Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

La discursividad política del “buen racista” en 14 frases

Colectivo Rosa Luxemburgo

Colombia

 

La Revista Izquierda publica este texto sobre el fenómeno del racismo, enviado a nuestra redacción. Consideramos que constituye una contribución relevante al debate, porque las autoras ‒integrantes de un colectivo de mujeres que se identifica con la obra y la vida de la revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo‒, aplicando una metodología de análisis del discurso, logran develar expresiones y consideraciones que pudieran evidenciar manifestaciones racistas. Ellas han optado por no firmar con nombres propios para simbolizar las luchas de resistencia y emancipación femenina, y otorgar prioridad a lo común sobre las obsesiones individualistas características del capitalismo.

 

El 27 de julio de 2025, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, publicó en su cuenta de X (antes Twitter) el siguiente mensaje:

Este mensaje sintetiza gran parte de las declaraciones y posturas públicas del presidente Gustavo Petro en torno a los temas de racismo, igualdad, el rol de la vicepresidenta Francia Márquez y la gestión del Ministerio de Igualdad. Para este análisis, nos enfocaremos exclusivamente en el contenido del mensaje, dejando de lado los aspectos formales y gramaticales que, si bien requerirían múltiples correcciones, no son objeto de esta revisión:

1. “Se nos acusa de un nuevo esclavismo cuando, queremos ser emancipadores de todo esclavismo en Colombia.” 

En primer lugar, el esclavismo ‒entendido como un modo de producción basado en la explotación de mano de obra esclavizada‒ no desapareció con el capitalismo, sino que ha sido integrado a su lógica de acumulación. Como señalan Immanuel Wallerstein y otros teóricos, el capitalismo no eliminó los modos de producción anteriores (feudalismo, esclavismo), sino que los subsumió bajo su dinámica de acumulación ampliada para la producción de plusvalía. Por tanto, no existe un “nuevo esclavismo”, sino la continuidad de un sistema de opresión que, durante cinco siglos, ha tomado formas capitalistas. En segundo lugar, el presidente se presenta como el “emancipador” de todo esclavismo en Colombia, lo cual refleja una visión paternalista y colonial. ¿Acaso cree que las comunidades oprimidas han permanecido pasivas, esperando un salvador blanco-mestizo que las libere? Desconoce así cinco siglos de resistencias colectivas lideradas por los pueblos Negros, Afrocolombianos, Raizales y Palenqueros, quienes han luchado por una emancipación humana ‒en términos marxistas‒, es decir, una liberación radical que trascienda las cadenas del modelo Estado-Capital liberal burgués, que el señor Petro representa en su función de presidente. La emancipación humana incluye el desmonte del capitalismo como sistema económico esclavista y en consecuencia de las formas estatales como administradores de dicho sistema. Nuestros pueblos no necesitan mesías ni discursos redentores. La verdadera emancipación es un proceso colectivo y autónomo, que va más allá de las limitadas reformas políticas del liberalismo y el dirigismo vertical de un líder. 

2. “Cúal es el error de ese análisis corto: pensar que la esclavitud ha sido exclusivamente negra. La esclavitud negra fué el episodio quizas mas bárbara de la humanidad, solo comparable a la de los Nazis.” 

En este apartado el presidente pasa de hablar de “esclavismo” a usar otra categoría: “esclavitud”, pero parece confundir ambos términos como si significaran exactamente lo mismo. La esclavitud se refiere al estado de sometimiento en que una persona es convertida en mercancía, privada de derechos y reducida a fuerza de trabajo forzado. Mientras que el “esclavismo” constituye un modo de producción y sistema económico y de poder basado en esta relación de dominación. Esta distinción es determinante para evitar análisis simplistas. Además, desde el pensamiento crítico afrodiaspórico se ha cuestionado el uso del término “esclavitud” y la denominación “esclavo”, porque sugiere una condición “naturalizada”, en lugar de destacar el proceso histórico violento que la produce. Por eso, conceptos como “esclavización” (que enfatiza el acto de violentar) y “personas esclavizadas” (que reconoce su humanidad secuestrada) son más precisos. Si el presidente pretende intervenir en este debate y autoproclamarse “emancipador”, debería actualizar su lenguaje y conceptos, para no caer en esos mismos análisis “cortos” que supuestamente critica. Por otro lado, comparar la esclavización de la población africana con el nazismo y denominarla un “episodio”, constituye un error categorial grave al intentar equiparar fenómenos históricos inconmensurables. Esta comparación no solo simplifica ambos procesos históricos, sino que ignora sus particularidades estructurales y sus diferentes manifestaciones en el tiempo y el espacio. La trata transatlántica no es un “episodio”, configuró una maquinaria estructural de deshumanización que reconfiguró economías, sociedades y jerarquías globales hasta hoy. Homogeneizarlos no solo borra sus especificidades, sino que trivializa su legado de violencia.

3. “La disciminacion nazi fué contra los soviéticos: 20 millones de muertos y contra los judíos: 6 millones de muertos y otras. Ha existido una discriminación milenaria, que tambien provoca muertes incontables hoy, que se ejerce contra la mujer tambien contra los pueblos indígenas, también contra la juventud, también contra los pobres”. 

Este fragmento del discurso político revela una profunda ingenuidad o, peor aún, una peligrosa perversión. Tras abordar negligentemente el tema del “esclavismo” y la “esclavitud” y establecer una comparación inadecuada con el nazismo, termina reduciendo ambos fenómenos históricos a simples manifestaciones de “discriminación”, equiparándolos además con otras formas de opresión. Si bien es cierto que existen múltiples formas de opresión ‒contra mujeres, pueblos indígenas, jóvenes y pobres‒, presentarlas como equivalentes a la esclavización producto de la trata transatlántica o al Holocausto constituye un grave error analítico. La esclavización no es simplemente “discriminación”, sino un sistema económico de explotación racializada que sentó las bases del capitalismo moderno, tal como lo sostiene Aníbal Quijano, entre otros. El nazismo no fue mera “discriminación”, sino un proyecto con una base ideológica particular, firmemente arraigada en la racionalidad instrumental moderna y eurocéntrica. Limitar este fenómeno al exterminio de soviéticos y judíos constituye un desconocimiento histórico de la magnitud de un proceso que sigue siendo una creciente amenaza en nuestros días —aun sin campos de concentración—, así como la invisibilización deliberada de millares de víctimas gitanas, comunistas, intelectuales, homosexuales, personas con discapacidad física o cognitiva, mujeres y niños incluidos en la “solución final”. Al reducirlas a categorías genéricas, el discurso no solo pierde precisión histórica, sino que trivializa fenómenos y crímenes de proporciones y características únicas. La simplificación resulta tan evidente que apenas requiere refutación detallada. Basta señalar cómo, al mezclar indiscriminadamente todos estos fenómenos bajo el término paraguas de “discriminación”, el discurso termina vaciando de contenido a procesos que marcaron ‒y siguen marcando‒ la configuración de los modelos de dominación actuales.

4. “El ministerio de la igualdad no se creó para atender una sola discriminación, sino todas; si se reduce a una: negritudes y además, se reduce aún más: un grupo de las negritudes, entonces se acaba el principio de igualdad y su ministerio”. 

Primero, parece una acusación directa contra la dirección de un ministerio creado bajo su propio gobierno, lo que revela una preocupante desconexión con las acciones de su propia administración. El tono sugiere un intento de evadir responsabilidades, como quien busca culpar a otros por hechos que ocurren a sus espaldas, delegando las fallas en mandos medios. Pero más grave aún es la implicación de que sus funcionarios estarían desviando políticas públicas para beneficiar a un grupo específico, una acusación seria que, sin embargo, se formula sin presentar evidencias.

La emancipación humana incluye el desmonte del capitalismo como sistema económico esclavista y en consecuencia de las formas estatales como administradores de dicho sistema. Nuestros pueblos no necesitan mesías ni discursos redentores. La verdadera emancipación es un proceso colectivo y autónomo, que va más allá de las limitadas reformas políticas del liberalismo y el dirigismo vertical de un líder. 

https://www.pulzo.com/nacion/llegan-acuerdo-para-levantar-paro-buenaventura-PP282089

En segundo lugar, el discurso presidencial confunde y equipara los conceptos de desigualdad y discriminación, tratándolos como si fueran sinónimos. Para el presidente, atender las particularidades de un grupo históricamente discriminado ‒como las comunidades negras‒ parece significar abandonar el “principio de igualdad”. Esta visión desconoce que la verdadera igualdad exige reconocer y abordar las desigualdades estructurales que afectan de manera diferenciada a diversos grupos sociales. Reducirlo todo a una supuesta “discriminación genérica” no solo es conceptualmente erróneo, sino que invisibiliza las especificidades de poblaciones que han sufrido opresión sistemática.

5. “La igualdad es el principio básico de la izquierda y el progresismo universal. Es un principio como un tótem. No lo podemos violar”. 

Esta afirmación contiene simplificaciones problemáticas cercanas a actitudes dogmáticas. Primero, se equiparán indistintamente izquierda y progresismo, cuando en realidad son corrientes con importantes diferencias. Además, es conveniente subrayar la existencia de izquierdas en plural. Para Lenin, Luxemburgo, Trotsky, la izquierda se caracteriza por su anticapitalismo, mientras que el progresismo suele ser una amalgama de posiciones de centro que, aunque pretende mostrarse como izquierda, frecuentemente aplica políticas reformistas que no cuestionan la formación social capitalista. Algunas izquierdas destacan valores y emociones como la solidaridad, la comunalidad, la autodeterminación, la autogestión, la compasión, entre otros. Segundo, al establecer la igualdad como un “tótem”, se convierte un principio político en un objeto de culto casi religioso. El problema de plantear la igualdad como “tótem” es que, en términos antropológicos, un tótem es un símbolo sagrado que exige adhesión acrítica y condena a quienes cuestionan su lógica. En sus escritos sobre igualdad, Norberto Bobbio la considera la categoría más polémica de la filosofía política, porque implica asumir interrogantes tan complejos como: ¿igualdad entre quiénes?, ¿igualdad en qué?, ¿cuáles son las especificidades de la igualdad ante la ley, de oportunidades, material o sustancial?, ante los cuales no puede existir una respuesta totémica. Esto resulta paradójico en un contexto político que debería fomentar el debate, la deliberación, la crítica, no la santificación dogmática de conceptos definidos vertical o autoritariamente.

6. “Creo que el ministerio de la igualdad fue mal manejado, se ha puesto en peligro inmenso su existencia”. 

Esta declaración evidencia un giro preocupante en su discurso: ya no se trata de simples críticas programáticas, sino de acusaciones veladas de “mala gestión” dentro de su propio gobierno. Lo paradójico es que estas imputaciones no se dirigen a la oposición, sino a su propia administración, lo que revela una contradicción interna difícil de explicar. Al hablar de “malos manejos”, el presidente introduce un término grave que sugiere irregularidades administrativas o incluso posibles ilícitos, pero lo hace sin presentar pruebas concretas, limitándose a una opinión personal (“creo que…”). Este planteamiento resulta especialmente problemático porque, al tratarse de un ministerio creado bajo su mandato, cualquier falla en su gestión recaería finalmente en su propia responsabilidad como jefe del Ejecutivo. Más allá del contenido específico de las acusaciones, lo relevante es el efecto que produce este tipo de declaraciones: debilita la institucionalidad que el mismo gobierno ayudó a construir, poniendo en riesgo no solo la continuidad del ministerio, sino también la credibilidad de toda la política de “igualdad”. Resulta contradictorio que, después de crear esta entidad para promover valores progresistas, sea el propio presidente quien cuestione su existencia con argumentos vagos y generales. Esta actitud podría interpretarse como un intento de deslindarse anticipadamente de posibles fallas o como una justificación para un eventual recorte o reestructuración, lo que evidenciaría una incoherencia fundamental entre el discurso oficial y la práctica de gobierno. 

7. “(…) y el totem quiere ser derribado por las fuerzas más oscuras de la extrema derecha, que ya lograron a través de la corte constitucional ponerle final normativo, usando una terrible acción del ministerio de hacienda dirigido por Ocampo. Su análisis de viabilidad fiscal más o menos decía que la igualdad y la lucha contra la discrimación se subordina a la disponibilidad fiscal de las otros asuntos que atiende el presupuesto. Tesis falsa y contraria a nuestro programa, mas cuandonal.mismo tiempo se oasaban 70 billones de pesos del presupuesto a oagarle el sunsidio de la gasolina, inconstitucional, a los dueños de las cuatro puertas que no pagaron su gasolina, semejante burrada, ocultada al presidente. Subsidiar la economía y la sociedad fósil en contra del programa presidencial”. 

El presidente pasa ahora de la crítica a la denuncia ‒o incluso a la venganza‒, en una discursividad que revela patrones preocupantes. En primer lugar, la sacralización de la igualdad como “tótem” transforma el debate político en una especie de cruzada religiosa, donde cualquier discrepancia se estigmatiza como un ataque de “fuerzas oscuras”. Segundo, muestra una alarmante desconexión presidencial, pues ahora acusa a su propio ministerio de Hacienda de actuar contra su programa, reforzando la imagen de un gobierno fracturado. Tercero, evidencia incoherencia al criticar selectivamente los criterios fiscales: mientras rechaza que limiten políticas de igualdad, sí los usa para cuestionar otros gastos. Lo más grave es la constante externalización de culpas: la derecha, la Corte, sus propios ministros aparecen como conspiradores contra su proyecto, mientras él se autoproclama víctima y único guardián de la pureza ideológica y superioridad moral. Esta narrativa persecutoria, lejos de fortalecer su liderazgo, revela una peligrosa incapacidad para asumir responsabilidades de gobierno, transformando al presidente en un crítico externo de su propia administración en lo que parece un intento desesperado por preservar su imagen redentora mientras elude su papel de dirección. Tal vez el presidente se equivocó y debió aspirar a dirigir un organismo de control estatal. 

Al referirse a los pueblos Negros, Afrocolombianos, Raizales y Palenqueros como un “grupo tribal”, lo que revela es una visión reduccionista y folklorizada de nuestras comunidades. No somos un grupo aislado: llevamos cinco siglos en este territorio, hemos sido el soporte y fundamento del desarrollo capitalista; somos una población nacional y estamos presentes en todos los municipios y veredas de este país, a pesar de que la discriminación censal diga lo contrario.

https://www.pulzo.com/nacion/llegan-acuerdo-para-levantar-paro-buenaventura-PP282089

8. “Los últimos serán los primeros, decía San Francisco de Asís, y es verdad en un gobierno del cambio y por eso hemos reducido sustancialmente la pobreza en Colombia, pero falta. Los más dicriminado(a)s deben ser los primeros y tienen todos los colores en su piel”.

La sentencia, presente en los Evangelios de Mateo y Lucas, evoca que quienes son menos importantes o menospreciados en este mundo podrían ser muy valorados en el Reino de Dios; no se trata, por tanto, de un listado en orden de prioridades. El presidente retoma la frase y la atribuye a San Francisco de Asís para afirmar que su gobierno ha logrado reducir sustancialmente la pobreza, aunque reconoce que aún queda mucho por hacer. A continuación, extiende este argumento al afirmar que “los más discriminado(a)s (sic) (…) tienen todos los colores en su piel”, estableciendo así una conexión discursiva entre su gestión, la superación de la pobreza y la lucha contra la discriminación. En este planteamiento presenta la reducción de la pobreza como un logro exclusivo de su gobierno, omitiendo otros factores determinantes como el aumento de las remesas, el contexto económico internacional o las modificaciones metodológicas en la forma de medición de la pobreza exclusivamente monetaria. Al referirse a los discriminados como aquellos que “tienen todos los colores en su piel”, reduce la complejidad étnica y cultural a una simple cuestión fenotípica y diluye así las particularidades de grupos históricamente marginados. Esta generalización oculta las formas específicas de discriminación que enfrentan estos grupos y sus luchas por el reconocimiento. Finalmente, mientras proclama poner primero a “los últimos”, el mensaje no logra articular cómo esta supuesta priorización se traduce en acciones diferenciadas o políticas públicas específicas, revelando así una contradicción entre el discurso inclusivo y la falta de concreción programática. El resultado es un planteamiento que, bajo una aparente retórica progresista, termina simplificando problemáticas estructurales y sobredimensionando los logros de su administración.

9. “Dejamos en estos tres años abandonadas a las mujeres trabajadoras sexuales, incluidas las web cam que son actricez porno, hay más de medio millón de mujeres jovenes tratadas como esclavas hoy, y sin derechos laborales y dignidad en el trabajo, hay miles de transformistas en la calle, algunas que mueren de sida porque las abandona el estado, como hizo el distrito con la gran líder Diana Navarro, la transformista negra abandonada por una alcaldesa lesbiana, también discriminada”. 

Este discurso plantea problemas de fondo. En primer lugar, contiene una acusación velada contra la exalcaldesa Claudia López que merecería un mayor desarrollo. En segundo lugar, si bien es cierto que muchas personas dedicadas al trabajo sexual han sufrido históricamente abandono estatal y discriminación, el presidente parece desconocer los programas específicos que existen tanto en su propio gobierno como en administraciones territoriales para atender a estas poblaciones. La afirmación más problemática es la equiparación generalizada de todas estas mujeres ‒trabajadoras sexuales, modelos webcam y transformistas‒ bajo la categoría de “esclavas”, ignorando las particularidades de cada grupo. Muchas de ellas han reivindicado activamente su derecho a ejercer estas actividades como trabajo legítimo, especialmente en el caso del trabajo webcam, una industria que genera plusvalía para el capital y que, para algunas personas, representa una mejor alternativa que empleos mal remunerados. De hecho, los ingresos de las “industrias del sexo” contribuyen a los índices de reducción de pobreza que el mismo gobierno presume. Existe, además, un movimiento organizado de trabajadoras sexuales que lucha por mejorar sus condiciones laborales desde una perspectiva de derechos, rechazando precisamente el estigma que las reduce a “víctimas” o “esclavas”, tal como los sindicados parisinos a los que el presidente dice educar en marxismo. Si bien es innegable que persisten graves problemas como la trata de personas en este sector, la solución no pasa por una victimización general que niegue la agencia de quienes han elegido autónomamente esta actividad y exigen su reconocimiento como trabajo digno. Al hipostasiar toda la industria del sexo como esclavitud, el presidente termina reproduciendo el mismo estigma que afirma combatir. 

El problema de plantear la igualdad como “tótem” es que, en términos antropológicos, un tótem es un símbolo sagrado que exige adhesión acrítica y condena a quienes cuestionan su lógica. En sus escritos sobre igualdad, Norberto Bobbio la considera la categoría más polémica de la filosofía política, porque implica asumir interrogantes tan complejos como: ¿igualdad entre quiénes?, ¿igualdad en qué?, ¿cuáles son las especificidades de la igualdad ante la ley, de oportunidades, material o sustancial?, ante los cuales no puede existir una respuesta totémica. Esto resulta paradójico en un contexto político que debería fomentar el debate, la deliberación, la crítica, no la santificación dogmática de conceptos definidos vertical o autoritariamente.

https://www.colombiaaprende.edu.co/agenda/actualidad/raizales-en-colombia-la-historia-del-archipielago-de-san-andres

10. “Por tanto hay tambien discriminacion entre discriminados. En la pobreza se crean esclavitudes tambien. Ejemplo las madres que llevan de la mano a sus hijas e hijos menores de edad hacia el cliente depredador sexual que paga por sus cuerpos como el viejo esclavista”. 

Si bien es cierto que contextos de pobreza extrema pueden favorecer situaciones de explotación, el planteamiento omite diferencias cardinales: las madres que someten a sus hijos e hijas a explotación sexual no son víctimas pasivas que debemos romantizar, sino que actúan como proxenetas, cometiendo un delito grave que debe ser perseguido con todo el rigor de la ley. La pobreza puede explicar en algunas situaciones la opción por la prostitución; pero no justifica el grave crimen que se menciona aquí. La comparación con el esclavismo, aunque busca impactar, termina oscureciendo la naturaleza particular de este delito y las respuestas específicas que demanda. La explotación sexual infantil es un crimen que requiere soluciones contundentes. 

11. “Mirar la discriminación como un tema universal y no solo de un grupo es fundamental”. 

El discurso que propone abordar la discriminación como “un tema universal y no solo de un grupo” parece en principio incluyente, pero encierra graves riesgos cuando se aplica sin matices. Al plantearlo de esta manera abstracta, se corre el peligro de invisibilizar las formas particulares de opresión que afectan a comunidades específicas con cargas históricas distintas. No es lo mismo la discriminación racial que sufren los pueblos Negros, Afrocolombianos, Raizales y Palenqueros que otras formas de exclusión. El “universalismo abstracto” puede convertirse en una herramienta que, bajo una aparente neutralidad, termina protegiendo los privilegios existentes al negarse a reconocer las asimetrías estructurales. La experiencia histórica muestra que los avances reales contra la discriminación han surgido precisamente cuando los grupos afectados han podido nombrar y visibilizar sus luchas específicas. Las políticas de acción afirmativa, los derechos étnicos territoriales o las medidas contra la violencia de género son ejemplos de cómo el reconocimiento de diferencias concretas permite combatir verdaderamente la desigualdad.

12. “Lo que sucedió en estos años con el ministerio de la desigualdad no es que no se le dio oportunidad a la vicepresidenta heredera de una de laa peores discriminaciones del mundo: la esclavitud negra, no. Eso no es cierto y es una calumnia contra el gobierno que deforma la realidad. El problema no es que no se dieron medios, se dió mucho dinero publico:, 2 billones de pesos pero no se ejecutaron, quedaron guardados en los bancos en contravía de los necesitados y necesitadas”. 

El presidente responde a las críticas sobre el manejo del Ministerio de la Igualdad con un argumento que mezcla contradicciones fundamentales. Al afirmar que el problema no fue la falta de oportunidades para la vicepresidenta ‒a quien describe en forma reduccionista como “heredera de la esclavitud negra”‒, sino la no ejecución de 2 billones de pesos asignados, revela una visión cuestionable. En primer lugar, la descalificación irónica llamándolo “ministerio de la desigualdad” muestra un preocupante distanciamiento de su propia institución, como si el fracaso no le competiera. Segundo, al presentar a la vicepresidenta únicamente como víctima heredera de la esclavitud ‒necesitada de la oportunidad que magnánimamente le brindó su gobierno‒ niega su autonomía como sujeto político capaz y responsable. Pero lo más grave es la reducción del combate a la desigualdad a un simple problema de ejecución presupuestal. La obsesión con los recursos no gastados como explicación causal única sugiere que, para este gobierno, la solución a problemas históricos de discriminación se reduce a repartir dinero, ignorando las transformaciones estructurales y culturales necesarias. Peor aún, este enfoque economicista plantea serias dudas sobre si el verdadero objetivo era crear redes clientelares en torno a proyectos y subsidios, más que atacar las raíces de la desigualdad.

  Al insinuar que los recursos se concentraron en un solo grupo ‒y, peor aún, sugiriendo sin pruebas posibles desvíos hacia intereses familiares‒, el presidente no solo lanza acusaciones graves sin fundamento, sino que recurre a un discurso de “universalidad” homogeneizante para negar nuestras demandas específicas. Su planteamiento desconoce que la verdadera igualdad exige reconocer las deudas históricas con quienes hemos sufrido la opresión sistemática de este sistema de dominación. Esta visión, que contrapone lo “universal progresista” a nuestras reivindicaciones como pueblos racializados, lejos de ser emancipadora, reproduce el paternalismo colonial que afirma combatir. No somos meros beneficiarios pasivos, sino sujetos políticos con derechos colectivos que trascienden la lógica asistencialista de su gobierno.
https://www.mineducacion.gov.co/portal/salaprensa/Comunicados/417090:Los-estudiantes-afrocolombianos-negros-raizales-y-palenqueros-de-Colombia-reunidos-en-Cali-le-detallaron-a-la-ministra-de-educacion-sus-aportes-a-la-reforma-integral-de-la-educacion-superior

13. “¿Por qué? Por una incomprensión del proyecto político universal y por un problema cultural que personalmemte le dije, a Francia y sus compañeros”. 

La afirmación es realmente ofensiva pero reveladora. Al referirse a “Francia y sus compañeros” (es decir, a la población Negra, Afrocolombiana, Raizal y Palenquera), el presidente sugiere que estas comunidades son incapaces de comprender el proyecto político que él, en su supuesta generosidad, les ha explicado. Pero va más allá: al calificarlo como un “problema cultural”, expone una visión paternalista y colonial en la que los pueblos Negros, Afrocolombianos, Raizales y Palenqueros son presentados como sujetos intelectualmente limitados por su propia cultura, incapaces de comprender las ideas “universales” que él dice representar. Esta afirmación no es solo un error discursivo; es una muestra clara de racismo simbólico. Implica que el problema no está en el proyecto político del gobierno, sino en la supuesta incapacidad de las comunidades para entenderlo. Bajo esta lógica, no se trata de un debate de ideas o de posibles fallas en la implementación, sino de una deficiencia intrínseca “cultural” de los pueblos afrodescendientes. No se necesitan más explicaciones: esta frase desnuda una mentalidad que, bajo una apariencia de superioridad “cultural” ilustrada, reproduce estereotipos coloniales. El mensaje es claro: según el presidente, el problema no es su gobierno, sino que “los Negros no comprenden”.

14. “El dinero no es para un grupo tribal, familiar ubicado geográficamente, sino para toda la población discriminada. Es universal, no parroquial. Eso impidió la ejecución. Negaron proyectos para todos los demás grupos discriminados. Creyeron que minigualdad no era del proyecto universal progresista, sino de un grupo que también merece indemnización”. 

Al referirse a los pueblos Negros, Afrocolombianos, Raizales y Palenqueros como un “grupo tribal”, lo que revela es una visión reduccionista y folklorizada de nuestras comunidades. No somos un grupo aislado: llevamos cinco siglos en este territorio, hemos sido el soporte y fundamento del desarrollo capitalista; somos una población nacional y estamos presentes en todos los municipios y veredas de este país, a pesar de que la discriminación censal diga lo contrario. Al insinuar que los recursos se concentraron en un solo grupo ‒y, peor aún, sugiriendo sin pruebas posibles desvíos hacia intereses familiares‒, el presidente no solo lanza acusaciones graves sin fundamento, sino que recurre a un discurso de “universalidad” homogeneizante para negar nuestras demandas específicas. Su planteamiento desconoce que la verdadera igualdad exige reconocer las deudas históricas con quienes hemos sufrido la opresión sistemática de este sistema de dominación. Esta visión, que contrapone lo “universal progresista” a nuestras reivindicaciones como pueblos racializados, lejos de ser emancipadora, reproduce el paternalismo colonial que afirma combatir. No somos meros beneficiarios pasivos, sino sujetos políticos con derechos colectivos que trascienden la lógica asistencialista de su gobierno.

.

   Recomendados