Sergio De Zubiría Samper
Profesor Titular Doctorado en Bioética
Universidad El Bosque
Presidente Fundación Walter Benjamin para la Investigación Social
La reactivación política y los avances electorales de la extrema derecha a nivel planetario están interpelando a la academia y los movimientos sociales revolucionarios. El avance de la ultraderecha en la mayoría de los países de Europa y la llegada reciente de Milei a la presidencia de Argentina han prendido las alarmas en el pensamiento crítico contemporáneo. Sus resultados en las recientes elecciones al Parlamento Europeo, en países como Alemania y Francia, exigen estudios sistemáticos. En el curso de estos acontecimientos ya podemos empezar a sistematizar algunas de sus enseñanzas. Estamos obligados a reflexionar sobre unas primeras lecciones y orientar investigaciones profundas sobre este fenómeno global.
El presente escrito intenta contribuir a iniciar esta sistematización. Su estilo cabalga entre unas lecciones aún algo intuitivas y la urgencia de una agenda sistemática de investigación. Las denominamos “intuitivas” sin ninguna carga peyorativa, sino porque aún falta elevarlas a nivel de conceptos y categorías. Pero también reconocemos que no hemos podido convertirlas aún en una agenda sistemática y colectiva de investigación.
Dividimos estas reflexiones en tres partes. La primera es una enumeración de estas primeras lecciones, con la plena conciencia que cada variante exigiría un artículo completo. La segunda consiste en un retorno y llamado de atención a seguir pensado a fondo los procesos de fascistización en el mundo actual. La tercera contiene algunas notas fragmentarias sobre ciertas tareas para contener el ascenso de la derecha y el fascismo en nuestro continente.
Primeras lecciones
Los primeros aprendizajes del ascenso de las derechas a nivel global podrían agruparse con algún criterio clasificatorio y posiblemente el más adecuado sería los niveles teóricos, metodológicos y prácticos. Pero el hibridismo que los caracteriza y su dimensión aún intuitiva, nos recomienda dejar esta tarea para ensayos posteriores. En su exposición se percibe su mayor o menor proximidad a lo teórico, lo metodológico y lo práctico.
La primera lección evoca la tardanza o letargo como hemos asumido o llegado a la temática. En prosa ordinaria: estamos llegando demasiado tarde tanto en investigación como en producción bibliográfica. O tal vez, una pregunta con cierto tono ciego y trágico, como la formulada por P. Stefanoni: ¿La rebeldía se volvió de derecha sin darnos cuenta? El Seminario Internacional Las derechas en América Latina: problemas, desafíos y perspectivas, convocado en 2014, postuló la siguiente tesis: hay que reconocer la falta de una reflexión historiográfica y teórica sobre esta familia política. Una década ha transcurrido y aún no hemos escuchado su urgencia.
Podemos sostener que no se trata de una actitud intencional “negacionista”, pero sí postular la existencia de motivos profundos que han aplazado o impedido otorgarle prioridad a esta problemática. Algunos de esos motivos son: (a) Tanto en la región como en Colombia la teoría política y las ciencias sociales llevan dos décadas centradas en diagnosticar los gobiernos progresistas, nacional-populares y el denominado postneoliberalismo; (b) Son escasos en nuestro continente los partidos, movimientos o ideólogos que se adscriben de forma explícita al fascismo, prefiriendo utilizar expresiones como “conservadores”. “nacionalistas” o “centro derecha”; (c) Identificamos la “derecha” con los respectivos partidos tradicionales existentes en los respectivos países.
Nuestra primera tesis: el fascismo es un fenómeno típicamente moderno, pertenece a la fase capitalista de desarrollo social, no a sociedades precapitalistas o feudales. Para W. Benjamin, existe un nexo secreto entre progreso tecnológico y fascismo; por tanto, los oprimidos siempre vivirán con la amenaza de este “estado de excepción”; en M. Horkheimer y T. Adorno, el fascismo es el peor producto posible de la modernidad capitalista, al ser una forma reaccionaria de “modernismo” que nunca critica la lógica del capital. El fascismo nunca será una tendencia antisistema; se usará para legitimar el capitalismo en sus crisis, y se opondrá siempre a cualquier proyecto emancipatorio para restaurar una modernidad capitalista totalitaria.
En el caso colombiano, el historiador J. Guerrero, plantea el predominio de una historiografía liberal y progresista, que acentúa en su enfoque las fuerzas que propugnan por el cambio, las reformas y la revolución. Una mirada unilateral en el conocimiento del pasado con escasas investigaciones sobre la derecha y la extrema derecha colombiana, muy limitada en su perspectiva internacional y escasa en historia comparada. Con las excepciones del pensador Gerardo Molina y el historiador inglés Chistopher Abel.
La segunda lección evidencia la potencia y vigencia de la diada histórica y política moderna izquierda/derecha. Aquellos lugares comunes que divulgaron el “fin de las ideologías” y el “fin de la historia”, postulando el anacronismo de la distinción izquierda/derecha eran y son meros artificios ideológicos. Como lo anticipó I. Wallerstein al sostener como el periodo comprendido entre 1990 y 2025 sería de poca paz, poca estabilidad y poca legitimidad (Paz, estabilidad y legitimación. Akal, 2004). Y recientemente plantea M. Lazzarato, en su último libro: “Tras la caída del Muro de Berlín, en lugar de llegar a su fin, la historia empezó a correr, acelerando gradualmente y precipitándose hacia el cambio de siglo” (p. 10). Actualmente podemos sostener que todos estos acontecimientos ratifican como la mayor expresión de una ideología (falsa conciencia) es suponer que no existen ideologías y que la pretensión de suprimir la diada izquierda/derecha es exclusivamente un dispositivo de control ideológico.
La tercera enseñanza consiste en constatar que aquella idea de historia como algo lineal, evolutivo, gradual, progresivo y ascendente está colmada de ingenuidad y posiblemente de mala fe. Se trata de una idea o imaginario dominante en la modernidad europea, que no expresa el movimiento real de las sociedades, como tampoco de los seres humanos y la naturaleza. La historia concreta es contradictoria, inesperada, bifurcable, reversible, rizomática y, en muchos momentos, también impensable. La verdadera historia se acerca mucho más a ese “manotazo” o “freno de emergencia” para detener esa locomotora autodestructiva que llamamos “progreso”; tenemos que evocar la Tesis IX de la historia de W. Benjamin.
El cuarto aprendizaje exige reconocer, como lo reiteró la Escuela de Frankfurt desde sus inicios, que los tiempos de crisis capitalista y civilizatoria son fértiles para la emergencia del fascismo y la derecha. Recuperar esa alta sensibilidad de sus fundadores para los fenómenos de autoritarismo, el totalitarismo y el fascismo. Sus estudios sobre las estrechas relaciones entre la estructura autoritaria del carácter (personalidad autoritaria) y el comportamiento político; como también la dimensión sadomasoquista como núcleo de la personalidad autoritaria; los penetrantes análisis sobre la cultura de masas y las industrias culturales, que ratifican la tesis de la construcción de las “lealtades políticas” a partir del “artefacto” medios de comunicación masiva. Rememorar siempre el Imperativo categórico formulado por T. Adorno en la Dialéctica Negativa: la filosofía y la educación deben prestarle su voz al sufrimiento y evitar que Auschwitz se repita. Perder de vista los espectros o vestigios del fascismo, como lo sabía muy bien Primo Levi, puede conllevar su retorno a causar mayores estragos, ahora plenamente robustecido, porque las puertas de ingreso a Auschwitz siempre estas abiertas y demasiado cerca.
La quinta lección ilustra que ciertos argumentos e imaginarios sociales para excluir del debate sobre las derechas el fenómeno del fascismo son bastante discutibles. Un aplazamiento o negación de los procesos concretos de fascistización es completamente inconveniente. Tres afirmaciones bastante divulgadas para impedir esta problemática deben debatirse a fondo. La primera es postular la inexistencia de fascismo porque no se utiliza el terror físico directo de los campos de concentración o las prácticas de exterminio: sabemos que la “solución final” fue un resultado posterior del largo proceso societario de fascistización y pretendieron siempre, además, invisibilizarlo como lo muestra agudamente la película “Zona de interés”. La segunda consiste en suponer que los regímenes de “democracia liberal formal” y “Estado de derecho” no contienen componentes fascistas: subrayamos como, para T. Adorno y H. Marcuse, la supervivencia del fascismo en la democracia es potencialmente más amenazante que la supervivencia de tendencias fascistas contra la democracia. La tercera sugiere que el fenómeno fascista solo es pertinente para el continente europeo (no para Latinoamérica) y para las décadas iniciales del siglo XX: reconocemos la existencia histórica de movimientos fascistas en todos los países del continente y su expansión en movimientos sociales actuales.
Procesos de fascistización y modelos interpretativos
El concepto de “fascismo” desde sus orígenes contiene tres núcleos de tensión, que hacen del vocablo una noción compleja, y por momentos, bastante ambigua. El primero, el concepto pretende ser un sistema de ideas y creencias plenamente articulado o más bien un conjunto intencionalmente de figuras cambiantes, eslóganes y símbolos. El segundo, contiene “vecindades semánticas” con nociones como “totalitarismo”, “dictadura”, “autoritarismo” y “populismo”, como también con “patriotismo” y “nacionalismo”. El tercero, su aplicación o uso, por momentos indiferenciado, a órdenes diferentes como “movimiento”, “ideología”, “régimen” o “formas de socialidad”.
Los anteriores núcleos de tensión despliegan acentos en la aproximación al fascismo. Con relación al primer núcleo existen aproximaciones que le otorgan al fascismo una unidad conceptual y ciertos componentes universales, como también aquellas que le adjudican una dimensión más bien adaptativa y flexible. Para esta última interpretación, el fascismo nunca llegó a ser un sistema de ideas y creencias completamente articulado, cerrado, porque además no lo pretendió. Frente al segundo hito de tensión, debemos constatar la existencia de cierta “indeterminación” del concepto fascismo con algunas “vecindades semánticas”; especialmente con “dictadura”, “totalitarismo”, “autoritarismo” y “populismo”. Cuando hablamos de fascismo estamos hablando de “dictadura” pero esta no es necesariamente fascismo; dictadura no equivale a fascismo. En medio de los “usos” y “abusos” del concepto “totalitarismo”, como lo ha mostrado E. Traverso, llevando a desmesuras históricas como su uso para una “apología de la visión liberal del mundo” o el borramiento de las diferencias entre la historia rusa y alemana, también podemos sostener que el “totalitarismo” no es un atributo exclusivo del fascismo; existen sociedades de administración total sin ser plenamente fascistas. El fascismo es mucho más que ser autoritario, aunque este no pueda existir sin rasgos y personalidad autoritaria, como lo han investigado W. Reich, M. Horkheimer y T. Adorno. Los nexos con el “populismo” son bastante entrecruzados y enredados; es necesario reconocer que el uso de los adjetivos fascista y populista es un problema serio de la teoría política y la ciencia de la historia contemporánea. El tercer núcleo de tensión recomienda distinguir sus usos cuando estamos remitiendo a una “ideología”, un “régimen político”, un “partido”, un tipo de “personalidad”, un modo de vida, etc.
Para rodear la categoría “fascismo” partimos de tres tesis, colmadas de polémicas teóricas, pero consideramos orientan adecuadamente hacia caminos de su comprensión; además, proponemos cuatro modelos interpretativos en la teoría social contemporánea.
Nuestra primera tesis: el fascismo es un fenómeno típicamente moderno, pertenece a la fase capitalista de desarrollo social, no a sociedades precapitalistas o feudales. Para W. Benjamin, existe un nexo secreto entre progreso tecnológico y fascismo; por tanto, los oprimidos siempre vivirán con la amenaza de este “estado de excepción”; en M. Horkheimer y T. Adorno, el fascismo es el peor producto posible de la modernidad capitalista, al ser una forma reaccionaria de “modernismo” que nunca critica la lógica del capital. El fascismo nunca será una tendencia antisistema; se usará para legitimar el capitalismo en sus crisis, y se opondrá siempre a cualquier proyecto emancipatorio para restaurar una modernidad capitalista totalitaria.
La segunda tesis: el fascismo es un fenómeno global transnacional que adopta variantes nacionales, es decir, una ideología transnacional con variantes nacionales. Como ideología nunca pretendió ser “nueva”, ni de “ruptura”, como tampoco “cerrada” y por ello recupera un nacionalismo conservador y reaccionario. Su ultranacionalismo, antiilustración y antimarxismo se acoplan a las particularidades históricas nacionales. Por ejemplo, en el caso español, el franquismo es una “tradicionalización totalitaria del fascismo católico” (R. Morodo), y el fascismo latinoamericano constituye la continuidad del Imperio español como una “manera primaria de promover un antiimperialismo republicano autoritario” (F. Finchelstein).
La tercera tesis: la investigación histórica ha encontrado relaciones entre el populismo de derecha y el fascismo, tanto en sus orígenes históricos como en sus prácticas sociales. Nada impide que este populismo recaiga en sus antiguos fundamentos fascistas; es una exigencia moral y política tener conciencia de este peligro. En la perspectiva de Freud y Benjamin, después de Auschwitz toda la cultura occidental, junto con la crítica contra ella, se han convertido en basura. Para M. Lazzarato, el nuevo fascismo es otra cara del neoliberalismo; para F. Finchelstein, el populismo moderno germina a partir del fascismo.
Ubicamos, por lo menos, cuatro modelos interpretativos de aproximación al fascismo en la teoría social contemporánea. Sus diferencias giran en torno a los siguientes criterios: (a) La existencia de características comunes universales o rasgos exclusivamente contextuales nacionales; (b) Acento en la continuidad de los fascismos o en las rupturas y discontinuidades; (c) Concepción procesal del fenómeno o análisis sincrónicos y estáticos; (d) Insistencia en sus características como régimen político o relevancia de los procesos societarios y producción de subjetividades.
El primer modelo plantea tanto el universalismo de las características como la continuidad histórica. Ubicamos en esta perspectiva los trabajos de Eco, Gentile y Payne. Basta remitir al texto anticipatorio de Umberto Eco, en 1995, sobre “Las catorce características de todo fascismo”. Allí el filólogo italiano destapa los eufemismos y las frivolizaciones que evitan llamar las cosas por su nombre, señalando que la mera presencia de una de las catorce características permite “el desarrollo del fascismo”. Y enumera con enorme lucidez estos elementos: 1. El culto a la tradición; 2. El rechazo a lo moderno; 3. El culto a la acción por la acción; 4. El desacuerdo experimentado como traición; 5. El miedo racista a la diferencia; 6. La apelación constante a la frustración social para movilizar; 7. La obsesión con una conspiración; 8. Los enemigos son construidos al mismo tiempo como fuertes y débiles; 9. El rechazo del pacifismo como una forma de comercio del enemigo; 10. El desprecio por los débiles hacia formas de elitismo; 11. El heroísmo es una norma y en este culto al héroe hay un culto a la muerte; 12. El machismo como manifestación del armamento acompañado de la misoginia y la homofobia; 13. Un populismo “selectivo”; 14. Habla una especie de neolengua: un vocabulario empobrecido y una sintaxis elemental para impedir el razonamiento complejo y crítico.
El segundo modelo es más precavido con la generalización e insiste en la necesidad de mantener un equilibrio entre continuidad y discontinuidad. No pueden ser idénticos el fascismo del siglo XX y los despliegues contemporáneos. Disponemos de dos textos importantes que aportan análisis en esta perspectiva: “El monstruo amable ¿El mundo se inclina a la derecha?” (2008), de Rafaele Simone y “Las nuevas caras de la derecha” (2018), de Enzo Traverso. El primero decide acoger la noción de “neoderecha” y el segundo de “posfascismo”. La apuesta de Simone es por la “novedad” de la nueva derecha; la de Traverso por la urgencia de mantener rasgos de “continuidad” y de “discontinuidad” en ese “posfascismo”.
La tercera vía interpretativa recupera los aportes del Instituto de Investigación Social de Frankfurt. El contexto particular de sus trabajos es el fascismo alemán y norteamericano. Dos textos hitos de esta tradición son “Psicología de masas del fascismo” (1933), de W. Reich y “La personalidad autoritaria” (1950), coordinado por M. Horkheimer. Esta última es la obra más ambiciosa y sistemática sobre la producción de subjetividades “potencialmente” fascistas. Comparten la urgencia de estudiar a fondo los factores subjetivos de la historia que inciden en la atracción por el fascismo y la necesidad de incluir los aportes del psicoanálisis. Para Reich, la institución donde se opera la conjunción entre los intereses económicos y sexuales del Estado autoritario es la familia autoritaria por eso dedica esfuerzos a investigar la teoría racial del fascismo y la estructura de la familia autoritaria. La teoría racial del fascismo alemán plantea la purificación de la raza y su protección del mestizaje para evitar la decadencia de la “raza superior”.
La segunda tesis: el fascismo es un fenómeno global transnacional que adopta variantes nacionales. Como ideología nunca pretendió ser “nueva”, ni de “ruptura”, como tampoco “cerrada” y por ello recupera un nacionalismo conservador y reaccionario. Su ultranacionalismo, antiilustración y antimarxismo se acoplan a las particularidades históricas nacionales. Por ejemplo, en el caso español, el franquismo es una “tradicionalización totalitaria del fascismo católico” (R. Morodo), y el fascismo latinoamericano constituye la continuidad del Imperio español como una “manera primaria de promover un antiimperialismo republicano autoritario” (F. Finchelstein).
El cuarto modelo subraya la existencia de un “fascismo societario” como producción de subjetivación fascista. Su acento es en aquellas prácticas sociales que desatan comportamientos fascistas. Recordemos que el prólogo que M. Foucault elaborado para la edición inglesa (1977) de la obra El Anti-Edipo (1972), de G, Deleuze y F, Guattari, se titula “Introducción a una vida no fascista”. Lo considera el “enemigo mayor”, el “adversario estratégico”, porque se “halla dentro de todos nosotros, que acosa nuestras mentes y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, desear aquello mismo que nos domina y explota (…) ¿Cómo se hace para no convertirse en fascista aun cuando (especialmente cuando) uno cree ser un militante revolucionario?” (Foucault, 1994).
Estos modelos interpretativos nos muestran la importancia de perpetuar el debate sobre el fascismo y la necesidad de consolidar categorías apropiadas que logren develar el dinamismo del proceso, sus rasgos de continuidad y ruptura, como también la memoria que la amenaza siempre está ahí. Nos parecen sugerentes nociones como procesos de fascistización, protofascismo, fascismo en ciernes, estrategias de fascistización, fascismo societario, subjetivación fascista, entre otras.
Perspectivas Continentales
La investigación y compresión de las derechas y los procesos de fascistización en nuestra región exigen tareas conceptuales, pero también orientaciones para la acción política. Hemos tratado de contribuir en este escrito a este primer momento: sistematizar algunas lecciones y clarificar ciertas dimensiones teóricas. De manera “fragmentaria”, como lo anunciamos al inicio de este escrito, consideramos importante señalar también acciones prioritarias. Subrayamos cuatro que consideramos urgentes. Las perspectivas políticas de nuestro continente están mediadas por tomar decisiones inmediatas en estos cuatro campos. Son muchas más, pero planteamos éstas como ineludibles.
El primer ámbito exige avanzar en la caracterización de las peculiaridades, rasgos y prácticas de la derecha y los procesos de fascistización en la región con sus diferencias relativas a la derecha de otras latitudes. El economista argentino C. Katz ha dado pistas importantes en esta tarea: (a) No son nacionalistas ni desarrollistas, sino solo pro capitalistas; (b) Expresan la reacción de los grupos privilegiados dominantes contra los gobiernos populares y progresistas de la década precedente; (c) Tienen un perfil reactivo y revanchista reforzando diatribas contra el igualitarismo y la amenaza socialista; (d) Provocan una reacción neopatriarcal contra los derechos de las mujeres y el feminismo; (e) Avanzan con el resurgimiento de las religiones, el retorno de la cuestión de las identidades y la nostalgia de logros perdidos; (f) Manifiestan una enemistad con los humildes y admiración con los poderosos; (g) Tienen una agenda propia y abierta, pero destacan asuntos como la demagogia punitiva, las campañas contra la delincuencia y se revisten de antipolíticos; (h) Han decidido confrontar en la calles y recurrir a la movilización social. Habría que atender también la introyección de la “seguridificación” de todos los ámbitos de la vida, la instrumentalización de la violencia y el ambiente generalizado global de militarización y guerras.
El segundo campo es el estudio riguroso de las formas de resistencia a los avances de la derecha en los casos nacionales de Bolivia, Venezuela y México. Experiencias políticas muy disímiles, que muestran la pluriversidad y creatividad popular de nuestra región. Las experiencias comparadas son una obligación en el momento actual del pensamiento crítico. También las experiencias derrotadas producen importantes aprendizajes: el caso argentino debe ser estudiado con severidad. La filósofa Nancy Fraser plantea como en USA y América Latina está apareciendo un voto de castigo al “neoliberalismo progresista” ante la ausencia de una “izquierda genuina”: una que no acepte la disyuntiva entre la derecha y el neoliberalismo progresista.
La tercera dimensión es la conformación sostenible de escuelas y centros de formación política en un momento de preocupante desideologización y abandono de la teoría política. Sin transformación de las conciencias, sin formación política permanente no se construye hegemonía expansiva. Rememorar la obsesión de Lenin en el centenario de su muerte: en tiempos de oportunismo y activismo ciego, jamás se insistirá lo suficiente sobre esta idea “Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”.
El cuarto campo es la discusión a fondo de la táctica y la estrategia de la lucha cultural, social, política e ideológica contra la derecha. Las propias respuestas del progresismo y la izquierda son determinantes. Para Katz, en nuestro contexto, se han presentado por lo menos dos tipos de estrategias políticas. La primera, un tipo de “progresismo moderado” e “izquierda institucionalizada”, que responde con la conciliación, la vacilación, la austeridad, con incapacidad para la transgresión, que hace concesiones e incumple sus promesas, creando las condiciones para “planes convencionales” del retorno de la derecha o tránsitos a caminos autoritarios neoreligiosos (Bukele) o filofascistas neoliberales (Milei). La segunda, una respuesta de las izquierdas anticapitalistas y el progresismo, asumiendo la confrontación con las derechas, radicalizando las transformaciones sociales, cumpliendo sus promesas, comprendiendo las frustraciones de las contrarreformas neoliberales y hablando el lenguaje de las gentes del común. La contención de la derecha y del fascismo no es un asunto electoral, tampoco una unidad programática de partidos o de alternancia partidista; la tradición clásica de la izquierda revolucionaria reconoce que se trata siempre de lógicas de construcción de hegemonía o contrahegemonía.
La tercera tesis: la investigación histórica ha encontrado relaciones entre el populismo de derecha y el fascismo, tanto en sus orígenes históricos como en sus prácticas sociales. Nada impide que este populismo recaiga en sus antiguos fundamentos fascistas; es una exigencia moral y política tener conciencia de este peligro. En la perspectiva de Freud y Benjamin, después de Auschwitz toda la cultura occidental, junto con la crítica contra ella, se han convertido en basura. Para M. Lazzarato, el nuevo fascismo es otra cara del neoliberalismo; para F. Finchelstein, el populismo moderno germina a partir del fascismo.
Referencias bibliográficas
Eco, U. Contra el fascismo (2000). Barcelona: Lumen.
Foucault, M. (1994). Introducción a la vida no fascista. Revista Zona Erógena, No. 18. Buenos Aires.
Katz, C. (2023). ¿Fascismo, populismo o ultraderecha?: y el renovado formato
de la vieja derecha Latinoamericana. Argum., Vitória, v. 15, n. 1, p. 227-244.
Lazzarato, M (2024). ¿Hacia una nueva guerra civil mundial? Buenos Aires: Tinta Limón.
Stefanoni, P. (2021). ¿La rebeldía se volvió de derecha? Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Traverso, E. (2016). Espectros del fascismo: pensar los derechos radicales en el siglo XXI.
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