendos, que afectaría a los empresarios nacionales y extranjeros de este sector y a los asociados a ellos de manera directa o indirecta, quienes en la actualidad son beneficiarios principales del sistema como integrantes del bloque de poder.
c) El mismo efecto se podría producir en relación con el conjunto empresarial (sin distinciones de tamaño) que perdería beneficios tributarios y respecto del cual se conservaría la actual tarifa de imposición, obviamente extensible a las unidades relacionadas con ese conjunto en forma directa o indirecta, circunstancia que unida al gravamen a los dividendos, podría perturbar o desestabilizar el funcionamiento del bloque de poder. Al respecto ya la asociación que agrupa a los pequeños empresarios (ACOPI) ha advertido sobre la necesidad de que sus gravámenes sean diferenciados.
d) De otra parte, como resultado de la estrategia de industrialización del sector agropecuario y de la reforma agraria integral, los sectores en la actualidad vinculados al mismo podrían considerarse igualmente excluidos del bloque de poder, así como los relacionados con ellos en la actual estructura productiva. Se verían sustituidos por los nuevos agentes de ese sector, que surgirían al tiempo con los de otras áreas prioritarias de la reindustrialización como las ligadas al turismo y a la economía digital.
e) En otra dimensión, si se logra limitar o reducir de manera significativa la captación de recursos públicos por parte de los agentes de la corrupción, así como la apropiación indebida de propiedades rurales o de recursos naturales, sus agentes ya no formarían parte de los beneficiarios del régimen.
f) Si el contenido de las reformas sociales en materia de salud, seguridad social, pensiones, salud, salarios, educación, vivienda y alimentación no es meramente cosmético, la apropiación de los recursos públicos o privados por las empresas y organizaciones que hoy gestionan esas áreas de manera mercantil cesaría, poniendo fin a su pertenencia al régimen como integrantes del conjunto dominante.
g) Finalmente, si el sector financiero no solo es afectado de manera sensible por la tributación, sino que se redefine en función de otras prioridades distintas a las de la acumulación por la vía de las múltiples formas de endeudamiento, sus agentes tanto nacionales como externos también desaparecerían como elementos centrales del régimen.
h) Finalmente, el reordenamiento del régimen político que se derivaría de una o varias de las eventualidades enunciadas comportaría efectos muy importantes en la redefinición de las capas poblacionales que hoy confluyen en esa heterogeneidad múltiple, compleja y heterogénea, que viene buscando de manera intermitente su participación real en el régimen político.
Como es fácil advertirlo, estamos pensando con el deseo. No es excesivo decir que esas realidades imaginadas son, en este momento, solo proposiciones que podrían contribuir a fortalecer las organizaciones y las luchas con renovadas perspectivas de ruptura sistémica en un mediano plazo, si, como siempre hemos planteado, las condiciones de intervención y participación no se ven interrumpidas por las acciones defensivas del orden social productivo vigente que, desde ya, anuncia detenerlas y obstaculizarlas en múltiples espacios y con todos los medios. Es por ello que, en medio de este proceso del nuevo gobierno, es cardinal el llamado a la organización ⎼reclamado por el Presidente⎼ de todos los integrantes que hoy sufren la desigualdad, la injusticia y la exclusión.
El momento político que vivimos es el descrito, con muchos elementos positivos planteados con prontitud por el nuevo gobierno durante el proceso de ocupación de los aparatos estatales, y de formulación y concreción de sus principales estrategias. Sin embargo, las perspectivas son aún inciertas, pues definitivamente es muy precipitado avanzar más en los efectos que producirá el nuevo gobierno, y muchísimo menos sabemos en qué momento podremos liberarnos del enceguecimiento que ha sucedido al eclipse electoral. Lo único que abrigamos con alguna certeza es que ya hemos conocido la naturaleza de los movimientos de resistencia varias veces evocados, en los cuales, sin duda, hay un cierto aliento de un potencial constituyente, que puede retomar la senda de búsqueda de un nuevo orden histórico que supere el capitalismo y que no conduzca a la renovación de las formas de dominación.

1 Víctor Manuel Moncayo. “Ante el eclipse electoral: ¿es posible una táctica defensiva?”. Revista Izquierda, mayo 2022, y “Por una alternativa crítica a la encrucijada electoral”. Revista Izquierda, junio 2022.
2 «El aceleracionismo es una herejía política: la insistencia en que la única respuesta política radical al capitalismo no es protestar, agitar, criticar, ni tampoco esperar su colapso en manos de sus propias contradicciones, sino acelerar sus tendencias de desarraigo, alienantes, descodificantes, abstractivas». Armen Avanessian y Mauro Reis (2017). Aceleracionismo: Estrategias para una transición hacia el post-capitalismo. Buenos Aires: Ed. Caja Negra.