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Por qué conmemorar a un abuelo futurista

Sergio Chaparro

Profesor e investigador independiente

Profesional en Filosofía (φUR) 

Candidato a Magíster en Estudios Sociales de la Ciencia (UNAL)

 

El mejor homenaje que la juventud millenial –en sentido amplio, la nacida a mediados de los años 80-90, entre el año 2001 y 3000– y los trabajadores intergeneracionales del anterior y el nuevo siglo podemos hacer hoy al conmemorar el natalicio del científico y filósofo transmoderno, Karl Heinrich Marx (K.H.M.), es estudiarlo con constancia y esmero, con miras a transitar y edificar una nueva civilización o, llanamente, colapsar.

¿Para qué nos sirve hoy el abuelo Marx? No por un deseo erudito alejado de lo real ni culto, sino para pensar con audacia y elucidar con cabeza propia, en hombros de un ancestro gigante, los problemas actuales de la crisis de la modernidad capitalista en su decurso de los últimos cinco siglos, la finitud posible de la civilización capitalista en esta centuria y el agotamiento mismo en este tercer milenio de la sociedad de clases, existente hace diez mil años.

El abuelo futurista Marx resulta un clásico vigente, en el sentido de Gadamer, al servirnos como método metabólico para pensar radicalmente las crisis y transiciones, históricas y epistémicas, cuatro veces más allá de los 2.500 años, de lo que el filósofo colombiano de la ciencia, Carlos Eduardo Maldonado, acuñó en la última gran pandemia del COVID-19 como “Occidente, la civilización que nació enferma” (2020, ed. Desde Abajo).

Imagen generada con IA

No es entonces casual que hoy elijamos la imágen cyberpunk (IA) del abuelo humano de Tréveris vestido con traje de cuero sintético en las calles de Londres y el Beijing tardío (2024) con los debidos créditos al diseñador gráfico anónimo, ©The Extraordinary 10, y con la música marcial de fondo del penúltimo track del álbum retro futurista L’Estat i revolutió (2011) de la banda de rock experimental catalana, EINA.

Paralelo al estudio del abuelo sabio es indisociable como homenaje luchar de modo militante y cotidiano por construir una nueva Internacional de partidos de trabajadores en cada país por la conquista insurrecional del poder de los estados, tal como la que él soñó y edificó con su activismo político aguerrido y profesional. La felicidad es la lucha. Con la globalización, esto es una realidad tangible.

En el siglo XXI ya somos una mayoría terráquea los humanos que vendemos nuestra fuerza de trabajo, somos el sujeto sociohistórico por excelencia. Atrás han quedado el campesinado y las franjas medias de la pequeña burguesía con peso aritmético decisivo. En contravía, fenoménicamente, presenciamos contingentes crecientes de proletariado agrícola y de asalarización urbana y precaria de sectores medios. Para que estos, el partido mundial junto a su clase asalariada multiterritorial y sus aliados populares, sean los que agencien la transición postcapitalista en el siglo XXI y la derrota de la parasitaria burguesía, una minoría demográfica multimillonaria. Es esto, o nos depara la barbarie socioambiental y bélica como especie homo sapiens en la corta aventura de 350.000 años y como clase laboriosa joven hace más de tres siglos.

A modo de homenaje, aquí comparto tres fragmentos sugestivos de una humilde lectura rumiante, de mula sudaca, al lomo del tomo III de El Capital, en clave metódica de topo civilizatorio. Nuestra obsesión de vida, al igual que la del abuelo, es la controversia de la crisis civilizatoria del capital en la que nos encontramos –esa que los economistas ciclistas y anticatastrofistas como Rolando Astarita son ciegos en no ver– y la revolución permanente de los de abajo como resolución.

https://www.granma.cu/mundo/2020-05-05/resurreccion-05-05-2020-01-05-59

Concomitante con lo anterior, un mundo que ganar comprende el tesoro común de las artes, las ciencias y las tecnologías a recuperar para sí y a desarrollar con sostenibilidad ecológica en la Tierra y el Universo, por la humanidad liberada y liberadora de otras especies terráqueas, hasta donde las posibilidades históricas lo permitan. ¿Por qué no? A niveles civilizatorios de Star Trek y lo mejor de la imaginación prospectiva, en caso de que no sucumbamos al cambio climático antropogénico y la destrucción de la biosfera, las guerras capitalistas y los riesgos existenciales. Al menos, dicha perspectiva materialista del futuro civilizatorio emancipado y su disyuntiva histórica de una barbarie probable, la del abuelo y sus descendientes, es lejana de la unilateralidad de esos ensueños premodernos, neomedievales y neoprimitivos de los colapsólogos, Pablo Servigne y Raphaël Stevens, y demás ralea de la clase media decadente. Los desvaríos nihilistas de la intelectualidad burguesa ajena a la C.T.S (Ciencia, Tecnología, Sociedad).

El análisis de las conexiones reales, internas [y metabólicas], del proceso capitalista de producción constituyen, como el lector ha podido observar bien a su costa, un asunto muy complicado y el descubrirlas supone un trabajo muy minucioso; si es obra de la ciencia el reducir los movimientos visibles y puramente aparentes a los movimientos reales e interiores.

El régimen de producción capitalista cae aquí en una nueva contradicción. Su misión histórica consiste en desplegar la capacidad productiva del trabajo humano en una progresión geométrica implacable. Pero traiciona esta misión histórica cuando él mismo se interfiere como un obstáculo, como ocurre aquí, ante el desarrollo de la productividad. Con ello sólo demuestra una cosa: que este régimen de producción va caducando con el tiempo y tendiendo a desaparecer.

Por consiguiente, el crédito acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas y la instauración del mercado mundial, bases de la nueva forma de producción, que es misión histórica del régimen de producción capitalista implantar hasta cierto nivel. El crédito acelera al mismo tiempo las explosiones violentas de esta contradicción, que son las crisis, y con ellas los elementos de la disolución del régimen de producción vigente.

La doble característica inmanente al sistema de crédito: de una parte, el desarrollar los resortes de la producción capitalista, el enriquecimiento mediante la explotación del trabajo ajeno, hasta convertirlos en el más gigantesco sistema de juego y especulación, reduciendo cada más el número de los contados individuos que explotan la riqueza social y, de otra parte, el establecer la forma de transición hacia un régimen de producción nuevo […] Estas fábricas demuestran cómo al llegar a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas producidas y de las formas sociales de producción adecuadas a ellas, del seno de un régimen de producción surge y desarrolla naturalmente otro nuevo. (Marx, 1990 [1894], trad. Wenceslao Roces, FCE, 22 ed., capítulos XXVI, XV y XVIII, pp. 304, 259, 418-419).
 

5 de mayo de 2024, año doscientos seis después de nacer el abuelo y amigo de las y los laburantes, K.H.M.

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