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Crimen de lesa humanidad made in USA
Las torturas de Abu Ghraib, veinte años después

Renán Vega Cantor

Investigador independiente

 
Para millones de musulmanes, la tortura y la ‘extradición’ se han convertido en los nuevos símbolos del Occidente ‘liberal’. Electrodos, waterboarding, palizas, violación anal y asesinatos son algo tan habitual en Irak y Afganistán que ya no nos sorprende cada nueva revelación.
Robert Fisk, La era del guerrero, Ediciones Destino, Barcelona, 2008, p. 141.
 
 
“La tortura funciona”, se vanaglorió ante un amigo mío un coronel de las fuerzas especiales estadounidenses. Se equivocaba. La tortura genera resistencia. La tortura genera atacantes suicidas. La tortura acaba destruyendo a los torturadores.
  Robert Fisk, La gran guerra por la civilización. La conquista de Oriente Próximo, Ediciones Destino, Barcelona, 2005, p. 1396.
 
 
En 2003, Estados Unidos invadió a Irak y procedió, con saña criminal, a asesinar a miles de personas. Arrasó pueblos y ciudades con bombardeos indiscriminados, destruyó bibliotecas y milenarios registros culturales. Como lo anunciaban sus furibundos ideólogos a Irak se le hizo regresar a la “edad de piedra”. Un componente central del terror imperialista, para controlar, amedrentar e intentar domesticar a los habitantes locales fue el establecimiento de un sistema carcelario en donde se degradó, torturó, asesinó y violó a niños, mujeres y hombres adultos.
Irak se llenó de cárceles ‒como muestra de lo que es la “democracia estadounidense”‒ y en ellas fueron enterrados en vida, miles de iraquíes, sin ningún juicio y por cualquier razón: pertenecer al partido Baz de Sadam Hussein, ser sospechosos de participar en la resistencia, no ser sumisos ante los soldados ocupantes y, por ser pobres y humildes En esas prisiones se instauró la tortura en forma sistemática. Los métodos de tortura se aplicaron como política de Estado, impuesto desde las altas esferas del poder estadounidense, incluyendo al Presidente George Bush, al Secretario de Defensa (sic) Donald Rumsfeld, al Director de la CIA y un largo etcétera.
Estados Unidos creó cárceles clandestinas en el mundo entero (en Afganistán, Polonia, Egipto, Guantánamo…) después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y legalizó la tortura que desde siempre han practicado en su país o en el exterior. En ese sentido, la tortura Made in USA ni es nueva ni es una práctica marginal o circunstancial, producto de las exigencias coyunturales del 11 S, como nos lo quieren hacer creer lo admiradores del Modo Americano de Muerte. Lo que sucede es que, desde 2001, el reconocimiento de la tortura se hace público y ni siquiera los funcionarios de más alto nivel jerárquico ocultan que van a emplearla para derrotar a sus “enemigos”, que puede ser cualquiera que se les ocurra en cualquier lugar del planeta. 
 A pocos días de los atentados, en la sede de la CIA, y en secreto, un reducido equipo legalizó lo que eufemísticamente llamaron “técnicas reforzadas de interrogatorio” para hacer hablar a los prisioneros en la guerra contra el terrorismo.  De inmediato, se generalizó su aplicación en las cárceles de Estados Unidos y la CIA desperdigadas por el planeta. Entre las “técnicas reforzadas” se encuentran el “submarino” (ahogamiento en el agua, el waterboarding.) la privación del sueño, humillaciones sexuales, obligar a los prisioneros a mantenerse durante largo tiempo en posturas dolorosas, alimentación rectal, inmovilización corporal, exposición a calor o frío extremos, entre muchas.  
La gráfica ilustra algunas de esas técnicas de tortura implementadas por la CIA y el Pentágono después del 11S:

En la práctica este listado de torturas se ampliaba y sofisticaba con sadismo, y se combinaba con la “inventiva” de los torturadores de la CIA, los cuales tenían una amplia trayectoria en ese terreno, pues habían aplicado durante la Guerra Fría métodos igualmente crueles de ablandamiento de los enemigos del “mundo libre” en los cinco continentes.

A pesar de la franqueza y cinismo de los funcionarios de Estados Unidos, y de sus ideólogos, en cuanto a la utilidad de la tortura, intentaron ocultar al máximo sus crímenes en este terreno y, aunque había fotografías de Guantánamo y otras cárceles, en ninguna se habían hecho públicas las pruebas irrefutables del nivel de sadismo alcanzado por el imperialismo estadounidense y sus socios de la “coalición” (ingleses, españoles, polacos…). 

La verdad de esos crímenes en sus cárceles se descubrió un año después del comienzo de la ocupación, el 28 de abril de 2004, cuando un programa de televisión mostró unas fotografías en las que aparecen presos iraquíes sometidos a maltratos y torturas. El 30 de abril, el periodista Seymur Hersh publicó un artículo en la revista New Yorker, en donde amplió y documentó las torturas. A partir de ese momento salió a relucir la magnitud de este crimen de guerra y crimen de lesa humanidad de los Estados Unidos. En realidad, lo que hicieron los medios de comunicación señalados fue dar a conocer partes de un reporte secreto de un militar de los Estados Unidos, conocido como Informe Taguba, por el apellido del general que lo redactó. 

El centro de tortura de Abu Ghraib

Abu Ghraib es un pequeño pueblo, situado a pocos kilómetros de Bagdad, capital de Irak. En ese lugar en tiempos de Sadam Hussein se construyó una cárcel. Tras la invasión, Estados Unidos la remodeló y la convirtió en otro de sus centros de tortura. Allí recluyó a unas 7000 personas, acusadas de ser terroristas e implementó aberrantes métodos de suplicio, similares a los que se venían aplicando y, lamentablemente para la humanidad, se siguen aplicando hasta el día de hoy en otras partes del mundo. A Abu Ghraib llegó el Director de Guantánamo, el general de división Geoffrey Miller, en agosto de 2003 con el fin de “guantanamizar” las cárceles iraquíes, esto es, “enseñar” los métodos de tortura que se venían aplicando hacia algunos años a los prisioneros recluidos en la base naval y militar de Estados Unidos en el Caribe.  De ese momento en adelante, en Abu Ghraib se implementó la tortura en forma permanente y sistemática. En un bloque especial se daban cita miembros de la CIA, los contratistas privados y de El Pentágono y oficiales de los servicios secretos de Israel, para comprobar directamente la eficacia de sus métodos de tormento, como si fueran inquisidores medievales. 

Durante mucho tiempo se realizaron esas terribles sesiones de tortura, que eran llevadas a cabo por oficiales de rango medio y por soldados rasos. El escándalo de Abu Ghraib se refiere exclusivamente a las torturas que se realizaron entre octubre y diciembre de 2003, las cuales quedaron documentadas y con un amplio registro visual, de más de 2000 fotografías. Cabe mencionar algunas de las torturas cotidianas, sobre las que hay fotografías. Al respecto el Informe Taguba, en forma textual, dice que los soldados confesaron haber empleado un amplio repertorio de técnicas de tortura y procede a enumerarlas:

a) puñetazos, bofetadas y patadas a los detenidos; haciéndoles saltar sobre los pies descalzos.

b) grabación en vídeo y fotografías de reclusos desnudos, varones y hembras.

c) obligar por la fuerza a varios detenidos a adoptar posturas sexualmente explícitas para fotografiarles.

d) obligar a los detenidos a despojarse de sus ropas, manteniéndolos desnudos durante varios días seguidos.

e) obligar a prisioneros varones desnudos a vestir ropa interior de mujer.

f) obligar a grupos de prisioneros varones a masturbarse mientras les sacaban fotos y les grababan en vídeo.

g) colocar a prisioneros varones desnudos en un montón y saltar sobre ellos.

h) situar a un prisionero desnudo en una caja MRE, con un saco de arena en la cabeza y sujetando cables en sus dedos de las manos y los pies y el pene para simular una tortura eléctrica.

i) escribir «Soy un Biolador» (sic) en la pierna de un prisionero del que se afirmaba que había violado a otro prisionero de 15 años y después retratarlo desnudo.

j) colocar una cadena o correa de perro alrededor del cuello de un detenido y hacer que una soldado posase para la fotografía.

k) un guardia de la Policía Militar teniendo relaciones sexuales con una prisionera.

l) utilizar perros de trabajo del Ejército (sin bozal) para intimidar y aterrorizar a los prisioneros y, por lo menos en una ocasión, morder y herir gravemente a un detenido.

m) tomar fotografías de detenidos iraquíes muertos.

Estos métodos de deshumanización se complementaban con otros que describieron los prisioneros:

a) romper bombillas químicas y derramar el líquido fosfórico sobre los prisioneros.

b) amenazar a los detenidos con una pistola de 9 milímetros cargada.

c) derramar agua fría sobre los detenidos desnudos.

d) pegar a los detenidos con un mango de escoba y una silla.

e) amenazar a los detenidos varones con la violación.

f) permitir que un guardia de la Policía Militar cosiera la herida de un prisionero [sin usar anestesia] tras haber sido estrellado contra la pared de su celda.

g) sodomizar a un prisionero con una bombilla y quizá con el palo de una escoba.

h) emplear perros militares para asustar e intimidar a los detenidos con amenazas de ataque, que, en un caso, acabaron con una mordedura real

Debe destacarse que las torturas más frecuentes y degradantes fueron de índole sexual. Se procedió a ultrajar y violentar de múltiples formas a los prisioneros, en los que había niños. Los soldados estadounidenses, hombres y mujeres por igual, tenían actitudes lascivas al obligar a los prisioneros a masturbarse, les señalaban con morbo sus órganos sexuales y las mujeres-soldados les exhibían sus senos desnudos. Un aspecto fundamental de la tortura, que muestra que no se trataba de algo concebido de manera aislada por unos cuantos militares, radica en la reiteración de vejaciones sexuales que entre los musulmanes tienen un significado de deshumanización especial por sus creencias religiosas, en las que incluso resulta ofensivo que un hombre esté desnudo frente a otro hombre. 

Torturadores marca Estados Unidos

Para el análisis de lo acontecido en Abu Ghraib es necesario considerar los múltiples sectores de la sociedad estadounidense involucrados en forma directa. Al respecto, vale recordar que los planes de tortura fueron diseñados desde los altos cargos del gobierno estadounidense y el presidente George Bush II estaba al tanto. De ahí hacia abajo puede señalarse la participación de un conjunto variado de personajes e instancias.  Entre los altos mandos directamente implicados están Condolezca Rice (Consejera de Seguridad Nacional) Dic Cheney (Vicepresidente de Estados Unidos), Colin Powell (Secretario de Estado) Donald Rumsfeld (Secretario de Defensa). Algunos de ellos decidieron, en un conclave secreto en Washington, aplicar la tortura a los prisioneros en la autoproclamada “Guerra contra el terrorismo”. Por ejemplo, En abril de 2003, Donald Rumsfeld señalaba: “es importante que los interrogadores tengan libertad para variar las técnicas aplicadas en función de la cultura del detenido, sus debilidades y sus fortalezas […] teniendo en cuenta […] la urgencia a la hora de obtener informaciones que el detenido tiene sin duda”.

La “cultura del detenido” remite a otros individuos que participaron y legitimaron las torturas, con títulos de Ciencias Sociales y Humanas, entre los cuales se encuentran antropólogos, sociólogos y lingüistas. Junto a ellos están otros profesionales, los médicos y enfermeros, quienes participaban en las torturas de varias maneras: señalando los puntos más frágiles y dolorosos del cuerpo de los torturados, reanimándolos para que los siguieran atormentando, introduciendo sueros y otras sustancias para reanimar a los desmayados o a quienes se negaban a ingerir alimento, aplicar medicamentos que modificaran el comportamiento de los prisioneros para que hablaran. Un prisionero manifestó sobre los médicos: “No nos tocaban, pero estaban detrás del estrado, con los oficiales, mientras que los soldados nos violaban”. La participación de médicos en las torturas se considera uno de los mayores escándalos en la historia de la medicina. 

En el ámbito de la tortura existe un engranaje bien aceitado, que va desde los mandos superiores (con el presidente a la cabeza), pasando por “científicos sociales” y médicos, siguiendo por los altos mandos en suelo iraquí, hasta llegar a los soldados rasos, los encargados directos de operar sobre el cuerpo de los prisioneros.

En Abu Ghraib operaban los mandos encargados de las operaciones sobre el terreno, empezando por los altos oficiales que conducían la invasión. Luego estaban los responsables de la cárcel y entre ellos la Directora, Janis Karpinski, quien llegó a afirmar que los presos iraquíes de esa cárcel disfrutaban de tales comodidades que “las condiciones de vida ahora son mejores en prisión que en casa. En un momento nos preocupamos que no quisieran irse” . Luego vienen los ejecutantes directos, que son de dos tipos: de una parte, miembros de los servicios secretos, de la CIA, El Pentágono y contratistas civiles, que iban a torturar y a evaluar el estado de los prisioneros; y, de otra parte, los soldados rasos, hombres y mujeres comunes y corrientes. En concreto, los responsables fueron integrantes de la 372ª Compañía de la Policía Militar. En cuanto a estos últimos vale decir que la mayoría eran de origen humilde, hijos de trabajadores y de veteranos de guerra de los Estados Unidos. Se cuenta con el testimonio de Jeremy Sivits, originario de una zona rural de Pensilvania, cuya madre era vendedora en una tienda y su padre, un obrero y veterano de guerra de Vietnam. Los lugareños lo describen como un “joven agradable y educado”. Cuando Sivits era niño quería ser un soldado, para emular al padre. A los 18 años se alistó en el Ejército y en 2003, siendo miembro de la Policía Militar, fue enviado a Abu Ghraib para desempeñar labores de mecánico y conductor. Recuerda que una tarde de noviembre de 2003 vio a presos desnudos acostados en el pasillo, juntos y revueltos. Charles Graner, Lynndie England y otros soldados estaban allí, riéndose. Frederick y Sivits pusieron a sus hombres junto a la pila. “Todo el mundo empezó a decir: ‘bueno, ¿por qué no hicieron esto?; ¿por qué no hicieron lo otro?’. Es algo que pasa y pasa. Pierdes la noción del tiempo y parece como si estuvieras en un túnel del tiempo”.

Tomó fotografías de las torturas que le infligían a un prisionero y, aunque dice sentirse arrepentido por lo hecho, se siente tranquilo desde cuando decidió asesorar a personas alcohólicas y drogadictas de Pensilvania. Pero no menciona, como si nunca hubieran existido, a los torturados, y hacia ellos no dirige ni una sola palabra de disculpa. 

Jóvenes comunistas detenidos en 1965, antes de ser conducidos al matadero.

Lo que debe preguntarse es por qué razones resultan involucrados en esos actos de tortura ciudadanos comunes y corrientes, de origen humilde. Esto no es ni mucho menos accidental, ni un resultado del acaloramiento de la “guerra”, sino que es perfectamente explicable en el contexto de la llamada “cultura de guerra” que se ha impuesto en los Estados Unidos e influye en la subjetividad de gran parte de sus habitantes, sin importar ni su extracción de clase, ni sus características raciales, ni el sexo o género al que pertenezcan. El culto a las armas, la apología de la violencia, la invención y persecución de enemigos imaginarios (dentro y fuera del país), la pretendida superioridad racial y biológica de los ciudadanos de los Estados Unidos, el patriotismo barato y ramplón, la ignorancia con respecto a las características de otras culturas y formas de vivir, la invasión y ocupación militar de otros países, la impunidad de que gozan los militares por sus crímenes… Estas son algunas de las razones que permiten entender el comportamiento de los soldados rasos, hombres y mujeres, contra inermes prisioneros. 

Todo eso explica que actos aberrantes, como los registrados en la cárcel de Abu Ghraib, hayan sido fotografiados por los participantes en las torturas. Es decir, los torturadores utilizaron sus cámaras personales ‒en ese momento todavía no existían celulares con los que se pudieran tomar fotos‒ para dejar grabados los actos infames e inhumanos en que participaban. Esas fotografías del horror eran de colección privada ‒de cada uno de los torturadores-, pertenecía a su acerbo particular de recuerdos, y se mostraban como una gran hazaña de guerra, a amigos, novias o familiares, a quienes se las enviaban por correo. Quien hace este tipo de acciones es un psicópata y de psicópatas de ese estilo está repleto Estados Unidos, lo cual no sorprende por las razones aducidas anteriormente sobre la legitimación de los crímenes entre los habitantes de ese país.

En esas condiciones, no sorprende el descaro de torturadores de base, como la soldado Lynndie England, quien pagó unos pocos años de cárcel. Esta mujer aparece en las fotos tratando como perros a prisioneros de Abu Ghraib y justifica sus acciones: “No eran inocentes. ¿Están intentando matarnos y quieres que les pida disculpas? Es como pedir perdón al enemigo”.

Para colmo del cinismo sostiene que “se siente culpable por las vidas estadounidenses que se perdieron como resultado de sus acciones”, porque le duele la responsabilidad que tiene en la muerte de estadounidenses, a quienes mataron ‒luego de conocerse las imágenes de Abu Ghraib‒ porque “salí en una foto”. dice la torturadora. Es como si estuviera hablando de cualquier foto (en la playa, en un cumpleaños, en un grado…) y no de las que se tomaron en una sala de torturas.

Hasta dónde puede llegar el grado de descomposición de una sociedad lo revela este testimonio de una de las torturadoras, quien intenta convencernos de que su culpa radica, simplemente, en haber aparecido en unas fotos, en las que maltrata y produce dolor a prisioneros iraquíes. Esa torturadora es ahora madre de familia, porque tuvo un hijo con otro de los torturadores (Charles Graner, uno de los más tenebrosos en Abu Ghraib) y, probablemente, ese hijo fue engendrado en esa infame cárcel, mientras ellos participaban en el maltrato sádico de seres humanos indefensos.

En esa perspectiva, una de las fotografías más impactantes es aquella en la que aparece la pareja de torturadores, quienes departen felices. Ella tiene en la mano un vaso con un líquido oscuro (de seguro Coca-Cola, la chispa de la muerte), están abrazados y detrás de ellos se observan los barrotes de la cárcel. Están enamorados y como parte de sus juegos de amantes felices ‒en que se besan, abrasan y acarician‒ torturan y maltratan a seres humanos.  En sus rostros no hay dolor, ni compasión, más bien la euforia de la luna de miel de una pareja de amantes. Lucen dichosos en un centro de tormento de seres humanos, un lugar en donde su labor de verdugos los ha hecho amantes.

Dos torturadores en pleno romance y en la cárcel de Abu Ghraib

Algunos de estos torturadores de base fueron condenados a unos cuantos años de cárcel para dar la impresión de que la justicia opera en Estados Unidos y las prácticas criminales eran resultado de la acción aislada de manzanas podridas, y no que era un plan sistemático urdido desde arriba. En efecto, los verdaderos responsables nunca serán castigados y seguirán figurando como ilustres patriotas en los Estados Unidos, empezando por George Bush II, e incluyendo a Colin Powell, Donald Rumsfeld, Dick Cheney, Condoleezza Rice….

Por si existieran dudas al respecto, es bueno recordar que Dick Cheney, henchido de orgullo, alabó las torturas y dijo que las volvería a poner en práctica y, con cinismo criminal, pidió que a los torturadores de base de Abu Ghraib se les debería glorificar como héroes y se les debería condecorar

Los torturados

A los miles de prisioneros hacinados en las cárceles y centros de tortura de los Estados Unidos, tanto en Irak como en otros países, se les asignaba un número, con lo que se les quitaba su condición de seres humanos con nombre propio, para convertirlos en un registro estadístico y aniquilarlos. Miles de ellos fueron asesinados y de ellos ni siquiera sabemos sus nombres. Pero hubo casos de sobrevivientes que salieron del infierno de Abu Ghraib con vida para dar testimonio de los tormentos que soportaron y contarle al mundo los horrores del imperialismo estadounidense. Entre ellos se encuentran algunos de los que aparecen en las infames fotografías que le dieron la vuelta al mundo en 2004. 

Ali al-Qaisi, es el hombre que aparece en una fotografía cubierto en gran parte del cuerpo, encapuchado, repleto de cables eléctricos y con los brazos abiertos, como demandando clemencia.  Ahora vive en Alemania y lleva tras de sí el recuerdo cotidiano de las torturas que soportó, de las que le quedaron secuelas permanentes puesto que debe usar muletas y perdió dos dedos de su mano izquierda. 

Fue detenido en forma arbitraria porque había mostrado a algunos periodistas occidentales los efectos de la ocupación entre la gente de los barrios pobres de Bagdad. Lo golpearon desde el primer momento y lo llevaron a Abu Ghraib, lo internaron en un bloque de alta seguridad y le asignaron el número 151716. El describe con sus propias palabras los métodos de tortura que le aplicaron:

Me ataban las manos en el suelo en posiciones incómodas durante unas 10 o 15 horas. Repetían constantemente las mismas preguntas. Un oficial lo apuntaba todo y el otro me amenazaba. Siempre había mujeres soldado que nos enseñaban los pechos o se tocaban delante nuestro durante el interrogatorio. Era enfermizo. Una vez incluso trajeron un perro negro que me mordió y me arrancó un trozo del cuello. Otras veces nos colgaban frente a nuestra celda durante días, sin comida, ni agua, delante de todos los presos. Veías a otros morir.

Sobre la tristemente célebre imagen del encapuchado con cables, recuerda:

Me llevaron con los ojos cerrados a la sala de arriba. Me subieron a una caja de cartón y me dejaron colgado de manera que mis pies apenas tocaban el suelo. Venían y se orinaban en mi cara. Me introdujeron escobas y la punta de sus armas por el ano mientras repetían la palabra ‘ejecución’. Me quemaron la piel con químicos y me sacaban la capucha solo para divertirse enseñándome botellas de agua que no podía beber. Rodearon mi cabeza con dos amplificadores que repetían la misma canción a todo volumen. Aún la puedo oír. Luego vino la electrocución. Era como sentir que los ojos iban a explotarme. En los genitales el dolor es absolutamente imposible de describir. Mientras, oía las risas de los soldados y veía el flash de las fotos que me hacían. Me torturaron durante más de un día.

Sobre las torturas que los soldados de los Estados Unidos les infringían a otros presos señala:

A veces les torturaban frente a los demás presos para aterrorizarnos. Les colocaban embudos por la nariz y les vertían agua dentro para ahogarlos. También había una mujer soldado con un consolador atado a la cintura que sodomizaba a presos colgados para que lo pudiésemos ver. Una vez violaron a un niño de unos 9 años delante de su padre. Durante el ramadán nos ofrecían comida cuando sabían que no podíamos comer y luego volvían a retirarla.

Quedó en libertad en diciembre de 2004, luego de estar encarcelado durante más de un año. Aunque quiso permanecer en Irak, por amenazas de Estados Unidos y del gobierno títere de Irak huyó a Jordania y en 2010 se refugió en Alemania. Pese al tiempo transcurrido, en el momento en que fue entrevistado, quince años después de las torturas, confiesa que es imposible volver a la normalidad: “Uno no vuelve nunca de ahí. No puedo tener bañera en casa porque recuerdo cómo me ahogaban. Me cuesta dormir cuando es oscuro. Aún me despierto asustado a medianoche pensando que estoy en Abu Ghraib” .

Otro sobreviviente es Mohamad Bolandian, un iraní, el que aparece en fotografías acosado por un perro militar que, según cuenta, lo mordió y el mismo al que una soldado estadounidense le cose una herida sin anestesia.  Con sus propias palabras relata:

El perro negro me mordió la pierna y me cortó la carne, pero el perro amarillo no me dejaba. El soldado estadounidense me amenazó con que si me enfrentaba al perro me mataría. En ese momento me enviaron a una mujer estadounidense. Empezó a coser la herida en la pierna con agujas sin anestesia, riéndose y diciéndome: Tú aguantas el dolor”. Inmediatamente, un “soldado estadounidense puso las botas en sus costillas rotas y le obligó a gatear hasta su habitación mientras estaba de pie sobre su espalda y le golpeaba”. 

Indica que en la prisión eran frecuentes las violaciones de niñas y mujeres: 

Siempre escuchaba los chillidos de una niña que la estaban torturando frente a su hermano y su padre, el nombre de su hermano era Alawi. Solía escuchar a su padre y a su hermano rogando a los soldados estadounidenses que dejaran de torturar a la chica […] En el extremo opuesto de mi celda, había una celda solitaria para mujeres. Podía escuchar sus clamores y sus voces rogando a los soldados que dejaran de violarlas.

Para cerrar este parágrafo, citamos un tercer testimonio. Se trata de Mohamad Bolandian que fue detenido en Abu Ghraib después del escándalo de las fotos, en 2005. Se le marcó con el número 208 en una de sus manos. Fue interrogado por hombres y mujeres vestidos de civil. El cordial tratamiento que le dispensaban los estadounidenses incluía estas caricias:

Pasé 25 días en una celda de aislamiento que medía dos metros por uno y medio. Fue horrible. Nos insultaban continuamente. No nos dejaban dormir. Todo el día había música muy alta, ponían el aire acondicionado muy frío y cuando veían que te estabas acostando en tu celda daban golpes contra la puerta metálica para que no pudieras dormir. Allí me interrogaron unas 11 veces. Uno me preguntaba y otro me pegaba. Me daban bofetadas en la cara, me gritaban en la oreja o me tiraban al suelo. 

Como parte del trato se destacan las agresiones sexuales:

Me llevaron a una sala con otros nueve presos, entre ellos dos jóvenes de 16 años. Había unos 12 vigilantes, dos de ellos mujeres. Nos hicieron desnudarnos y ponernos uno al lado del otro. Fue muy doloroso. Se burlaban de nosotros todo el rato. Nos obligaban a poner nuestras manos detrás de la espalda, a arrodillarnos y a dar la vuelta continuamente. No nos dejaban que nos tapáramos nuestros genitales. Puede ser que nos hicieran fotografías cuando estábamos de espaldas.

Entre algunas de las torturas que les practicaban a otros prisioneros describe:

Cada tortura tenía su nombre. El sándwich consistía en aplastar, en una habitación muy caliente, a una persona entre dos camillas hasta que se mareaba. El cajón se basaba en estar una semana entre dos muros de cemento que estaban puestos de tal manera que sólo podías estar arrodillado. Y luego estaban las habituales agresiones físicas8 .

Luego de dos años y tres meses fue liberado, sin explicación alguna y se refugió en Siria. 

Estos testimonios tienen un hondo significado porque ponen de presente que cuando estamos hablando de las torturas no nos referimos a asuntos abstractos, sino a sufrimiento de sujetos de carne y hueso, con sus propias historias. En este caso, esas voces son un testimonio imborrable del horror que produce el “país de la libertad” en su esfuerzo por imponer la “democracia” a los países que invade; sí, la “democracia” de las torturas, del horror y del sadismo.

El legado de Abu Ghraib

En 2004 hubo un escándalo mediático sobre las atrocidades de los Estados Unidos en Irak. En Estados Unidos quisieron silenciar el asunto dando la impresión de que no se torturaba, sino que simplemente se había incurrido en unos cuantos abusos y, al mismo tiempo, se aplicaba justicia. Para el efecto condenaron a algunos de los soldados, hombres y mujeres, que aparecen en las fotografías. Eso era demagogia, porque los altos responsables, de George Bush en adelante, nunca fueron juzgados ni condenados. Y tampoco el escándalo significó que la tortura desapareciera de la agenda del poder duro de los Estados Unidos. Se ha seguido practicando pen los centros de detención, “legales” y clandestinos que tiene regados por el planeta. Peor aún, entre la población de los Estados Unidos existe una aprobación mayoritaria del empleo de la tortura por parte de las tropas que invaden países, puesto que dos tercios las aprueban. 

Y un presidente, Donald Trump, en reiteradas ocasiones manifestó que la tortura era útil. En concreto el ahogamiento era efectivo y debía usarse porque había que combatir el fuego con el fuego. Además, ha dicho que él implementaría otros métodos, como el de matar familiares de los torturados para que estos hablen más rápido.

No debe extrañar en esa dirección que Trump haya nominado como Directora de la CIA a una torturadora, la primera mujer en dirigir esa organización criminal. En efecto, Gina Haspel (a la que apodan Gina La Sanguinaria o Gina La Torturadora) fue Directora de la CIA entre 2018 y 2021. Lo revelador de que el espíritu de Irak sigue vivo en las altas esferas del poder de los Estados Unidos es que esa “encantadora abuelita” dirigió una cárcel clandestina donde se torturaba, en Indonesia, y ella personalmente torturó con sus propias manos. Entre las torturas que les infringieron a dos prisioneros en 2002, sesiones de “amor” en los que participó Haspel, están el waterboarding (ahogamiento en agua), desnudez forzada, privación de sueño, aislamiento, posiciones incomodas y dolorosas, asaltos físicos y privación de alimentos sólidos. Los videos de las torturas en que ella aparecía en acción fueron destruidos por las mismas manos que torturaron.

John Kiriakou, un analista de inteligencia que trabajó 14 años para la CIA, denunció el programa de tortura de la era Bush. Por esa razón, fue encarcelado durante dos años. En una entrevista este funcionario arrepentido señaló que a la Haspel le decían Gina La Sanguinaria porque estaba siempre lista para usar la fuerza, peor aún, disfrutaba con ello. En pocas palabras: “Gina y la gente como Gina lo hicieron, porque disfrutaban hacerlo. Torturaron por gusto, no para recopilar información”.

Fernando Botero y Abu Ghraib

El arte sirve como testimonio que perdura en el tiempo y la memoria colectiva. El arte no tiene poder para producir cambios sociales o políticos, pero sí tiene el poder de perpetuar en la memoria. 
Fernando Botero
 

Sobre las torturas de Abu Ghraib empezaron a aparecer pinturas y otras manifestaciones estéticas desde el mismo momento en que se supo de lo ocurrido. Al respecto vale señalar algunos ejemplos.

El pintor iraquí Salah ad-Dim-Sallath realizó una pintura mural, en la cual la Estatua de la Libertad tiene una capucha y obtura un interruptor del que salen cables con lo conectan con el torturado que está encapuchado.

Otra imagen icónica, un montaje de autor anónimo, fue pintada en una de las calles de Teherán (Irán). En ella aparecen superpuestas dos imágenes de Abu Ghraib alusivas a la tortura y en persa aparece la leyenda “El Irak de hoy”.

Otro pintor, el estadounidense Daniel Heyman, elaboró una serie de cuadros en las que aparecen las imágenes de torturados y como fondo utiliza algunos de sus testimonios en inglés.

Sin embargo, la obra del pintor y escultor colombiano Fernando Botero (1932-2023), recientemente fallecido, alusiva a Abu Ghraib, y compuesta de 79 pinturas, ha sido la que más resonancia internacional ha tenido. Botero confesó que durante meses estuvo indignado por las fotografías que había observado. Lo desconcertó que las torturas fueran hechas por los Estados Unidos, cuando él ‒en una especie de ingenuidad y cierto analfabetismo político‒ concebía a ese país como un emblema de libertad y democracia que nunca había torturado ni iba a torturar. Textualmente manifestó: “Saber que los estadounidenses estaban torturando fue un ‘shock’ para el mundo entero”, ya que esas torturas podían esperarse de un país del Tercer Mundo, pero “no de parte de Estados Unidos, que defiende [sic] la democracia y los derechos humanos”. Con esta afirmación, Botero o no conocía la historia de terror de los Estados Unidos, que viene torturando desde el mismo momento de su independencia, o se estaba haciendo el de la vista gorda. Como expresión de ese analfabetismo, Botero manifestó en 2006 que todo el horror “se corregirá en 12, 14 meses”, porque en las elecciones de 2008 ya no podía estar George Bush. Como quien dice, un simple cambio de gobierno, y más si el ganador era del Partido Demócrata, iba a terminar con la tortura. ¡Vana ilusión, como se confirmó desde Barack Obama hasta Joe Biden!

Al margen de ese analfabetismo histórico, Botero tiene el mérito de haberse atrevido a hacer esas pinturas sobre Abu Ghraib, en que se replican, con su inconfundible estilo, las más espeluznantes fotografías de la tortura. En esas pinturas, en ningún momento aparece algún signo alusivo a Estados Unidos (ni su bandera de estrellas y rayas, ni su estatua de la Libertad, ni la hamburguesa, ni la coca-cola…). Con esta obra quería sacarse la rabia que le produjo lo del Irak ocupado. Al conjunto lo denominó Las Torturas de Abu Ghraib. Su muestra solo fue aceptada en una Galería de Nueva York, porque todas las demás se negaron a recibirla. 

Por su importancia y oportunidad, a esta obra se le ha calificado como el Gernika de nuestro tiempo. Algunos críticos también lo han comparado con Los Caprichos de Goya. En este caso el arte terminó siendo una “acusación permanente”, aunque el propio Botero dijera que el arte no cambia el mundo, ni cambia nada: “Guernica fue la más importante pintura del siglo 20 y no sacó (al dictador español Francisco) Franco del poder”10 .

Las obras fueron cedidas en forma definitiva a la Universidad de Berkeley, en donde se exhiben en una de sus salas en forma permanente. Quedan como una imperecedera denuncia política y cultural de las torturas de Abu Ghraib, un crimen más del interminable prontuario del imperialismo estadounidense.

1  Citado en https://otralectura.com/2018/04/26/las-torturas-de-abu-ghraib/ 

2  Anne-Laure Pineau | Sophie Tardy-Joubert (colectivo YouPress), Estados Unidos y la violencia sexual como método de tortura. Disponible en: https://www.infolibre.es/internacional/estados-unidos-violencia-sexual-metodo-tortura_1_1135033.html

 Seymour M. Hersh, “Torture at Abu Ghraib. American soldiers brutalized Iraqis. How far up does the responsibility go?”, The New Yorker, abril 30 de 2004.

 “Me odiaba a mí mismo por los abusos cometidos en Abu Ghraib”: las confesiones de un soldado estadounidense que trabajó en la polémica prisión iraquí, mayo 21 de 2001. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-44165869

 https://www.dailymail.co.uk/news/article-2117216/Lynndie-England-STILL-refuses-apologise-Abu-Ghraib-abuses.html

 https://www.elperiodico.com/es/internacional/20141214/cheney-sobre-las-torturas-lo-volveria-a-hacer-3771276

 https://www.elperiodico.com/es/internacional/20180510/ali-al-qaisi-venian-y-se-orinaban-en-mi-cara-6808918

 Disponible en: https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/22/08/2022/asi-es-abu-ghraib-peor-carcel-del-mundo-expreso-irani-relata/

 Citado en https://www.democracynow.org/es/2018/3/16/gina_haspel_la_sangrienta_la_posible

10  Disponible en: https://www.reuters.com/article/espectaculos-entretenimiento-botero-sol-idLTAN0643409820071106 

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