
Marcello Musto
Profesor de sociología
Universidad de York (Toronto – Canadá) 1
Traducción de Miguel Gualdrón Ramírez
La guerra de Ucrania comenzó hace 4 meses. De acuerdo con la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha causado ya la muerte de más de 4500 civiles y ha obligado a casi 5 millones de personas a abandonar sus hogares y convertirse en refugiadas. Estos números no incluyen las muertes de militares (al menos 10 mil de Ucrania y probablemente más del lado ruso) y los millones de personas que han sido desplazadas dentro de Ucrania. La invasión de Ucrania provocó la destrucción masiva de ciudades e infraestructura civil cuya reconstrucción tomará varias generaciones, así como grandes crímenes de guerra como aquellos cometidos durante el ataque a Mariupol perpetrado por las fuerzas rusas.
Con el objetivo de dar un vistazo general a lo que sucedió desde el inicio de la guerra, de reflexionar en torno al rol de la OTAN y de considerar futuros escenarios posibles dirigí una entrevista en formato de mesa redonda con 3 académicos de la tradición marxista con reconocimiento internacional: Étienne Balibar, Anniversary Chair de Filosofía Contemporánea Europea en la Universidad de Kingston (London, RU); Silvia Federici, Profesora Emérita de Filosofía Política en la Universidad de Hofstra (Hempstead, EE.UU.), y Michael Löwy, Director Emérito de Investigación en el Centro Nacional para la Investigación Científica (París, Francia).

Marcello Musto (MM): La invasión rusa de Ucrania ha traído de vuelta la brutalidad de la guerra a Europa y ha confrontado al mundo con el dilema de cómo responder al ataque en contra de la soberanía ucraniana.
Michael Löwy (ML): Mientras Putin quiso proteger a las minorías rusoparlantes de la región de Donetsk existía una cierta racionalidad para sus acciones. Lo mismo puede decirse de su oposición a la expansión de la OTAN en el este de Europa. Sin embargo, esta brutal invasión de Ucrania, con su serie de bombardeos de ciudades, con miles de víctimas civiles, entre las cuales se cuentan personas de edad e infantes, no tiene justificación.
Étienne Balibar (EB): La guerra que se desarrolla ante nuestros ojos es “total”. Es una guerra de destrucción y terror llevada a cabo por el ejército de un país vecino más poderoso, cuyo gobierno quiere enlistarla en una aventura imperialista que no tiene vuelta atrás. El imperativo urgente, inmediato, es que la resistencia ucraniana debe mantenerse y que, con este objetivo, debe ser y sentirse realmente apoyada por acciones y no por simples sentimientos. ¿Qué acciones? Aquí comienza el debate táctico, el cálculo de la eficacia y de los riesgos de la “defensiva” y la “ofensiva”. Sin embargo, “esperar a ver” no es una opción.
MM: Junto a la justificación de la resistencia ucraniana está la pregunta, igualmente crucial, de cómo puede Europa evitar ser vista como un actor en la guerra y contribuir, por el contrario, tanto como sea posible, a una iniciativa diplomática para llevar el conflicto armado a su fin. Por ello se da el llamado de una parte importante de la opinión pública (a pesar de la retórica belicosa de los tres últimos meses) a que Europa no tome parte en la guerra. El primer punto de esta demanda es evitar más sufrimiento a la población, pues el peligro es que, martirizada ya por el ejército ruso, la nación se convierta en un campo armado que recibe armas de la OTAN y lleva a cabo una larga guerra en nombre de aquellos en Washington que anhelan un debilitamiento permanente de Rusia y una mayor dependencia económica y militar de Europa de los Estados Unidos. Si esto pasara, el conflicto iría más allá de la legítima y completa defensa de la soberanía ucraniana. Quienes denunciaron desde el inicio la peligrosa espiral de guerra que seguiría a los envíos de artillería pesada a Ucrania no son sin duda ignorantes de la violencia que se perpetra allí a diario, y no quieren abandonar a su población al poder militar de Rusia. “No alinearse” no significa neutralidad o equidistancia, como varias caricaturas instrumentales lo han sugerido. No se trata de un pacifismo abstracto como principio, sino de una alternativa diplomática concreta. Esto implica sopesar con cuidado toda acción o declaración de acuerdo a si nos acerca al objetivo primario en la situación actual, esto es, abrir negociaciones confiables para restaurar la paz.
Silvia Federici (SF): No hay ningún dilema. La guerra de Rusia contra Ucrania debe ser condenada. Nada puede justificar la destrucción de ciudades, la matanza de inocentes, el terror en el que miles de personas se ven obligadas a vivir. Con este acto de agresión se ha violado mucho más que la soberanía de un país. Sin embargo, estoy de acuerdo: también debemos condenar las numerosas maniobras con las que Estados Unidos y la OTAN han contribuido a fomentar esta guerra y la decisión de Estados Unidos y la UE de enviar armas a Ucrania, lo que prolongará la guerra indefinidamente. El envío de armas es especialmente condenable si se tiene en cuenta que la invasión rusa podría haberse detenido si EE.UU. hubiera dado a Rusia la garantía de que la OTAN no se extenderá hasta sus fronteras.

Silvia Federici (SF): No hay ningún dilema. La guerra de Rusia contra Ucrania debe ser condenada. Nada puede justificar la destrucción de ciudades, la matanza de inocentes, el terror en el que miles de personas se ven obligadas a vivir. Con este acto de agresión se ha violado mucho más que la soberanía de un país. Sin embargo, estoy de acuerdo: también debemos condenar las numerosas maniobras con las que Estados Unidos y la OTAN han contribuido a fomentar esta guerra y la decisión de Estados Unidos y la UE de enviar armas a Ucrania, lo que prolongará la guerra indefinidamente. El envío de armas es especialmente condenable si se tiene en cuenta que la invasión rusa podría haberse detenido si EE.UU. hubiera dado a Rusia la garantía de que la OTAN no se extenderá hasta sus fronteras.
MM: Uno de los principales puntos de discusión desde el inicio de la guerra ha sido el tipo de ayuda que debe proporcionarse a les ucranianes para que se defiendan de la agresión rusa sin generar las condiciones que llevarían a una destrucción aún mayor en el país y a una expansión internacional del conflicto. Entre las cuestiones polémicas de los últimos meses se encuentra la petición de Zelensky de imponer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, la extensión de las sanciones económicas que se han de imponer a Rusia y, más importante aún, la conveniencia de enviar armas al gobierno ucraniano. ¿Cuáles son, en su opinión, las decisiones que hay que tomar para garantizar el menor número de víctimas en Ucrania y para evitar una mayor intensificación?
No hay ningún dilema. La guerra de Rusia contra Ucrania debe ser condenada. Nada puede justificar la destrucción de ciudades, la matanza de inocentes, el terror en el que miles de personas se ven obligadas a vivir. Con este acto de agresión se ha violado mucho más que la soberanía de un país. Sin embargo, estoy de acuerdo: también debemos condenar las numerosas maniobras con las que Estados Unidos y la OTAN han contribuido a fomentar esta guerra y la decisión de Estados Unidos y la UE de enviar armas a Ucrania, lo que prolongará la guerra indefinidamente. El envío de armas es especialmente condenable si se tiene en cuenta que la invasión rusa podría haberse detenido si EE.UU. hubiera dado a Rusia la garantía de que la OTAN no se extenderá hasta sus fronteras. (Silvia Federici)
ML: Se podrían hacer muchas críticas a la Ucrania de hoy en día: la falta de democracia, la opresión de la minoría rusoparlante, el “occidentalismo”, y muchas otras. Pero no se puede negar al pueblo ucraniano su derecho a defenderse de la invasión llevada a cabo por Rusia a su territorio en brutal y criminal desacato del derecho de las naciones a la autodeterminación.
EB: Yo diría que la guerra de les ucranianes contra la invasión rusa es una “guerra justa”, en el sentido fuerte del término. Soy plenamente consciente de que se trata de una categoría cuestionable y de que su larga historia en Occidente no ha estado exenta de manipulación e hipocresía, o de ilusiones desastrosas, pero no encuentro otro término adecuado para describir esta guerra. Me lo apropio, entonces, precisando que una guerra “justa” es aquella en la que no es suficiente con reconocer la legitimidad de quienes se defienden de la agresión (lo que constituye el criterio del derecho internacional), sino en la que es necesario, además, comprometerse con su lado de la disputa. Es también una guerra en la que incluso quienes, como yo, consideran que toda guerra (o toda guerra hoy, en el estado actual del mundo) es inaceptable o desastrosa, no tienen la opción de permanecer en actitud pasiva. La consecuencia de esta pasividad, en efecto, sería aún peor. Por lo tanto, no siento ningún entusiasmo, pero elijo mi posición: contra Putin.
MM: Entiendo el espíritu de estas observaciones, pero yo me concentraría más en la necesidad de evitar una conflagración general y, por tanto, en la impostergable necesidad de alcanzar un acuerdo de paz. Entre más tiempo se tarde este acuerdo, más grandes serán los riesgos de una mayor expansión de la guerra. Nadie está sugiriendo mirar hacia otro lado e ignorar lo que está ocurriendo en Ucrania, pero tenemos que darnos cuenta de que cuando una potencia nuclear como Rusia está involucrada en la situación, y dado que no hay un movimiento importante por la paz activo en este país, es ilusorio pensar que se puede “ganar” la guerra contra Putin.
EB: Yo tengo mucho miedo de una escalada militar, incluida una nuclear; es aterradora y no podemos descartarla. Pero el pacifismo no es una opción. La demanda inmediata es ayudar a les ucranianes a resistir. No empecemos a jugar de nuevo a la “no intervención”. De todos modos, la UE ya está involucrada en la guerra. Aunque no envíe tropas, está entregando armas, y creo que tiene razón en hacerlo. Esa es una forma de intervención.
MM: El 9 de mayo, la administración Biden aprobó la Ley de Préstamo para la Defensa de la Democracia de Ucrania [Ukraine Democracy Defense Lend-Lease Act] de 2022: un paquete de más de 40.000 millones de dólares en ayuda militar y financiera a Ucrania. Se trata de una suma colosal, a la que habría que añadir la ayuda de varios países de la UE, y que parece diseñada para financiar una guerra prolongada. El propio Biden reforzó esta impresión el 15 de junio, cuando anunció que Estados Unidos enviaría una ayuda militar por valor de mil millones de dólares más. Los suministros cada vez mayores de armamento por parte de Estados Unidos y la OTAN animan a Zelensky a seguir aplazando las tan necesarias conversaciones con el gobierno ruso. Además, teniendo en cuenta que en muchas de las guerras del pasado las armas enviadas han sido luego utilizadas por otras personas con fines diferentes, parece razonable preguntarse si estos envíos servirán únicamente para expulsar a las fuerzas rusas del territorio ucraniano.
SF: Creo que la mejor opción sería que Estados Unidos y la UE dieran a Rusia la garantía de que Ucrania no entrará en la OTAN. Esto se prometió a Mijaíl Gorbachov en el momento de la caída del Muro de Berlín, aunque no se puso por escrito. Por desgracia, no hay interés en buscar una solución. Muchos en la estructura de poder militar y político de Estados Unidos han estado abogando y preparando una confrontación con Rusia durante años. Y la guerra se utiliza ahora, convenientemente, para justificar un enorme incremento de la extracción de petróleo, dejando de lado toda preocupación por el calentamiento global. Biden ya se ha retractado de su promesa de campaña electoral de detener las perforaciones en territorios de las comunidades nativoamericanas. Estamos asistiendo también a una transferencia de miles de millones de dólares (dinero que podría utilizarse para mejorar la vida de miles de estadounidenses) al complejo industrial militar de Estados Unidos, que es uno de los principales ganadores de esta guerra. La paz no llegará con una escalada en los combates.
MM: Hablemos de las reacciones de la izquierda ante la invasión rusa. Algunas organizaciones, aunque se trata tan solo de una pequeña minoría, cometieron un gran error político al negarse a condenar claramente la “operación militar especial” de Rusia, un error que, aparte de todo lo demás, hará que cualquier denuncia de futuros actos de agresión por parte de la OTAN, o de otros, parezca menos creíble. Esta reacción refleja una visión ideológicamente cegada, incapaz de concebir la política de una manera no unidimensional, como si todas las cuestiones geopolíticas tuvieran que ser evaluadas únicamente en términos de intentar debilitar a Estados Unidos. Al mismo tiempo, demasiadas personas de izquierda han cedido a la tentación de convertirse, directa o indirectamente, en cobeligerantes en esta guerra. No me sorprendieron las posiciones de la Internacional Socialista, de Les Verdes en Alemania, o de la minoría de representantes progresistas del Partido Demócrata en Estados Unidos, aunque las conversiones repentinas al militarismo de personas que justo el día anterior se declaraban pacifistas siempre tienen una cualidad estridente y discordante. Lo que tengo en mente, más bien, son muchas fuerzas de la llamada izquierda “radical”, que en estas semanas han perdido toda voz distintiva en medio del coro pro-Zelensky. Creo que, cuando no se oponen a la guerra, las fuerzas progresistas pierden una parte esencial de su razón de ser y acaban tragándose la ideología del bando contrario.
ML: Yo comenzaría por recordar que una de las “justificaciones” de Putin para la invasión de Ucrania era un argumento anticomunista. En un discurso que pronunció antes del comienzo de la guerra, el 21 de febrero, afirmó que Ucrania “fue creada enteramente por la Rusia bolchevique y comunista” y que Lenin fue el “autor y arquitecto” de este país. Putin declaró su ambición de restaurar la “Rusia histórica” prebolchevique (es decir, la Rusia zarista) por medio de la anexión de Ucrania.
EB: Putin ha dicho que Lenin hizo una concesión desastrosa al nacionalismo ucraniano, y que si no lo hubiera hecho no habría existido una Ucrania independiente, ya que las tierras ucranianas habrían sido consideradas por los que viven allí como parte de Rusia. Esto se reduce a tomar una posición a favor de Stalin, en contra de Lenin. Por supuesto, creo que Lenin tenía razón en la conocida cuestión de las “nacionalidades”.
MM: Lenin escribió que aunque la lucha de una nación para liberarse de una potencia imperialista puede ser utilizada por otra potencia imperialista para sus propios intereses, esto no debería cambiar la política de la izquierda a favor del derecho de las naciones a su autodeterminación. Históricamente, las fuerzas progresistas han apoyado este principio, defendiendo el derecho de los Estados individuales a establecer sus fronteras sobre la base de la voluntad expresa de la población.
ML: No es coincidencia que la gran mayoría de los partidos de la izquierda “radical” del mundo, incluso los más nostálgicos del socialismo soviético, como los partidos comunistas de Grecia y Chile, hayan condenado la invasión rusa de Ucrania. En América Latina, lamentablemente, importantes fuerzas de la izquierda y gobiernos como el venezolano se han puesto del lado de Putin, o se han limitado a una especie de postura “neutral”, como es el caso de Lula, el líder del Partido de los Trabajadores en Brasil. La elección de la izquierda está entre el derecho de los pueblos a su autodeterminación (como sostenía Lenin) y el derecho de los imperios a invadir e intentar anexar otros países. No se pueden tener las dos cosas, porque estas son opciones irreconciliables.

SF: En Estados Unidos, portavoces de movimientos de justicia social y organizaciones feministas ⎯como Code Pink⎯ han condenado la agresión rusa. Sin embargo, se ha hecho notar que la defensa de la democracia por parte de EE.UU. y de la OTAN es bastante selectiva, teniendo en cuenta el historial de la OTAN y de EE.UU. en Afganistán y Yemen, así como las operaciones de Africom en el Sahel. Y esta lista podría continuar. La hipocresía de la defensa de la democracia por parte de Estados Unidos en Ucrania es también evidente si consideramos el silencio del gobierno estadounidense ante la brutal ocupación de Palestina por parte de Israel y la constante destrucción de vidas palestinas. También se ha hecho notar que EE.UU. ha abierto sus puertas a les ucranianes después de cerrarlas a les inmigrantes de América Latina, aunque para muchas de estas personas huir de sus países era también una cuestión de vida o muerte. En cuanto a la izquierda, es ciertamente una vergüenza que la izquierda institucional (empezando por Ocasio-Cortez) haya apoyado el envío de armas a Ucrania. También me gustaría que los medios de comunicación radicales fueran más inquisitivos respecto a lo que nos dicen a nivel institucional. Por ejemplo, ¿por qué “se muere de hambre África” debido a la guerra de Ucrania? ¿Qué políticas internacionales han hecho que los países africanos dependan de los cereales ucranianos? ¿Por qué no se menciona el acaparamiento masivo de tierras en manos de empresas internacionales, que ha llevado a muchos a hablar de una “nueva rebatiña por África”? Quiero preguntar, una vez más: ¿las vidas de quién tienen valor? ¿Y por qué sólo ciertas formas de muerte suscitan indignación?
Para plantear perspectivas positivas, nuestro objetivo tendría que ser una recomposición de Europa en interés de los pueblos ruso y ucraniano, y en el nuestro propio, de manera que la cuestión de las naciones y las nacionalidades se replanteara por completo. Un objetivo aún más ambicioso sería inventar y desarrollar una Gran Europa multilingüe, multicultural y abierta al mundo, en lugar de hacer de la militarización de la Unión Europea, por inevitable que parezca a corto plazo, el sentido de nuestro futuro. El objetivo sería evitar el “choque de civilizaciones” del que, de otro modo, seríamos el epicentro. (Étienne Balibar)
MM: A pesar del aumento del apoyo a la OTAN tras la invasión rusa de Ucrania (demostrado claramente en la petición formal de Finlandia y Suecia de unirse a esta organización) es necesario trabajar más para que la opinión pública no vea la mayor y más agresiva máquina de guerra del mundo (la OTAN) como la solución para los problemas de seguridad global. En esta historia, la OTAN ha demostrado una vez más ser una organización peligrosa que, en su afán de expansión y de dominación unipolar, sirve para alimentar las tensiones que conducen a la guerra en el mundo. Sin embargo, existe una paradoja. Casi cuatro meses después del inicio de esta guerra, podemos afirmar con toda seguridad que Putin no solo se equivocó en su estrategia militar, sino que acabó fortaleciendo (incluso desde el punto de vista del consenso internacional) al enemigo cuya esfera de influencia quería limitar: la OTAN.
EB: Yo soy de quienes piensan que la OTAN debería haber desaparecido al final de la Guerra Fría, al mismo tiempo que el Pacto de Varsovia. Sin embargo, la OTAN no solo tenía funciones externas, sino también (quizá primordialmente) la función de disciplinar, por no decir domesticar, al bando occidental. Todo ello está ciertamente vinculado a un imperialismo: la OTAN forma parte de los instrumentos que garantizan que Europa, en sentido amplio, no tenga una verdadera autonomía geopolítica frente al imperio estadounidense. Es una de las razones por las que se mantuvo viva la OTAN después de la Guerra Fría. Y, estoy de acuerdo, las consecuencias han sido desastrosas para todo el mundo. La OTAN consolidó varias dictaduras en su propia esfera de influencia. Ha amparado (o tolerado) todo tipo de guerras, algunas de ellas terriblemente asesinas y perpetradoras de crímenes contra la humanidad. Lo que está ocurriendo en este momento a causa de Rusia no me ha hecho cambiar de opinión sobre la OTAN.
ML: La OTAN es una organización imperialista, dominada por Estados Unidos y responsable de innumerables guerras de agresión. El desmantelamiento de este monstruo político-militar, generado por la Guerra Fría, es un requisito fundamental de la democracia. Su debilitamiento en los últimos años ha llevado al presidente neoliberal francés Macron a declarar, en 2019, que la alianza tenía “muerte cerebral”. Desgraciadamente, la criminal invasión rusa de Ucrania ha resucitado a la OTAN. Varios países neutrales (como Suecia y Finlandia) han decidido ahora unirse a ella. Hay una gran presencia de tropas estadounidenses en Europa. Alemania, que hace dos años se negó a ampliar su presupuesto militar a pesar de la brutal presión de Trump, ha decidido recientemente invertir 100.000 millones de euros en rearme. Putin ha salvado a la OTAN de su lento declive, quizá de su desaparición.
SF: Es preocupante que la guerra de Rusia contra Ucrania haya producido una gran amnesia sobre el expansionismo de la OTAN y su apoyo a la política imperialista de la UE y EE.UU. Es hora de releer Los ejércitos secretos de la OTAN [NATO’s Secret Armies] de Daniel Ganser para refrescar nuestra memoria sobre el bombardeo de la OTAN a Yugoslavia, su rol en Irak, su liderazgo en el bombardeo y la desintegración de Libia, por mencionar solo algunas de sus operaciones más recientes. Los ejemplos del desprecio total y constitutivo de la OTAN por la democracia que ahora pretende defender son demasiados para contarlos. No estoy de acuerdo con que la OTAN estuviera moribunda antes de la invasión rusa de Ucrania. Todo lo contrario. Su marcha por Europa del Este y su presencia en África demuestran lo contrario.
MM: Esta amnesia parece haber afectado a muchas fuerzas de la izquierda actualmente en el gobierno. Revirtiendo sus principios históricos, la mayoría parlamentaria de la Alianza de la Izquierda en Finlandia votó recientemente a favor de la adhesión a la OTAN. En España, gran parte de Unidas Podemos se unió al coro de todo el espectro parlamentario en favor del envío de armas al ejército ucraniano y apoyó el enorme aumento del gasto militar que acompañará a la cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid los días 29 y 30 de junio. Si un partido no tiene la valentía de pronunciarse en voz alta contra tales políticas, hace su propia contribución a la expansión del militarismo estadounidense en Europa. Esta conducta política subalterna ha castigado a los partidos de izquierda muchas veces en el pasado, incluso en las urnas, en cuanto se ha presentado la ocasión.
EB: Lo mejor sería que Europa fuera lo suficientemente fuerte como para proteger su propio territorio y que hubiera un sistema eficaz de seguridad internacional; es decir, que la ONU fuera reorganizada democráticamente y que el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad fuera revocado. Cuanto más asciende la OTAN como sistema de seguridad, sin embargo, más decae la ONU. En Kosovo, Libia y, sobre todo en 2013, en Irak, el objetivo de Estados Unidos ⎯y de la OTAN en su estela⎯ era degradar las capacidades de mediación, regulación y justicia internacional de la ONU.
MM: La historia que hemos escuchado en los medios de comunicación ha sido completamente diferente, presentando a la OTAN como la única salvación frente a la violencia y la inestabilidad política. Y, por otro lado, la rusofobia se ha extendido por toda Europa, con ciudadanos rusos que experimentan hostilidad y discriminación.
EB: Un gran peligro (quizá el principal en relación con lo que Clausewitz llamaba el “factor moral” en la guerra) reside en la tentación de movilizar a la opinión pública, que con razón simpatiza con les ucranianes, detrás una especie de rusofobia. Los medios de comunicación han estado respaldando esta tendencia con medias verdades sobre la historia rusa y soviética, y confundiendo, intencionadamente o no, los sentimientos del pueblo ruso con la ideología del actual régimen oligárquico. Una cosa es pedir sanciones o boicots contra artistas e instituciones culturales o académicas, cuyos vínculos con el régimen y sus dirigentes han sido demostrados. Pero estigmatizar la cultura rusa por sí misma es una aberración, teniendo en cuenta que una de las pocas posibilidades de escapar del desastre recae en la propia opinión pública rusa.
MM: Algunas de las sanciones contra individuos han sido especialmente duras y contraproducentes. Algunas personas que nunca han expresado ningún apoyo a las políticas del gobierno ruso están siendo atacadas simplemente porque han nacido en Rusia, sea cual sea su opinión real sobre la guerra. Estas medidas alimentan aún más la propaganda nacionalista de Putin y pueden impulsar a les ciudadanes de Rusia a alinearse detrás de su gobierno.
EB: Es francamente obsceno exigir a les ciudadanes de una dictadura policial como la Rusia de Putin que “adopten una posición” si quieren seguir siendo bienvenidos en nuestras “democracias”.
ML: Estoy de acuerdo. Hay que rechazar la rusofobia. Es una ideología profundamente reaccionaria, como cualquier forma de nacionalismo chovinista. Yo añadiría que es importante que la izquierda internacionalista, que apoya la resistencia del pueblo ucraniano contra la invasión rusa, muestre también su solidaridad con las muchas personas, así como periódicos u organizaciones rusas que se han opuesto a la guerra criminal de Putin en Ucrania. Es el caso de varios grupos y partidos políticos rusos, que se reclaman de izquierda, que han publicado recientemente una declaración denunciando la guerra de agresión contra Ucrania.
MM: Terminemos con lo que ustedes creen será el curso de la guerra y cuáles son los posibles escenarios futuros.
EB: Sólo se puede ser terriblemente pesimista sobre los acontecimientos que se avecinan. Yo mismo lo soy, y creo que las posibilidades de evitar el desastre son muy remotas. Hay al menos tres razones para ello. En primer lugar, es probable que se produzca una escalada, sobre todo si la resistencia a la invasión consigue mantenerse; y no puede detenerse en el uso de armas “convencionales”, cuyo límite con las “armas de destrucción masiva” se ha vuelto muy confuso. En segundo lugar, si la guerra termina con un “resultado”, será desastrosa en cualquier caso. Por supuesto, será desastroso si Putin logra sus objetivos aplastando al pueblo ucraniano, incluyendo el estímulo que esto supone para empresas similares. Igualmente, si se ve obligado a detenerse y a retroceder, terminaremos en un retorno a la política de bloques en la que el mundo quedará entonces congelado. Cualquiera de estos resultados provocará un estallido de nacionalismo y odio que durará mucho tiempo. En tercer lugar, la guerra y sus secuelas frenan la movilización del planeta contra la catástrofe climática; de hecho, contribuyen a precipitarla, y ya se ha perdido demasiado tiempo.
Deberíamos imaginar otra Europa y otra Rusia, libres de sus oligarquías parasitarias capitalistas. La máxima de Jaurès “El capitalismo lleva la guerra como la nube lleva la tormenta” es más pertinente que nunca. Sólo en otra Europa, desde el Atlántico hasta los Urales (postcapitalista, social y ecológica) puede asegurarse la paz y la justicia. ¿Es este un escenario posible? Depende de cada une de nosotres. (Michael Löwy)

ML: Comparto estas preocupaciones, especialmente en lo que se refiere al retraso de la lucha contra el cambio climático, que ahora está totalmente marginada por la carrera armamentista de todos los países afectados por la guerra.
SF: Yo también soy pesimista. Estados Unidos y otros países de la OTAN no tienen ninguna intención de asegurar a Rusia que la OTAN no extenderá su alcance hasta las fronteras de Rusia. Por lo tanto, la guerra continuará con consecuencias desastrosas para Ucrania, Rusia y más allá. En los próximos meses veremos cómo serán afectados otros países europeos. No puedo imaginar otros escenarios futuros que no sean la extensión del estado de guerra permanente que ya es una realidad en tantas partes del mundo y, una vez más, el desvío de recursos muy necesarios para apoyar la reproducción social hacia fines destructivos. Me duele que no tengamos un movimiento feminista masivo que salga a la calle, que se ponga en huelga, decidido a poner fin a todas las guerras.
MM: Yo también siento que la guerra no se detendrá pronto. Una paz “imperfecta” pero inmediata sería ciertamente preferible a la prolongación de las hostilidades, pero existen demasiadas fuerzas sobre el terreno trabajando para lograr un resultado diferente. Cada vez que une jefe de Estado declara que “apoyaremos a Ucrania hasta que salga victoriosa”, la perspectiva de las negociaciones se aleja aún más. Sin embargo, creo que es más probable que nos dirijamos a una continuación indefinida de la guerra, con las tropas rusas enfrentándose a un ejército ucraniano reabastecido y apoyado indirectamente por la OTAN. La izquierda debería luchar enérgicamente por una solución diplomática y contra el aumento del gasto militar, cuyo costo recaerá sobre el mundo del trabajo y provocará una nueva crisis económica y social. Si esto es lo que va a ocurrir, los partidos que saldrán ganando son los de extrema derecha que hoy en día están imprimiendo su sello en el debate político europeo de manera cada vez más agresiva y reaccionaria.
EB: Para plantear perspectivas positivas, nuestro objetivo tendría que ser una recomposición de Europa en interés de los pueblos ruso y ucraniano, y en el nuestro propio, de manera que la cuestión de las naciones y las nacionalidades se replanteara por completo. Un objetivo aún más ambicioso sería inventar y desarrollar una Gran Europa multilingüe, multicultural y abierta al mundo, en lugar de hacer de la militarización de la Unión Europea, por inevitable que parezca a corto plazo, el sentido de nuestro futuro. El objetivo sería evitar el “choque de civilizaciones” del que, de otro modo, seríamos el epicentro.
ML: Para proponer un objetivo más ambicioso, en términos positivos, diría que deberíamos imaginar otra Europa y otra Rusia, libres de sus oligarquías parasitarias capitalistas. La máxima de Jaurès “El capitalismo lleva la guerra como la nube lleva la tormenta” es más pertinente que nunca. Sólo en otra Europa, desde el Atlántico hasta los Urales (postcapitalista, social y ecológica) puede asegurarse la paz y la justicia. ¿Es este un escenario posible? Depende de cada une de nosotres.
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