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Por un nuevo internacionalismo Consideraciones preliminares 1

Sandro Mezzadra

Doctor en Historia de las Ideas Políticas 

Universidad de Turín 

Profesor de Teoría Política Contemporánea 

y de Estudios Poscoloniales 

Universidad de Bolonia 

Codirige la Revista DeriveApprodi 

 

Brett Neilson

Profesor de Teoría Social y Cultural 

Western Sidney University (Australia)

 
 

Para Toni Negri (1933-2023)

Maestro, compañero, amigo

 

1.

La guerra, escribimos en un artículo anterior, está hoy en el centro de los procesos que están determinando una reorganización general del capitalismo a escala global 2. El debilitamiento de la hegemonía global de Estados Unidos abre escenarios de transición tumultuosa e incierta, que por muchas razones parecen diferentes de aquellos que han acompañado a anteriores “transiciones hegemónicas” en la historia moderna del capitalismo. De hecho, no parece haber una nueva potencia hegemónica en el horizonte, y es razonable pensar que esto también depende de las características que asuma el capitalismo hoy. Sin embargo, el hecho es que la crisis de hegemonía global siempre ha estado acompañada de guerras de impacto devastador, las napoleónicas en la transición de la hegemonía holandesa a la británica, las dos guerras mundiales en la transición de esta última a la de los Estados Unidos 3 . Es bueno tener presentes estos precedentes históricos para comprender la naturaleza radical de los desafíos que enfrentamos hoy. Además, cuando escribimos el artículo que acabamos de mencionar, tomamos como paradigmático el alcance global de la guerra en Ucrania. Después del 7 de octubre, tras la operación de Hamás, cuya violencia ciertamente no nos dejó indiferentes, otra guerra se superpuso a la primera. El bombardeo de Gaza, las operaciones terrestres del ejército israelí, la intolerable matanza y sacrificio de vidas palestinas, el “urbicidio” de la ciudad de Gaza, ciertamente han reabierto conflictos relativamente antiguos. Al mismo tiempo, han revelado dimensiones sin precedentes de la crisis de la capacidad de liderazgo de Estados Unidos, el surgimiento de nuevos actores regionales y, en términos más generales, cambios profundos en el sistema internacional.

No es éste el lugar para analizar en detalle el conjunto de procesos y transformaciones que acabamos de mencionar. Más bien, es necesario reiterar que la centralidad de la guerra requiere un replanteamiento profundo del internacionalismo, única condición que puede hacer efectivo el rechazo radical de la guerra misma y, al mismo tiempo, la lucha por la paz: por una paz caracterizada por la justicia social, la libertad y la igualdad en una perspectiva que cruza fronteras entre naciones y continentes. Además, la oposición a la guerra ha sido siempre un carácter fundador del internacionalismo socialista y comunista, al menos desde la Conferencia de Zimmerwald de 1915. En años más cercanos a nosotros, hemos experimentado la formidable movilización global en febrero de 2003 contra la invasión de Irak que, a pesar de su derrota, demuestra la posibilidad de una acción política a escala global. Sin embargo, estamos convencidos de que la guerra actual tiene, debido al sistema internacional en el que se ubica, características muy diferentes no sólo a la de principios del siglo XX sino también a las de un siglo posterior. Por ello, nos parece necesario repensar los fundamentos del internacionalismo, tomando como punto de partida la necesidad de situar el rechazo a la guerra, como se ha dicho, dentro de un proyecto más general que apunta a eliminar las causas mismas de la guerra. Esta afirmación ciertamente tampoco es nueva; las condiciones en las que se trata de reformularla tampoco son nuevas. Los significados globales sin precedentes que la solidaridad con Palestina ha adquirido en las últimas semanas indican tanto la necesidad como la posibilidad de esta difícil tarea 4.

El rechazo de la guerra, en los términos en que hemos hablado de ella hasta ahora, sólo puede ser el terreno común de un nuevo internacionalismo si al mismo tiempo trabajamos teórica y prácticamente en la renovación profunda de la comprensión de esa lucha de clases, que sigue representando para nosotros el motor esencial de toda transformación social. En diversas intervenciones hemos insistido en la necesidad de desligar la lucha de clases de cualquier “economicismo”, de controversias como las que giran en torno a la distinción entre trabajo “productivo” e “improductivo”, entre producción y reproducción 5. La cuestión no es proponer una concepción indeterminada de clase, sino más bien asumir radicalmente las transformaciones de la composición del trabajo vivo en el capitalismo contemporáneo, que hacen de la multiplicidad su rasgo distintivo e irreductible. En este sentido, es necesario reconocer y valorar los procesos de producción de subjetividad que atraviesan esa composición, y que inscriben en ella dimensiones diferentes a las tradicionalmente definidas como “económicas”. Un concepto ampliado y renovado de explotación constituye la herramienta fundamental para delimitar el campo de clase y para plantear el problema de su transformación en sujeto mediante la institución de un antagonismo fundamental 6. Estas son cuestiones que aquí sólo podemos recordar brevemente, pero era importante hacerlo porque para nosotros son parte integral de cualquier razonamiento sobre un nuevo internacionalismo.

El debilitamiento de la hegemonía global de Estados Unidos abre escenarios de transición tumultuosa e incierta, que por muchas razones parecen diferentes de aquellos que han acompañado a anteriores “transiciones hegemónicas” en la historia moderna del capitalismo. De hecho, no parece haber una nueva potencia hegemónica en el horizonte, y es razonable pensar que esto también depende de las características que asuma el capitalismo hoy. Sin embargo, el hecho es que la crisis de hegemonía global siempre ha estado acompañada de guerras de impacto devastador. 

https://omal.info/spip.php?article9964

2.

No hace falta decir que el internacionalismo ciertamente no es algo nuevo. Arraigado en una larga historia de solidaridad anarquista, socialista y comunista, su potencial y legado se evocan bien, por ejemplo, con referencias a lugares como España y Vietnam. Estas resonancias históricas son importantes para nosotros. Sin embargo, no estamos seguros de que el término internacionalismo conserve su validez hoy. Hay al menos dos razones para esta vacilación. En primer lugar, el internacionalismo se ha utilizado con demasiada frecuencia como cobertura de intereses nacionales específicos, en particular los de la Unión Soviética, con consecuencias catastróficas en la época de Stalin (y el caso de la Guerra Civil española vuelve a ser ejemplar). En segundo lugar, en la historia del internacionalismo la idea de que la nación era la unidad básica de la organización política se daba esencialmente por sentada 7. Las cosas no eran necesariamente así en la formulación original del concepto. Cuando Marx comenzó a escribir sobre el tema en la década de 1840, el proceso de nacionalización del Estado, los mercados y el mapa político de Europa estaba lejos de terminar en la propia Europa. El internacionalismo, en estas condiciones, representó una extraordinaria invención y anticipación política. Es esta creatividad la que necesitamos relanzar hoy para garantizar que un nuevo internacionalismo, cualquiera que sea su nombre, pueda apoyar y relanzar las luchas contra las fuerzas imperialistas en nuestro presente.

Hoy nos enfrentamos a una desarticulación del llamado sistema internacional, basado en reglas que ponen en tela de juicio las formas consolidadas del internacionalismo y del propio cosmopolitismo liberal. Es en este contexto donde debe repetirse el gesto marxista, conscientes de que la repetición sólo puede significar una innovación radical. Ese gesto, como subrayó Jacques Derrida en 1993, prefiguró un movimiento político organizado –el internacionalismo obrero y proletario– que, por primera vez en la historia de la humanidad, “se presentó como geopolítico, inaugurando así el espacio que ahora es nuestro”, y que hoy toca sus fronteras, las fronteras de la tierra y las fronteras de lo político”  8.  Hoy estamos más allá de esas fronteras, entre otras razones porque en la época del Antropoceno y del Capitaloceno, el planeta se constituyó como un concepto y una dimensión de experiencia distintos de los señalados por el globo y el mundo 9. Reinventar el internacionalismo significa también incorporar la cuestión de la vulnerabilidad del planeta en sus propios fundamentos epistémicos, yendo más allá de la alternativa entre “decrecimiento” y “ecomodernismo” que caracteriza los debates contemporáneos, con sus posiciones opuestas respecto al desarrollo económico 10.  Muchos movimientos fuera de Europa y Occidente, incluidos los feministas latinoamericanos que discutiremos más adelante, están construyendo formas de solidaridad internacionalista que reconocen cómo las relaciones de dependencia devastan las ecologías y contribuyen a la explotación de los trabajadores tanto en las “periferias” como en los países que siguen considerándose “centrales”.

Hoy nos enfrentamos a una desarticulación del llamado sistema internacional, basado en reglas que ponen en tela de juicio las formas consolidadas del internacionalismo y del propio cosmopolitismo liberal. Es en este contexto donde debe repetirse el gesto marxista, conscientes de que la repetición sólo puede significar una innovación radical. Ese gesto, como subrayó Jacques Derrida en 1993, prefiguró un movimiento político organizado –el internacionalismo obrero y proletario– que, por primera vez en la historia de la humanidad, “se presentó como geopolítico, inaugurando así el espacio que ahora es nuestro”, y que hoy toca sus fronteras, las fronteras de la tierra y las fronteras de lo político”.

Además, poner énfasis en la discontinuidad y la necesidad de una innovación política radical no significa abandonar las lecciones del pasado. Desde el punto de vista del método, por el contrario, una de nuestras fuentes esenciales de inspiración es la lucha misma llevada a cabo por Lenin en los años de la Gran Guerra para comprender las características esenciales del imperialismo, lucha que lo llevó a redefinir aspectos esenciales de la política comunista en Rusia y a escala global. No creemos que la teoría del imperialismo de Lenin pueda encontrar una correspondencia literal en el mundo actual. Las transformaciones del capitalismo (y en particular de la relación entre Estado y capital) han sido demasiado radicales en el último siglo, y una de las enseñanzas fundamentales de Lenin consiste precisamente en conectar la teoría del imperialismo con los cambios profundos que afectaban al capitalismo, relacionados con el fin de la libre competencia y con la transición que se había iniciado a finales del siglo XIX. Es un primer punto que sigue guiando nuestro análisis, así como la atención a las luchas anticoloniales que llevaron a Lenin a descubrir un mundo nuevo que emergía de los escombros de la guerra y a despedirse del eurocentrismo. En este sentido, la política comunista se convierte para él en política mundial. De manera más general, la tendencia a incluir factores “geopolíticos” en su teoría de la lucha de clases, en una situación de guerra, devastación y masacres sin precedentes en Europa, sigue siendo ejemplar para nosotros (repetimos: desde el punto de vista del método). Es precisamente esta articulación entre “geopolítica” y luchas sociales la que vuelve a ser crucial hoy en un mundo marcado una vez más, pero de manera diferente, por la guerra y la intensificación de la competencia intercapitalista.

https://borrokagaraia.wordpress.com/2013/06/28/internacionalismo/

3.

La referencia a la “geopolítica” es, además, indicativa de una serie de procesos y problemas abiertos en la organización del sistema mundial, que debemos analizar desde una perspectiva distinta a la que habitualmente se entiende bajo ese término. La geopolítica tiene orígenes históricos precisos en la transición entre los siglos XIX y XX, en una situación caracterizada por la incipiente crisis de la hegemonía británica y la intensificación de la competencia interimperialista 11. Sin entrar en detalle en su evolución histórica, basta subrayar que, en la forma en que habitualmente se practica y aplica en el debate público (en Italia en particular), la geopolítica tiende a envolverse en una “objetividad” que se deriva de lo que se podría definir como un determinismo geográfico sustancial: en esa perspectiva, en otras palabras, los sujetos fundamentales de la política mundial no son sólo los Estados y sobre todo las grandes potencias, como en la corriente principal del estudio de las “relaciones internacionales”, sino también masas terrestres y corrientes oceánicas. Estamos lejos de negar la influencia de los factores geográficos en la política, más aún en la época del Antropoceno y del Capitaloceno, y reconocemos la importancia de ese conjunto de corrientes de estudio que ha tomado el nombre de “geopolítica crítica”  12. Sin embargo, estamos convencidos de la necesidad de tomar en serio los temas en los que trabaja la geopolítica y desarrollar un paradigma teórico diferente para abordarlos desde el punto de vista de un nuevo internacionalismo. Esto es lo que intentamos hacer al proponer como concepto para definir el estado actual de la política mundial como el de multipolarismo centrífugo y conflictivo. Lo importante para nosotros es poner en el centro del análisis el proceso de formación de los polos, que sería erróneo interpretar como ya establecido y delimitado por fronteras estables. En este proceso, no sólo los Estados desempeñan papeles esenciales (los “imperiales”, en particular), sino también una pluralidad de actores capitalistas, así como movimientos y luchas sociales 13. 

Es en este escenario, en el cual Estados y naciones siguen desempeñando papeles importantes, pero siempre sobredeterminados por dinámicas que los superan, que se trata de repensar el internacionalismo. Lejos de celebrar el multipolarismo, éste es para nosotros la forma, no sabemos si transitoria, en la que se reorganiza un capitalismo que sigue atravesado, caracterizado y constituido por múltiples procesos globales. Siendo conscientes de la complejidad de la formación y de la constitución misma de los polos, se trata de centrar el análisis sobre las luchas y las dinámicas sociales, en una perspectiva que nos permita resaltar las múltiples maneras en que facilitan, alteran y cuestionan la procesos de formación de los polos. Para dar un primer ejemplo, las grandes luchas de Hong Kong de 2019/20 han desplegado un antagonismo social contra las formas adoptadas por la lógica de la formación de un polo vinculado al ascenso de China, impugnando en particular la promulgación de una ley de seguridad nacional. Sabemos cuál fue el resultado de esas luchas, pero también sabemos que este resultado podría haber sido diferente, particularmente si el componente de clase del movimiento hubiera surgido en primer plano, y si este último hubiera encontrado ecos en China continental, según la perspectiva de la izquierda de Hong Kong 14.  Este tema del componente de clase remite a lo que dijimos anteriormente sobre la necesidad de asumir una concepción ampliada y renovada de la lucha de clases, como criterio decisivo de un nuevo internacionalismo. Es un punto importante, teniendo en cuenta que hoy se difunden posiciones que identifican el elemento fundamental de una política antiimperialista en el simple carácter antioccidental de los supuestos bloques en formación. Esta parece una tendencia a la que hay que oponerse enérgicamente. Tomemos el caso de Irán, por ejemplo: nunca renunciaríamos a nuestro apasionado apoyo al movimiento que en 2022 adoptó como lema “mujer, vida y libertad”, tomándolo prestado de las mujeres kurdas de Rojava, para celebrar el papel del país en un supuesto polo antiimperialista. Y esto se aplica a toda lucha que tenga un posicionamiento similar, independientemente del proceso de formación de un polo en el que se inserte.

Sin embargo, estamos convencidos de que los procesos de formación de polos en curso indican los espacios, móviles y abiertos a múltiples intersecciones con otros espacios, dentro de los cuales se trata principalmente de establecer canales de comunicación y organización entre las luchas. Por otro lado, las coordenadas resultantes de la acción política pueden, al insistir en las tensiones y conflictos que caracterizan los procesos de formación de los polos, multiplicarse y articularse fácilmente con otras experiencias de comunicación y organización de luchas, en una perspectiva global que, sin embargo, pierde la concreción de estar arraigada en contextos específicos. Las luchas mismas, además, tienen la capacidad de intervenir en la producción de nuevos espacios. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos veinticinco años en América Latina, donde una cadena de revueltas y movimientos golpea la región desde finales del siglo pasado, abriendo el espacio en el que se han posicionado los nuevos gobiernos “progresistas” en los años subsiguientes. A pesar de los múltiples reveses y limitaciones de estos gobiernos, ejemplificados de alguna manera por la reciente victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales argentinas, este proceso continúa hasta el día de hoy, tanto en lo que respecta a la continuidad en la acción de los movimientos, como a la sucesión de gobiernos que han tomado el espacio regional como una escala esencial para la lucha contra la pobreza y para la gestión de la interdependencia a nivel global. Naturalmente, de lo que no se trata aquí es de una evaluación de la experiencia de estos gobiernos. Lo que importa es que, debido a la acción persistente (y a menudo conflictiva) de movimientos radicales y gobiernos “progresistas”, América Latina sigue siendo un extraordinario laboratorio político, en el que, entre otras cosas, hipótesis “reformistas” y “revolucionarias” compiten sobre nuevas bases. Y nos demuestra al menos el potencial de una articulación de luchas a nivel regional, lo que representa una condición fundamental para un nuevo internacionalismo.

https://dilemmasofhumanity.org/es/internacionalismo-libreto

4.

Habría mucho que agregar sobre América Latina, sobre la geografía multinivel de un proceso embrionario de formación de un polo caracterizado por la existencia de diversas organizaciones regionales, por la proliferación de espacios operativos e infraestructurales del capital, entre otras cosas vinculadas a la intensificación de las actividades extractivas y –lo que es particularmente relevante– por la presencia simultánea de Estados Unidos y China. Aquí, sin embargo, nos interesa llamar la atención sobre un movimiento social específico, de gran fuerza y originalidad. Las grandes movilizaciones feministas que comenzaron en 2015 en Argentina con el lema Ni Una Menos se caracterizaron de hecho por un ritmo acelerado y un poder de transformación que invistió e innovó el significado mismo del feminismo. La rápida circulación de este movimiento, sus consignas y sus prácticas a escala regional, ha determinado la formación de una dimensión latinoamericana de la lucha feminista, a través de un trabajo de traducción de herramientas organizativas y discursos políticos a contextos materiales, a menudo también significativamente heterogéneos. Al mismo tiempo, el nuevo feminismo latinoamericano ha generado poderosas resonancias, tanto en Estados Unidos como en países del sur de Europa como Italia y España, sentando las bases para múltiples encuentros y nuevas formas de comunicación transnacional y transcontinental. Lo que Verónica Gago llama la “internacional feminista” se basa en una densa red de cuerpos en lucha, especificidades territoriales y subjetivas, y prácticas situadas en una política anticolonial y antirracista que desafía los límites de la geometría basada en el Estado-nación, sin convertirse nunca en una política anticolonial y antirracista 15. 

Ciertamente no presentamos a Ni Una Menos como modelo. Más bien nos parece que podría ser un ejemplo (un caso ejemplar específico), a partir del cual podemos inspirarnos para definir algunos rasgos básicos del nuevo internacionalismo. Entre otras cosas, nos parece importante ir más allá de la impresión generalizada de que el internacionalismo actual es abstracto, que carece de la concreción que caracteriza la lucha en un lugar de trabajo específico, en una ciudad, en una nación. Por el contrario, el internacionalismo actual no sólo debe basarse en la concreción de estas luchas, sino que también debe ser capaz de intensificarlas a través de prácticas que apunten a abordar los procesos globales en los que se basa hoy el capitalismo –procesos que operan en un espacio y en un tiempo diferentes a los de las escalas que acabamos de mencionar. El desafío es pensar de manera diferente sobre el espacio “global”, captar el potencial “translocal” incluso en las luchas más localizadas, combinar el arraigo de la acción política con una atención constante a la circulación y las resonancias de las luchas a través de las fronteras. Poner en marcha los proyectos y plataformas de comunicación necesarios para potenciar esa circulación y esas resonancias dentro de las geometrías variables de las relaciones regionales, para facilitar el paso de mujeres y hombres obligados a la ilegalidad por las políticas de la migración, para relacionar luchas feministas, antirracistas, por el clima, la justicia y el trabajo, que constituye hoy una tarea esencial en la perspectiva de construir el esqueleto infraestructural de un nuevo internacionalismo.

Reinventar el internacionalismo significa también incorporar la cuestión de la vulnerabilidad del planeta en sus propios fundamentos epistémicos, yendo más allá de la alternativa entre “decrecimiento” y “ecomodernismo” que caracteriza los debates contemporáneos, con sus posiciones opuestas respecto al desarrollo económico. Muchos movimientos fuera de Europa y Occidente, incluidos los feministas latinoamericanos, están construyendo formas de solidaridad internacionalista que reconocen cómo las relaciones de dependencia devastan las ecologías y contribuyen a la explotación de los trabajadores tanto en las “periferias” como en los países que siguen considerándose “centrales”.

Repetimos que no sabemos si el internacionalismo será en sí mismo un nombre válido para afrontar los desafíos que nos esperan. Lo utilizamos provisionalmente, conscientes de que, independientemente de los nombres, el problema del internacionalismo sigue siendo fundamental hoy. Lo que se necesita es forjar un lenguaje político capaz de abordar eficazmente las condiciones profundamente heterogéneas de dominación y explotación en diferentes partes del mundo, y al mismo tiempo articular un deseo común de liberación. Es una formulación que puede parecer simple, pero somos conscientes de que plantea grandes problemas teóricos y políticos, a partir de la posibilidad misma de postular un “deseo común de liberación”. ¿Puede formularse tal deseo en términos universales, teniendo en cuenta la intensidad de los debates críticos sobre el universalismo de los últimos años? 16.  Preguntas como ésta podrían multiplicarse. Aquí, para concluir, basta decir que construir un nuevo lenguaje internacionalista es la condición para imaginar una vida más allá de la dominación del capital –y viceversa. Ciertamente no es una tarea que puedan llevar a cabo intelectuales o activistas políticos individualmente, sino que requiere un trabajo colectivo, nutrido de experiencias heterogéneas, con el objetivo de definir un conjunto de principios y conceptos que deben traducirse en diferentes contextos materiales y geográficos. En este sentido podemos referirnos a Gramsci, a sus intensas reflexiones sobre la “traducibilidad” de los lenguajes filosóficos y científicos, para señalar la posibilidad de una política internacionalista de traducción, que asuma el alcance universal de cada concepto político, no como algo dado, sino como algo en juego – como algo que debe ser verificado continuamente frente a situaciones concretas múltiples y específicas 17. Sólo así el mundo en el que vivimos, asolado por la guerra, la pobreza y las múltiples crisis, podrá volver a ser “un mundo por ganar”.

https://www.cadtm.org/Dialogo-Internacionalista-America-Latina-y-el-Caribe-ALC-y-Re- Commons-Europe
Véase S. Mezzadra y B. Neilson, Mutaciones en el capitalismo global: un análisis coyuntural, en “Alternativas para el socialismo”, 69 (2023), págs. 35-43.

Véase en este sentido G. Arrighi y B. Silver, Caos y gobernanza del mundo. Cómo cambian las hegemonías y los equilibrios planetarios (1999), prefacio de S. Mezzadra, Milán, Mimesis, 2024.
 
Véase R. Salih, Palestina, nuevas sensibilidades e interseccionalidad de las luchas, en “il Manifesto”, 2 de diciembre de 2023.
 
Véase, por ejemplo, S. Mezzadra y B. Neilson, The Rest and the West. Capital y poder en un mundo multipolar, Londres – Nueva York, Verso, 2024, cap. 5 y S. Mezzadra, Política de clases. Un problema marxista y sus metamorfosis, actualmente en publicación en “Parolechiave”.
 
En este sentido, véanse los trabajos recientes de E. Rigo, El extranjero. Migraciones, asilo, explotación en perspectiva de género, Carocci, Roma 2022 y E. Renault, Abolir l’exploitation. Experiencias, teorías, estrategias, La Découverte, París 2023.

Naturalmente nos referimos a las líneas de desarrollo dominantes en la historia del internacionalismo que, por lo demás, presenta experiencias de signos diferentes, particularmente en el contexto de las luchas anticoloniales. Véase, por ejemplo, en este sentido, el reciente volumen editado por P. Capuzzo y AG Mahler, The Comintern and the Global South. Diseños globales/Encuentros locales, Londres – Nueva York, Routledge, 2023.
 
J. Derrida, Espectros de Marx (1993), Milán, Cortina, 1994, p. 52.
 
Véase D. Chakrabarty, The Climate of History in a Planetary Age, Chicago – Londres, Chicago University Press, 2021. Para el concepto de “capitaloceno”, consulte JW Moore, ¿Anthropocene or capitalocene? Escenarios de la ecología mundial en la crisis planetaria, Verona, sombras cortas, 2017.
 
 Véase Kai Heron The Great Unfettering , en “Sidecar”, 9/7/2022, https://newleftreview.org/sidecar/posts/the-great-unfettering
 
10 Véanse por ejemplo los ensayos recogidos en la sección monográfica de “Filosofía Política”, 25 (2011), 1.
 
11 Véase, para una presentación de temas y autores, Klaus Dodds et al. (ed.), The Ashgate Companion to Critical Geopolitics, Londres – Nueva York, Routledge, 2013. Un texto histórico sobre estos temas, que mantiene su relevancia, es el de KA Wittfogel, Geopolitics, Geographical Materialism, and Marxism (1929), en “Antípoda. Una revista radical de geografía”, 17 (1985), 1, págs. 21-72.
 
12 Nos remitimos nuevamente a S. Mezzadra y B. Neilson, Mutaciones en el capitalismo global: un análisis coyuntural, cit.
 
13 Véase, por ejemplo, Pun Ngai, Reflecting on Hong Kong Protests in 2019-20, en “HAU: Journal of Ethnographic Theory”, 10 (2020), 2, pp. 333-338.
 
14 Véase V. Gago, El poder feminista. O las ganas de cambiarlo todo (2019), Alessandria, Capovolte, 2022, cap. 6.
 
15 Véase É. Balibar, Gli universali (2016), Turín, Bollati Boringhieri, 2018.
 
15 La referencia es en particular al undécimo cuaderno de prisión de Gramsci. Abordamos todos los problemas mencionados aquí en S. Mezzadra y B. Neilson, Borders and Frontiers. La multiplicación del trabajo en el mundo global (2013), Bolonia, il Mulino, 2014, cap. 8.
 
 

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