
Julio C. Gambina
Doctor en Ciencias Sociales de la UBA, Argentina
Directivo de la Sociedad Latinoamericana y caribeño de
Economía Política y Pensamiento Crítico (SEPLA)
I - Sorpresa electoral por derecha
El proceso electoral de renovación presidencial de 2023 vino con “sorpresas” en la Argentina, causando perplejidad ante la tradición política e histórica de organización y lucha del movimiento popular. La ultraderecha se impuso para gobernar entre 2023 y 2027 con la fórmula Javier Milei y Victoria Villarruel, una dupla ultraliberal reivindicadora de las políticas de la dictadura genocida entre 1976-1983.
Las elecciones se procesaron desde agosto a noviembre, de las primarias realizadas el 13/8, a la primera vuelta del 22/10 con 5 candidaturas (una de izquierda), y al balotaje del 19/11 entre la fórmula oficialista del ministro de Economía Sergio Massa y el jefe de Gabinete Agustín Rossi, contra el dúo de ultraderecha.
En las primarias se impuso “La Libertad Avanza” (LLA) de la dupla Milei-Villarruel, conquistando la primera minoría en torno al 30 % de los votantes. Por poca diferencia siguieron las dos coaliciones hegemónicas de los últimos años: el macrismo y el kirchnerismo, en segundo y tercer lugar, con porcientos similares. El macrismo quedaría tercero en la primera vuelta y, por ende, el balotaje se definió a favor de Milei-Villaruel por poco más del 55 % en contra del oficialismo con algo más del 44 %.
Destacamos el tema porque es un elemento distintivo del cambio político que acontece en el país. El macrismo se preparaba para sustituir al kirchnerismo en la gestión del capitalismo local para el próximo periodo, tal como aconteció entre 2015 y 2019 bajo la presidencia de Mauricio Macri; y desde el kirchnerismo se alimentó políticamente a Milei para restarle votos al macrismo y sucederse en la gestión. Ambas estrategias se frustraron y LLA se terminó constituyendo en la novedad que desplazó a ambas coaliciones en la disputa por la gestión del capitalismo local. Desde allí se inició un proceso de rearticulación de la derecha, con pretensión de saldar diferencias entre los sectores dominantes, que impiden ordenar y disciplinar al conjunto social desde un proyecto político, siendo la “inflación” el fenómeno visible de la disputa hegemónica.
El presidente electo de la Argentina viajó a Washington a buscar “consenso” para su programa de reestructuración regresiva del capitalismo local. Las clases dominantes y el nuevo ocupante del gobierno argentino quieren recuperar la dinámica del “Consenso de Washington” de los 90 del siglo pasado, asentado en la liberalización de la economía, la promoción de la iniciativa privada, la venta del capital público al sector privado de la economía, local o global. Precisemos que ese “consenso” es el del poder asentado a orillas del Río Potomac, sede del gobierno estadounidense, de la Casa Blanca, del Capitolio y de la Corte Suprema de Justicia del país hegemónico del capitalismo mundial, pero también de los organismos internacionales, caso del FMI y el Banco Mundial.
La inflación es expresión de la guerra de precios entre los capitales que disputan la hegemonía y pone de manifiesto el desorden del capitalismo local, revelado en la permanente fuga de capitales como forma subordinada de la acumulación capitalista en el mercado mundial. El gran problema de la Argentina remite a quien le pone hegemonía al capitalismo local y el triunfo de la ultraderecha con importante consenso electoral apunta a resolver el dilema.
II - Recuperando historia
En la historia constitucional de la Argentina se construyó por décadas un régimen político dominado por dos partidos, el radical (UCR) y el peronista (PJ), que alternaron gobiernos de la gestión capitalista, solo interrumpidos por golpes militares. Los golpes entre 1930 y 1976 expresaban la perspectiva de restauración del poder oligárquico imperialista instalado en la Argentina entre 1860 y 1880, solo desplazados desde el voto universal (de varones) a partir de 1916. El régimen político argentino alternaba la gestión constitucional entre radicales (UCR) y peronistas (PJ) con gobiernos militares para la restauración conservadora de la alianza entre los terratenientes, la gran burguesía local y el capital externo. De hecho, la Argentina se constituye como territorio nacional y dominación del puerto de Buenos Aires, la capital del país, hacia 1880, insertándose subordinadamente en el capitalismo de la época, bajo la dominación imperialista británica. El capitalismo local tiene vida como proyecto político integrado territorialmente desde 1880, luego del genocidio indígena perpetrado por el ejército, que incorpora a la Patagonia al territorio nacional.
La dominación capitalista sustentada en la explotación de inmigrantes y fuerza laboral nativa encontrará resistencia en la cultura política y social de la tradición anarquista, socialista y comunista, motivando junto a la expansión de la producción y circulación local hacia el centenario de 1910, el estado de sitio. Milei y el triunfo de la LLA rompen con la historia de la alternancia entre gobiernos radicales o peronistas en tiempos constitucionales y la restauración golpista militar, aun con el antecedente de Mauricio Macri, presidente entre 2015 y 2019, quien accedió a la función con apoyo de la UCR y fracciones del PJ. En rigor, la crisis de 2001 había terminado con el bipartidismo peronista y radical, para dar lugar a la emergencia de dos coaliciones en los últimos años, que contenían parte del PJ y la UCR, el kirchnerismo y el macrismo. Por primera vez y de manera explícita asumirá en diciembre de 2023 un gobierno producto del voto popular que reivindica la Argentina del modelo agroexportador y de dominación oligárquico-imperialista previo al voto universal (de varones) y desplaza la lógica política de disputa entre dos partidos hacia 2001 y de dos coaliciones emergentes en estos últimos años hasta las elecciones recientes.
El modelo de crecimiento económico y represivo expresado en el estado de sitio de 1910 constituye el objetivo a recrear en la propuesta ultraliberal triunfante para el gobierno de la Argentina en la próxima etapa.
III – El marco es la crisis capitalista
La primera vuelta dejó en tercer lugar al macrismo, mientras el kirchnerismo emergió como la primera minoría con más del 36 % de los votos y muy cerca de ganar en primera vuelta, con la ilusión de repetir en el balotaje. De tercero en las primarias a primero en la primera vuelta solo se explica por una campaña en la que el ministro de Economía, candidato por el oficialismo, Sergio Massa, impulsó con apoyo legislativo una serie de medidas de distribución del ingreso. Se sostiene que, si esas y otras medidas se hubieran asumido en el inicio de la gestión del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández, otra podría haber sido la situación, pero la realidad es como es y vale para evaluar a los gobiernos críticos del discurso liberal, aunque remisos en producir cambios “progresivos” y estructurales en el capitalismo contemporáneo.
El resultado final fue el triunfo de Javier Milei por amplia diferencia en el balotaje, más de 11 puntos, casi tres millones de votos, consolidando un proyecto plebiscitado con la propuesta del ajuste y la dolarización de la economía. Milei se asume a sí mismo como “liberal libertario” o “anarcocapitalista”, tributario de la “escuela austríaca” y asociado a la ola ultraliberal en el orden mundial. La especificidad local no puede esconder el fenómeno global de avances de la derecha en un momento de crisis capitalista y búsqueda de las clases dominantes de una propuesta política de relanzamiento del régimen del capital, asentado en la profundización de la liberalización. El capitalismo arrastra la crisis desde 2007/09 y el proyecto globalizador se empantana con las sanciones unilaterales propiciadas por EE. UU. y sus socios mundiales, habilitando ensayos por derecha tal como se manifestaron con Trump, Bolsonaro, Meloni y ahora Milei, entre muchos otros ejemplos.
El capitalismo en crisis necesita de la Argentina, territorio que cuenta con cuantiosos “bienes comunes” que el capital transnacional pretende incorporar a la lógica de la mercantilización, especialmente los hidrocarburos no convencionales (el país posee la segunda reserva mundial de gas y cuarta de petróleo), el litio, el cobre, el oro, sin perjuicio de la tradicional tierra y los productos de ella derivados o asociados, explicitados en los complejos agroexportadores de soja, maíz o trigo; de la ganadería, e incluso del agua dulce, justipreciada por el capital global concentrado. La riqueza natural aún inexplotada de la Argentina es apetecida por la dominación global y pretende asegurarse ante un sistema en crisis.
La inestabilidad política es signo de nuestra época, favorecido por la derrota estratégica de las izquierdas en el ámbito regional hacia los 70 del siglo pasado y en el mundo desde los 90 del siglo XX. Los cambios a comienzos del Siglo XXI en la región generaron expectativas de transformaciones que animan el ciclo de la lucha de clases contemporánea. De hecho, la ofensiva capitalista tiene origen en el ensayo “neoliberal” y dictatorial en el cono sur de América en los primeros 70, para proyectarse mundialmente en los 90 del siglo pasado de la mano de la desarticulación de la URSS y la desaparición en el imaginario social colectivo de la perspectiva socialista.
Esta crisis del capitalismo busca salida política por derecha y desafía a la izquierda a un proceso de recomposición de las derrotas de los 70 y 90 del siglo pasado, lo que supone recuperar la crítica al capitalismo de nuestra época y sistematizar las experiencias de confrontación con el orden socioeconómico que anticipan otro orden posible de contenido anticapitalista.
IV - Crisis política local
La especificidad del capitalismo local es la inestabilidad recurrente, expresada en inflaciones de precios solo temporalmente controlada, caso de la “convertibilidad” estabilizadora en un peso igual a un dólar en los años 90, que dejó un saldo a su salida en el inicio de 2002 de 57 % de la población bajo la línea de la pobreza, un 21 % de desempleo y un tercio de la población trabajadora en situación irregular en el empleo.
Podemos afirmar que la inestabilidad remite a una larga historia de disputa irresuelta de la hegemonía en el bloque de poder del capitalismo local, a lo que se suma la combatividad de las clases subalternas. El poder de la clase dominante hacia 1910 fue disputado por regímenes constitucionales desde 1916, con alternancia de gobiernos dictatoriales surgidos de golpes de Estado entre 1930 y 1976, con intención de restaurar el poder oligárquico imperialista.
El ciclo constitucional iniciado en 1983 tuvo “estabilidad” económica en la década del 90, bajo presidencias peronistas (Menem) y radical (De la Rúa), consolidando el proyecto de reestructuración regresiva del capitalismo local propiciado por la dictadura de 1976 a 1983. La restauración del bloque de poder aparecía de la mano de gobiernos constitucionales, alejando la tradición de los golpes militares para el efecto restaurador del poder del bloque hegemónico en la construcción originaria del capitalismo local.
La rebelión popular de 2001 habilitó un nuevo tiempo en el desarrollo capitalista en Argentina y reabrió la disputa por el orden y la hegemonía entre diferentes grupos del poder local y mundial. Néstor Kirchner propuso en 2003 “reconstruir el capitalismo nacional” y con ese programa se generó la ilusión de cambios que revirtieran las transformaciones estructurales de un orden económico y social que en 1975/76 abandonó la lógica de promoción del mercado interno, de industrialización sustitutiva iniciada a fines del siglo XIX y comienzos del XX, para dar lugar a una lógica primaria exportadora bajo dominación del capital externo y la gran propiedad de la tierra. Esa perspectiva de “capitalismo nacional”, imposible de lograr en tiempos de transnacionalización, es lo que explica la frustración socio política de millones de personas que acrecentaron en los últimos años la miseria expresada en los indicadores socioeconómicos.
El gran interrogante es la respuesta social, más allá del movimiento organizado en torno al proyecto liderado desde el peronismo y el kirchnerismo. La demanda está planteada por una reorganización del movimiento social popular y de la izquierda ante la ofensiva de un nuevo bloque de poder y su expresión política en la presidencia de Milei. La Argentina avanza por la derecha sin que ello signifique la derechización de su pueblo y, en todo caso, eso es lo que está en discusión en una izquierda con representación institucional limitada, importante para hacer oír las voces y demandas de la resistencia, que necesita extenderse a una tradición ampliada en el movimiento popular e intelectual para construir un proyecto de poder en condición de disputar consenso para una alternativa de emancipación en contra del capitalismo.
Así, esa base de la marginación social es lo que puede empezar a explicar el apoyo masivo al mesianismo de la irracional propuesta de Milei, que ahora morigera en función de la cercanía en el ejercicio de la presidencia desde el próximo 10/12. La izquierda no logró hasta ahora una estrategia de acumulación de poder popular que le permita organizar y dirigir a las clases subalternas en una perspectiva emancipadora, lo que constituye un desafío recurrente. La izquierda incorporó un quinto legislador nacional a la cámara de Diputados de la Nación y varios legisladores provinciales y municipales, siendo fuerza legislativa minoritaria, desafiada a una mayor articulación con una diversa tradición de izquierda en el movimiento social y entre la cultura y la intelectualidad. La crisis política local requiere de la iniciativa popular para construir alternativa política por izquierda.
V - Milei y lo que viene
Milei ratificó su discurso de campaña en la celebración de su triunfo. Un corto mensaje, leído, cuidadosamente preparado, en formato “estadista”, abandonado el papel del panelista irreverente. Sosegado en las formas y firme en los contenidos, especialmente relativo al ajuste y represión. Anticipó un 15 % de ajuste en campaña, solo falta ver en acción por donde pasa ese recorte y cuál será la respuesta de los afectados. Anticipó un “shock” y contacta con el enojo de sus votantes con los “privilegios”. Una categoría difusa que la realidad de los próximos días, luego del 10/12 harán más concretas. ¿Quiénes serán las/os afectadas/os? ¿Qué respuestas se generarán, incluso cómo se expresará la aplicación de la ley a los “violentos” (represión) que se movilicen en su contra? Las respuestas pueden ser rápidas y pondrán en juego el nuevo ciclo de luchas en la Argentina.
La reestructuración de la derecha convoca a otras reestructuraciones en el arco político de la Argentina. ¿Cómo se reestructurará el peronismo y el radicalismo, partidos tradicionales del ciclo bipartidista del siglo XX hasta 2001? La reconversión bipartidista en régimen de dos coaliciones parece haber llegado a su fin. ¿Y la izquierda, asumirá el desafío de una ampliación a variados grupos de inserción social popular sin representación legislativa, e incluso a la articulación con la tradición peronista combativa, anticapitalista y antiimperialista?
El proceso electoral de 2023 da muestras de cambios políticos a la luz de los operados en el orden capitalista local, como parte de las modificaciones globales ante la ofensiva capitalista de medio siglo que supuso la liberalización de la economía mundial. En la desigual distribución del ingreso y de la riqueza debe buscarse el sentido del voto, agravado en un clima en contra de la “política” que no resuelve las necesidades inmediatas de la población. La mayor explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo sobre los bienes comunes generó la “miserabilización” de millones que solo esperan cambios, con la aspiración de mejorar la cotidianeidad. A eso debe sumarse el desprecio de una cultura “antipopular” que identifica al peronismo y a la izquierda como indeseables, expresión del racismo en nuestro territorio.
Pronto conoceremos la totalidad de los miembros del gabinete de ministros del presidente liberal libertario. Algunos nombres se conocen y sus propuestas son reaccionarias y antipopulares. Faltan casilleros a completar y suena el “tren fantasma” de antiguos colaboradores de tiempos de la dictadura o de los 90, quienes desembocaron en las dramáticas consecuencias de 2001. El proyecto de la dictadura y del 90 retorna para encarnar la antigua aspiración de la restauración conservadora de 1880 a 1910, el año del centenario, con los fastos del poder y el “estado de sitio” ante las protestas obreras y populares de las organizaciones anarquistas, socialistas, comunistas.
Cambió el capitalismo desde 1975/76 y se expresa con el triunfo de la ultra derecha en 2023. Es una realidad convergente con otros procesos en el capitalismo mundial, que incluye un escenario de guerra acelerada, con más gasto improductivo, especialmente militar, con desigualdad y especulación estimulada por la forma ficticia que asume el capital para la acumulación en esta tercera década del siglo XXI. La relación entre el peso local y las divisas así lo demuestran. Milei quiere un peso devaluado para facilitar su proyecto de dolarización. En ese camino se deterioran las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad.
VI - A la búsqueda del consenso en Washington
El presidente electo de la Argentina viajó a Washington a buscar “consenso” para su programa de reestructuración regresiva del capitalismo local. Las clases dominantes y el nuevo ocupante del gobierno argentino quieren recuperar la dinámica del “Consenso de Washington” de los 90 del siglo pasado, asentado en la liberalización de la economía, la promoción de la iniciativa privada, la venta del capital público al sector privado de la economía, local o global. Precisemos que ese “consenso” es el del poder asentado a orillas del Río Potomac, sede del gobierno estadounidense, de la Casa Blanca, del Capitolio y de la Corte Suprema de Justicia del país hegemónico del capitalismo mundial, pero también de los organismos internacionales, caso del FMI y el Banco Mundial. El capitalismo en crisis necesita de la Argentina, territorio que cuenta con cuantiosos “bienes comunes” que el capital transnacional pretende incorporar a la lógica de la mercantilización, especialmente los hidrocarburos no convencionales (el país posee la segunda reserva mundial de gas y cuarta de petróleo), el litio, el cobre, el oro, sin perjuicio de la tradicional tierra y los productos de ella derivados o asociados, explicitados en los complejos agroexportadores de soja, maíz o trigo; de la ganadería, e incluso del agua dulce, justipreciada por el capital global concentrado.
Antes de viajar a EE. UU., Milei anticipó que, en diciembre, luego de asumido convocará a sesiones parlamentarias extraordinarias para resolver un paquete legislativo para avanzar con el ajuste y las reformas estructurales necesarias a su programa de gobierno. Vale recordar que Menem aceptó asumir antes de tiempo en 1989 si la oposición le aseguraba tratamiento parlamentario de las leyes de “Reforma del Estado” y de “Emergencia Económica”, imprescindibles para el ajuste, las privatizaciones y regresivas reestructuraciones de los 90. Esas leyes que Milei reclama apuntan a lograr consenso mayoritario en el Congreso nacional para el ajuste fiscal, las reformas monetarias, del Estado y la desregulación de la economía. Es lo que le demandan los que mandan en Washington, aval legislativo y político de las instituciones constitucionales del país, convalidando el consenso electoral del 56 % recientemente obtenido. No será la última prueba para asegurar los intereses del hegemón capitalista, a quien como siempre se le solicita sustento financiero para reproducir la lógica mundial de la ganancia y la acumulación capitalista. La riqueza natural aún inexplotada de la Argentina es apetecida por la dominación global y pretende asegurarse ante un sistema en crisis.
VII - Fondos para el rescate argentino
Durante la campaña y en las últimas semanas trascendieron distintas proposiciones para materializar el programa del liberal libertario, sea la dolarización y destrucción del BCRA o previas mediaciones hasta el logro de ese objetivo, que podría posponerse sine die. Hoy no hay “dolarización” ni eliminación del BCRA. En cualquier circunstancia, lo que se reitera es la necesidad de financiamiento, entre 15.000 a 30.000 millones de dólares, lo que se pueda, claro que, como resultado de esa potencialidad, se agrave la hipoteca de la deuda que recae sobre el conjunto del pueblo argentino. Sostiene Milei y sus adláteres que necesitan divisas para resolver la deuda remunerada del BCRA con los bancos comerciales, y desde allí avanzar en eliminar las restricciones para la liberalización de mercado cambiario y favorecer el libre comercio de bienes y servicios para estabilizar la economía.
La deuda del BCRA a que remiten son los pases pasivos y las letras de liquidez (LELIQ). A octubre de 2023, el balance del BCRA reconocía unos 14 billones de pesos en LELIQ y otros 7 billones en pases pasivos. Es de interés comprobar que, durante noviembre, ante la inminencia de la derrota oficialista y más aún cuando esta se concretó, los bancos no renuevan las licitaciones de LELIQ y se pasan a los pases pasivos, inversiones de corto plazo. Así, la relación entre pases pasivos y LELIQ, cambió a favor de las primeros, con pases que alcanzan los 13,1 billones y las LELIQ unos 10,72 billones; más aún, durante lo que resta de la gestión actual vencen unos 6 billones de LELIQ, los que seguramente irán hacia los pases pasivos. Entre pases y LELIQ suman más de 23 billones de pesos, que al tipo de cambio oficial expresan más de 66 mil millones de dólares y que en una devaluación esperable por la nueva gestión podría reducirse a 36.000 millones de dólares. Así se puede explicar la demanda de crédito en el mercado global. Este monto o cercano es lo que se busca en el sistema financiero para encontrar una “solución de mercado” a la deuda en pesos del BCRA. Transformar deuda en pesos por deuda en dólares, que podría transferirse desde el BCRA al Tesoro nacional y profundizar la lógica de la deuda como principal mecanismo de la dependencia local al capitalismo mundial.
Para el sistema financiero mundial resulta la “deuda”, un mecanismo efectivo para la apropiación de excedente económico socialmente generado desde la Argentina. Los bancos tenedores de esos pasivos remunerados del BCRA están avisados del mecanismo y satisfechos, aun cuando la “solución” suponga alargar los plazos de sus colocaciones y reducir rentabilidad por menor tasa de interés. Pero claro, cambiaran acreencias en pesos por otra en divisas. Esos pasivos del BCRA son tres veces la circulación monetaria y por eso, para atender tamaña operación es que se demanda al congreso aval legislativo. La solución vía canje de bonos resulta un negocio muy importante para las finanzas locales y globales, base para estabilizar un proceso de ajuste fiscal a descargar sobre la población, especialmente la de menores recursos. Entre pases pasivos, un 10 % del PBI y los gastos a recortar por otro 5 % entre obra pública, subsidios, tarifas y eliminación de gasto público y del déficit, explican la promesa electoral de reducir el gasto en un 15 % sobre el conjunto del PBI.
La estanflación es lo que se viene en el horizonte cercano y de mediano plazo en el capitalismo local, lo que se lubricará con nuevo endeudamiento para disimular problemas estructurales e intentar mantener consenso político que amplíe el consenso electoral.
VIII - Consenso por arriba e incógnitas sobre la respuesta popular
Milei y su equipo negocia a todo nivel para asegurarse el resguardo institucional a sus medidas, por eso las negociaciones con distintas fracciones del poder local y mundial, para ampliar el consenso electoral con apoyos por arriba de la burocracia institucional local y del poder mundial. Las negociaciones son febriles, no solo por cargos, sino por acuerdos y compensaciones a distintos distritos provinciales de una economía cuya inflación se acelerará de cara a 2024. El gran interrogante es la respuesta social, más allá del movimiento organizado en torno al proyecto liderado desde el peronismo y el kirchnerismo. La demanda está planteada por una reorganización del movimiento social popular y de la izquierda ante la ofensiva de un nuevo bloque de poder y su expresión política en la presidencia de Milei. La Argentina avanza por la derecha sin que ello signifique la derechización de su pueblo y, en todo caso, eso es lo que está en discusión en una izquierda con representación institucional limitada, importante para hacer oír las voces y demandas de la resistencia, que necesita extenderse a una tradición ampliada en el movimiento popular e intelectual para construir un proyecto de poder en condición de disputar consenso para una alternativa de emancipación en contra del capitalismo.
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