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Simón Rodríguez y el maestro como sujeto de la educación popular

Harold García-Pacanchique 1

Licenciado en Educación Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos

Universidad Pedagógica Nacional

Magíster en Educación con énfasis en ciencias sociales, ética, política y educación

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

 

El presente artículo tiene la intención de evidenciar la propuesta pedagógica de Simón Rodríguez y su relación con la formación del maestro, permitiendo conocer sus apuestas en torno al sujeto educador como protagonista de la realización republicana y del proyecto emancipador desde su papel como formador de las nuevas generaciones de las nacientes naciones latinoamericanas.

Simón Rodríguez su propuesta pedagógica desde abajo

Simón Narciso Carreño Rodríguez fue el principal precursor de las practicas pedagógicas que le dieron soporte teórico a la educación popular en las colonias americanas, elemento que por consiguiente se convirtió en herramienta de combate político-militar para conquistar la libertad del yugo español que otorgó la primera independencia.

Este caraqueño ‒que apenas a los 85 años dejaría de divulgar su pensamiento por aldeas, ciudades y caseríos populares en los más recoditos lugares de la geografía suramericana‒ muere el 28 de febrero de 1854 en el pobre poblado peruano de Amotape. Del Perú serían trasladados sus restos cien años después (1954) a su natal Caracas, antigua capital de la Capitanía de Venezuela, en donde doña Rosalía Rodríguez lo dio a luz el 28 de octubre de 17692.

“Los Doctores Americanos no advierten que deben su ciencia a los indios y a los negros: porque si los Señores Doctores hubieran tenido que arar, sembrar, recoger, cargar y confeccionar lo que han comido, vestido y jugado durante su vida infantil […] no sabrían tanto […] estarían en los campos y serían tan brutos como sus esclavos”.

Basta es la producción teórica de Rodríguez en materia pedagógica, en ella se pueden encontrar textos como Sociedades americanas (1828); El Libertador del mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social (1830); Luces y virtudes sociales (1834); en 1840 en Chile publica en el diario El Mercurio algunos artículos sobre política y pedagogía; Extracto sucinto de mi obra educación republicana (1849) y por último el manuscrito titulado Consejos de un amigo al Colegio de San Vicente de Latacunga (1851), algunos de estos con ediciones ampliadas con posterioridad a su primera publicación.

Estos escritos constituyen el registro fidedigno de la propuesta pedagógica del Maestro de América, como es bien llamado el caraqueño, puesto que reflejan su novedosa lectura educativa, la cual consiste en incluir al sistema educativo a los hijos de los negros, de los pueblos indígenas y campesinos, quienes fueron segregados de la educación por imposición de la corona española, sumándole a ello el carácter mixto y la realización de la práctica educativa en lugares adecuados para el aprendizaje.

Esto escribía Simón Rodríguez respecto de sus posiciones educativas (citado por Carvajal, 2019, p. 147):

Los Doctores Americanos no advierten que deben su ciencia a los indios y a los negros: porque si los Señores Doctores hubieran tenido que arar, sembrar, recoger, cargar y confeccionar lo que han comido, vestido y jugado durante su vida infantil […] no sabrían tanto […] estarían en los campos y serían tan brutos como sus esclavos.

Con ello Simón Rodríguez plantea dos elementos: el primero tiene que ver con su lectura clasista del mundo, puesto que entiende la imposibilidad de los negros e indígenas de acceder a la educación, entendida esta como general 3, es decir, una educación de carácter público, sin excepciones. Comprende que todo lo que no es público no es social y, por ende, carece de contenido humano y que negarle la educación a los negros e indios, que en sus palabras son los principales constructores de la sociedad americana, es quitarle la posibilidad de vivir en libertad y, por lo tanto, obligarles a mantenerse en esclavitud, refiriéndose a que la educación es un acto creador que posibilita abolir las cadenas que han atado la América al poder español. En segundo lugar, Rodríguez agrega que la ciencia de la que se jactan dichos “Doctores” no es más que la oportunidad de vida que tanto negros e indígenas les han permitido tener al posibilitarles el tiempo para educarse. Al respecto agrega en su libro Sociedades Americanas (1828):

Dénseme los muchachos pobres, o dénseme los que los hacendados declaran libres al nacer, o que no pueden enseñar, o que abandonan por rudos. Dénseme los que la Inclusa bota porque ya están grandes, o porque no puede mantenerlos, o porque son hijos ilegítimos (2016, p. 434).

No es raro encontrar estos planteamientos en el que fuere el maestro de Simón Bolívar 4, pues tras su exilio en Europa ‒al que se vio forzado en 1797 después de descubrirse una conspiración independentista, lo que lo obliga a partir hacia Jamaica donde adopta el nombre clandestino de Samuel Robinson, mismo que llevará durante toda su estadía de 23 años en Europa (1800-1823)‒ reafirma sus radicales posiciones humanistas. En efecto, como se conoce de su propio relato, frecuentaba las juntas secretas socialistas, y, al decir de Sánchez y Torres (2019), tras su llegada a América se le llegó a conocer en Chile y otros lugares como ”El socialista”, elemento que permite dar fuerza al argumento de que Rodríguez defiende un clasismo popular, que lo enfrentaba a la intelectualidad de la aristocracia americana y, por lo tanto, lo empujaba a la lucha por buscar un mejor destino para quienes el llamaba los muchachos pobres e hijos ilegítimos. 

Son estas características las que convierten el pensamiento de Simón Rodríguez en progenitor del concepto rebelde y radical de Educación Popular, a la que, como anteriormente se exponía, caracterizaba como obligatoria, de carácter general y con altas características sociales. Ello quiere decir que la propuesta de Rodríguez, además de constituirse en pionera en el pensamiento educativo del continente, configura una apuesta política y pedagógica liberadora, que es altamente reflexiva, crítica y principalmente dialógica; es decir, la propuesta robinsoniana de la educación es la praxis, en cuanto milita por una práctica educativa que tiene como centro el sujeto. Al respecto, el profesor Alfonso Torres (2019) aporta lo siguiente:

“El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda a aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro es aquel señor que inicia al niño en el conocimiento de los hombres y de las cosas y de las relaciones de los hombres y las cosas entre sí. Quien sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que aprende después, porque enseñó a aprender. Su ministerio es de primera necesidad porque influye en los demás estudios. El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo porque su oficio es formar hombres para la sociedad”.

[…] “lo popular” de la Educación, tanto en Rodríguez como en la Educación Popular de los siglos XX-XXI, se ha referido, no tanto a los sectores poblaciones con los que se trabaja, sino por el sentido de dicha acción: contribuir a su condición como sujetos sociales, con capacidad de leer y posicionarse críticamente frente a sus contextos, autónomos y portadores de visiones de futuro de alternativas al orden dominante. También, que su cometido pedagógico es la transformación de subjetividades críticas y rebeldes, que no se limita a socializar informaciones, conocimientos o pensamientos críticos, que incorpore todas las dimensiones que nos hacen sujetos humanos: las emociones, voluntad, imaginación, actitudes y la corporalidad, siempre sujetas a los entramados de las culturas (p. 91).

https://larazon.net/2023/05/simon-rodriguez-vigente-o-inventamos-o-erramos-i-letras-al-margen-i-gustavo-luis-carrera/

Lo anterior permite entender que son las dimensiones de la praxis como centro de la acción político-pedagógica la que hace de Rodríguez el precursor de una tradición educativa propia de la realidad de Nuestra América, es decir, que esta propuesta primigenia de la Educación Popular produciría lo que para Paulo Freire sería la lectura dialógica y crítica del mundo, lo que lleva a afirmar que Rodríguez no solo formuló una práctica pedagógica y un método educativo, sino que también le dio a los pueblos de América Latina una forma de entender y comprender la realidad del mundo por medio del quehacer político-pedagógico; palabras más, palabras menos, le dio a la América una herramienta de lucha y combate para su liberación. 

Simón Rodríguez y la formación de los maestros

La apuesta pedagógica de Rodríguez, como se expuso, no se limitó simplemente a la teoría educativa. Su principal característica como maestro siempre fue la de la praxis como herramienta para su quehacer, pues en su trayectoria el llamado maestro del Libertador siempre se preocupó por la formación de los educadores, poniendo como centro de la discusión pedagógica la formación de sujetos críticos, que permitieran generar nuevas prácticas de enseñanza. Ante esta realidad, Rodríguez afirmaba (citado en Villamizar, 2019):

El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda a aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro es aquel señor que inicia al niño en el conocimiento de los hombres y de las cosas y de las relaciones de los hombres y las cosas entre sí. Quien sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que aprende después, porque enseñó a aprender. 

Su ministerio es de primera necesidad porque influye en los demás estudios. El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo porque su oficio es formar hombres para la sociedad.

Lo que se entiende de esta postura indicada por el primer Maestro de América es la necesidad de poder generar espacios para que la formación de maestros sea central a la hora de definir la responsabilidad de quien enseña, partiendo del planteamiento del maestro como un profesional de la educación, propuesta de avanzada para su tiempo, que le permitió dilucidar las futuras luchas sindicales del siglo XX por la profesionalización docente. 

Además de esto, del planteamiento de Rodríguez se pueden identificar tres aportes claros para lo que fue la propuesta freiriana de la Educación Popular, entre los que se encuentra la reflexión participativa en primera instancia, cuando se refiere al maestro como el “que enseña a aprender”, es decir, el que permite abrir la posibilidad de dilucidar el mundo desde el contexto de los educandos; en segundo lugar, se hace referencia al diálogo de saberes donde expone que “El maestro es aquel señor que inicia al niño en el conocimiento de los hombres y de las cosas y de las relaciones de los hombres y las cosas entre sí”, en palabras de Freire “la dialogicidad es la esencia de la educación como practica de la libertad”; en síntesis, el maestro que inicia al niño en el amor al conocimiento desde la relaciones entre los hombres y las cosas permite al educando que asuma su mundo como un lugar cambiante (dialéctico) que se puede transformar, y, por último, el carácter del maestro como un sujeto crítico, que en esencia es el objeto de esta reflexión, puesto que sitúa al educador como un agente activo de la práctica pedagógica y, por lo tanto, como protagonista en su quehacer profesional, que asume la responsabilidad histórica que deviene del “oficio de formar hombres para la sociedad”, lo que para Freire (1971) en su reflexión pedagógica sería la praxis liberadora, puesto que:

Educador y educandos co-intencionados a la realidad, se encuentran en una tarea en que ambos son sujetos en el acto, no solo de desvelarla y, así críticamente conocerla, sino también en el recrear este conocimiento.

Al alcanzar, en la reflexión y en la acción en común, este saber de la realidad, se descubren como sus re-hacedores permanentes.

De este modo, la presencia de los oprimidos en la búsqueda de su liberación más que seudo- participación, es lo que debe ser: compromiso (p. 57).

De la misma manera, Rodríguez establece que el maestro además de ser un intelectual, crítico e intrépido en su campo, debe estar en constante creación de sus prácticas y conocimientos. Este también debe posibilitar a sus educandos la realización de sus propias experiencias; es decir, que la formación debe pasar por la integralidad 5, lo que permite que tanto el educador y el educando recreen y transformen constantemente desde diversas posiciones de acción su entorno inmediato y, por lo tanto, su realidad.

Es por ello que para destacar lo más relevante de esta apreciación pedagógica que asume el papel de maestros y estudiantes en una condición dialéctica de construcción de conocimientos científico-sociales de manera mancomunada, la presente reflexión propone realizar una lectura en relación con el “quehacer del maestro” y “la formación de un educando reflexivo” a partir de los principales planteamientos de su obra, con la intención de tener mayores elementos que den luces respecto al papel del maestro como sujeto determinante en la formación del proyecto republicano de las nacientes naciones latinoamericanas. 

https://www.tumblr.com/alcaldiadeccs/33711743956/descarga-libro-infantil-sim%C3%B3n-rodr%C3%ADguez-luz-de?redirect_to=%2Falcaldiadeccs%2F33711743956%2Fdescarga-libro-infantil-sim%25C3%25B3n-rodr%25C3%25ADguez-luz-de&source=blog_view_login_wall

El que hacer del maestro

Para Rodríguez el oficio del maestro se determinaba por la condición republicana e independentista que en este se debía constituir como enseñante de las primeras letras y del acceso de la población al conocimiento a través de la educación general (popular), puesto que, para él, el valor de la enseñanza correspondía específicamente al amor pedagógico a la libertad, la cual debía ser compartida en sociedad, una sociedad que carecía de esta como producto del dominio colonial español. En este sentido, el ya viejo Rodríguez sentenciaba en su texto Consejos de un amigo al colegio de Latacunga: “Enseñen los niños a ser ¡PREGUNTONES! Para que, pidiendo el por qué, de lo que se les mande hacer, se acostumbren a obedecer… a la ¡RAZÓN! No a la AUTORIDAD, como los LIMITADOS, ni a la costumbre, como los ESTÚPIDOS” (Rodríguez, 2016, p. 624).

Se trata, pues, de un maestro que está llamado a la problematización del mundo, que invita a la creación de la razón humana y a la desobediencia colectiva contra la autoridad tiránica. Para Simón Rodríguez, la pregunta significaba, entonces, el camino hacia la libertad, la cual no se sometía exclusivamente al proceso descolonizador del poder español, sino al alcance de un proyecto republicano de carácter americano que lograse forjar el camino independiente de la nueva América. Sobre ese destino forjó su empresa tras su regreso en 1823, la cual no fue entendida por sus copartidarios, al punto de ser llamado loco por el mismo mariscal Antonio José de Sucre, quien en carta remitida al Libertador Simón Bolívar el 10 de julio de 1826 esgrimía “ […] buenas ganas de que Don Samuel [como llamaba al maestro del Libertador] se acabe de ir con Dios, […] Al escribir a Ud. todas las locuras de este caballero tendría que ser muy largo”, “locuras” que tenían que ver, entre muchas otras, con la responsabilidad de Rodríguez sobre la educación, la cual él lideraba en los despachos y más exactamente en las callejuelas de Chuquisaca en la naciente República de Bolivia.

Dichas locuras consistían puntualmente en el proyecto integrador de una escuela GENERAL (pública) donde se encontrarán los niños indios, mestizos, negros y, sobre todo, lo más revolucionario para la época, las niñas. Una escuela que además debía contar con un sujeto llamado maestro que fuese capaz de compartir con pasión su conocimiento y de forjar el espíritu republicano; es decir, el maestro capaz de crear.

Puede uno ser profesor o catedrático y no ser maestro. Maestro es el dueño de los principios de una ciencia, o de un arte, sea liberal, sea mecánica, y que, trasmitiendo sus conocimientos, sabe hacerse entender y comprender, con gusto. Y es el maestro por excelencia, si aclara los conceptos y ayuda a estudiar; si enseña a aprender, facilitando el trabajo y si tiene el DON de inspirar a uno, y excitar en otros, el deseo de saber (Rodríguez, 2016, p. 616).

Del proyecto de Chuquisaca no quedó nada y en respuesta a las negativas de la concreción de este, Rodríguez escribiría en 1830:

En los 4 años que han corrido desde enero del 26, en que se dio principio al establecimiento en Chuquisaca, (1) habría (a lo menos) 25.000 personas ocupadas (con propiedad, por consiguiente) –instruidas en sus deberes morales y sociales (por consiguientes republicanas y adictas al gobierno)6, los campos estarían cultivados y los labradores tendrían casas bien construidas, amobladas y limpias– estarían decentemente vestidos –se divertirían con moderación y entenderían de sociedad […] en una palabra, serían CIUDADANOS. (2) Un bajo pueblo, condenado (como en todas partes) a la miseria y propenso al desorden […] convertido en GENTE DECENTE. (3) No habría amos, porque no habría ESCLAVOS –ni TÍTERES, porque no habría quien los hiciese BAILAR– ni guerras porque no habría a quien arrear al matadero. (4) LOS AMERICANOS estarían viendo el suelo que pisan, no mirando las estrellas. Buscando su vida en el trabajo, no rezando el padre nuestro, para pedir qué almorzar; contando con lo que tienen, no con lo que les promete el que no tiene qué dar (Rojas, 2017).

Ante esta realidad se demuestra que Rodríguez le atribuye un lugar fundante a la labor pedagógica del maestro como promotor de la instrucción republicana. Él entiende que este haya asumido en su constitución la enseñanza de los deberes morales y sociales de la naciente patria e insiste, por ello, de manera permanente en que el maestro debe preocuparse por infundir en la práctica educativa el trabajo de lo colectivo. Así lo expresa específicamente en su texto Extracto sucinto de mi obra sobre la Educación Republicana:

Yo solo soy y solo para mí, son ideas de niño. El hombre que atraviesa la vida con ellas muere en la infancia; aunque haya vivido cien años […] Carecen de la idea fundamental de la asociación. Haga que los maestros inculquen en la infancia lo contrario: pensar cada uno en todos, para que todos piensen en él (Villamizar, 2019, p. 72).

Ese carácter de asociatividad es fundamental en el proyecto político-pedagógico de Robinson, pues es en la unidad del conjunto de la población americana que el proyecto patriótico se podría consolidar. Para ello instó siempre en su labor a la formación colectiva de maestros en esta lógica, buscando con ello la consolidación de una lectura común de la construcción de un sistema educativo que pusiera en el horizonte la consolidación de la independencia americana.

Esta sería una de las últimas apuestas pedagógicas de quien en Tuquerres, al sur de Colombia y a sus 80 años de edad, dejaría sus últimos alientos en la construcción de una Escuela Normal, donde se dedicó durante un par de años a la formación pedagógica de 30 jóvenes que tenían la intención de ser maestros o que ya lo eran y veían en la experiencia del longevo padre de la educación latinoamericana la posibilidad de enriquecer su pensamiento. Esta sería entonces “la última creación del educador venezolano, aun cuando en varias ocasiones había intentado, sin suerte, la formación de uno o dos jóvenes para la profesión magisterial” (Villamizar, 2019, p. 75).

“Puede uno ser profesor o catedrático y no ser maestro. Maestro es el dueño de los principios de una ciencia, o de un arte, sea liberal, sea mecánica, y que, trasmitiendo sus conocimientos, sabe hacerse entender y comprender, con gusto. Y es el maestro por excelencia, si aclara los conceptos y ayuda a estudiar; si enseña a aprender, facilitando el trabajo y si tiene el DON de inspirar a uno, y excitar en otros, el deseo de saber”.

https://redangostura.org.ve/archivos/6955

Aunque no se tienen informaciones precisas de cómo culmina dicha experiencia formativa, lo que Rodríguez sí decanta en comunicación escrita es que la pobreza de sus educandos y las pésimas condiciones de trabajo desgastaron esta última usanza del maestro que juró con Simón Bolívar en Monte Sacro el 15 de agosto de 1804, que “por la patria, no darían descanso a sus brazos, ni reposo a sus almas, hasta que no hubiesen roto las cadenas que nos oprimían por voluntad del poder español”7

De esa manera constituye un legado de basta vocación en la labor magisterial que convirtió en militancia política por la libertad de los pueblos de América y que se cristianizaría con el trasegar de los años en la primera lectura de carácter pedagógico de nuestro continente y, por consiguiente, en el inicio teórico de lo que hoy conocemos como Educación Popular.

Sobre la formación de los educandos

La formación propuesta por Rodríguez tiene como base la experiencia educacional de los educandos. Es decir, es una práctica que tiene como forma de enunciación el trabajo creativo, pues propone un proceso pedagógico que tiene como centro los procesos de enseñanza- aprendizaje- trabajo, que fortalecen la relación polivalente de los educandos, la cual debe promover una articulación entre el pensar y el hacer en la formación escolar. 

Para ello, el concepto de educando de Rodríguez parte de un sujeto que debe ser activo, participativo y constructor de los procesos educativos, pues comprende que al hacer parte del proceso contribuye a la construcción de un escenario de formación dialógica. Al decir de Robinson: “Enseñen los niños a ser ¡PREGUNTONES!”, dado que entiende que el acto educativo como práctica del aprendizaje parte de la pregunta que genera un diálogo permanente entre los sujetos en acción. Al respecto en su texto Luces y virtudes indica: “La CURIOSIDAD es una fuerza mental que se opone a la ignorancia. La curiosidad es el motor del saber, y cada conocimiento un móvil para llevar a otro conocimiento” (Rodríguez, 2016, p. 359).

Son esa pregunta y esa curiosidad las que logran generar una enunciación radical en el pensamiento pedagógico del Maestro de América, pues trastocan las formas verbalistas y memorísticas impuestas por la tradición colonial en los sistemas de educación. En este sentido el maestro al igual que el educando deben proporcionar un espacio favorable para ello, el cual no es más que un lugar de trabajo –las escuelas como espacios creativos de trabajo colectivo–. En este sentido, Rodríguez afirmaría lo siguiente: “Tómese de paso, por máxima, según este principio que más aprende un niño, EN UN RATO, labrando un palito, que, EN DÍAS ENTEROS, conversando con un maestro que le habla de abstracciones superiores a su experiencia” (Rodríguez, 2016, p. 469).

Frente a esto último, existe ya una posición que tiene que ver estrictamente con la formación contextual del mundo, con una reflexión permanente sobre lo que se vive y se piensa, que está relacionada con la realidad vivida de los educandos y del maestro; una educación contextual con los pies en la tierra y generando preguntas que trastoquen dicha realidad. Lo que Rodríguez propone es una formación que promueva la lectura del mundo, pero no como un ejercicio de enunciación, sino como una formación transformadora de este. 

Es así como Robinson, en una crítica permanente a la escuela colonial sentencia las prácticas de los maestros de primeras letras y su relación con los procesos de enseñanza-aprendizaje-trabajo, diciendo que en dicha tradición “La enseñanza se reduce a fastidiarlos diciéndoles, a cada instante y por años enteros, así-así-así y siempre ASÍ, sin hacerles entender por qué ni con qué fin no ejecutan la facultad de PENSAR, y se les deja o se les hace viciar la lengua y la mano” (Rodríguez, 2016, p. 390).

“Yo solo soy y solo para mí, son ideas de niño. El hombre que atraviesa la vida con ellas muere en la infancia; aunque haya vivido cien años […] Carecen de la idea fundamental de la asociación. Haga que los maestros inculquen en la infancia lo contrario: pensar cada uno en todos, para que todos piensen en él”.

Palabras finales

Son muchos los trabajos que se han encargado de estudiar el pensamiento y obra de Simón Rodríguez, pero aun pedagógicamente hay mucho por hacer, especialmente en lo que se refiere a su subjetividad y a su propuesta pedagógica para la formación de maestros, que es lo que se pretendió esbozar en el presente artículo. Es por ello que cabe resaltar la importancia del contenido republicano de su propuesta, que le delega al maestro un lugar de enunciación en la construcción de las nacientes republicas americanas, logrando con ello forjar un estatuto intelectual y político de primer orden en dicha tarea, promoviendo una lógica colectiva para la interpretación de su acción en común con sus educandos y el conjunto de la sociedad. 

Pensar la práctica pedagógica del maestro como sujeto activo de la educación popular desde su propuesta originaria permite dar unos elementos que ayudan a ubicar su constitución de manera histórica, promoviendo una lectura que complemente la práctica del educador popular contemporáneo y sus apuestas, las cuales en materia pedagógica aún están tan inconclusas como la definitiva independencia del poder colonial.

Para ello la apuesta, tras proponer este tipo de estudios, es la de fortalecer el estatuto del maestro que se dedica a los trabajos de la educación popular, promoviendo un lugar de enunciación con raíz histórica, como una propuesta que emerge de la praxis permanente de la acción del maestro en el campo de la pedagogía y su labor como sujeto social en la emancipación. 

Referencias bibliográficas

Carvajal, L. (2019). Simón Rodríguez y Andres Bello: Cercanías y distancias en lo pedagógico y en lo político social. En Compilación, Simón Rodriguez. De oficio maestro (pp. 117-165). Caracas: Laboratorio Educativo.

Freire, P. (1971). Pedagogía del oprimido. Bogotá: CAMILO.

Rodríguez, S. (2016). Consejos de amigo dados al Colejio Latacunga. En S. Rodríguez, Simón Rodríguez, obras completas (pp. 595-660). Caracas: Ediciones Rectorado.

Rodríguez, S. (2016). Luces y virtudes sociales. En S. Rodríguez, Simón Rodríguez, obras completas (pp. 345-414). Caracas: Ediciones Rectorado.

Rodríguez, S. (2016). Sociedades Americanas . En S. Rodríguez, Simón Rodríguez, obras completas (pp. 415- 516). Caracas: Ediciones Rectorado.

Rojas, A. R. (28 de Septiembre de 2017). Cuatro F. Obtenido de https://cuatrof.net/papelytinta/la-carta-de-oruro-sucre-bolivar-y-rodriguez/

Sánchez, J. M. y Torres, A. (2019). Intinerario biográfico de Simón Rodríguez . En Compilación, Simón Rodríguez. De oficio maestro. (pp. 13-33). Caracas: Laboratorio Educativo.

Torres, A. (2019). Simón Rodríguez: Primer educador popular latinoamericano. En Compilación, Simón Rodriguez. De oficio maestro (pp. 83-117). Caracas: Laboratorio Educativo .

Villamizar, G. (2019). La osadía pedagógica de Simón Rodríguez. En Compilación, Simón Rodríguez. De oficio maestro. (pp. 33-83). Caracas: Laboratorio Educativo.

1  Especialista en enseñanza de las ciencias sociales, CLACSO, FALCSO Brasil. Especialista en memorias colectivas, Derechos Humanos y resistencias, CLACSO, FALCSO Brasil. Realiza estudios doctorales en educación en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. 

2   Según la investigación de los profesores José Miguel Sánchez Giraldo y Alfonso Torres Carrillo, Simón Rodríguez sería un hijo expósito de la relación clandestina de Rosalía con el clérigo Alejando Carreño, quien sería su padre. 

 Cursiva del autor. Simón Rodríguez definiría en su libro Luces y virtudes sociales (edición de 1840), que la Educación Popular es: “El objeto del autor… la EDUCACIÓN POPULAR y por POPULAR… entiende… JENERAL. (…) Lo que no es general, sin excepción, no es verdaderamente público, y lo que no es público no es social”.

 “En 1795, el niño Simón Bolívar, de 12 años, huye de la casa de su tutor legal, Carlos Palacio, y se refugia en la casa de su hermana María Antonia. El tío de Bolívar consigue que la Real Audiencia ordene al niño vivir como pupilo en casa del maestro Simón Rodríguez y, a la vez, que asista a la escuela donde este enseña. Así, el futuro Libertador va a convivir con el maestro y su familia durante varios meses” (Sanchez y Torres, 2019, p. 14).

 En sus aportes al campo pedagógico Marx la llamaría formación de un ser humano polivalente, la cual en los procesos de enseñanza-aprendizaje-trabajo productivo permite al ser humano ser omnilateral, es decir, capaz de producir y responder en todos los aspectos de la vida educativa y productiva.
 

 Resaltado por el autor del presente artículo.

 El juramento es puesto en plural por el autor con la intención de rescatar la proclamación colectiva de este entre el Maestro Simón Rodríguez y su discípulo Simón Bolívar.

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