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Una evocación a cincuenta años de la rebelión universitaria de 1971-1972 1

Víctor Manuel Moncayo C.

Exrector y Profesor emérito 

 Universidad Nacional de Colombia

 

Hace ya casi veinte años, alcanzamos a preparar un trabajo sobre los acontecimientos universitarios de comienzos de los años setenta, como parte del conjunto de textos que, desde la Rectoría de la Universidad Nacional de Colombia, publicamos sobre personajes muy ligados a su historia como Alfonso López Pumarejo, Gerardo Molina y Camilo Torres, sobre la génesis y reconstitución de nuestra alma máter, y sobre momentos específicos de su historia como los procesos de organización estudiantil entre 1954 y 1966 2. Pretendíamos precisamente, en continuidad con el último ensayo de Manuel Ruíz Montealegre, titulado Sueños y Realidades (2002), dejar memoria de ese movimiento universitario de 1971-1972, pretensión que se vio interrumpida a raíz de nuestra desvinculación de la coordinación general de la Universidad en abril de 2003.

En ese momento veíamos esos acontecimientos como “una enriquecedora experiencia de participación y organización de la comunidad universitaria” 3. Hoy, con la distancia del tiempo histórico, la vemos más grande, ciertamente agigantada, hasta el punto de que la hemos considerado como una verdadera Rebelión Universitaria en búsqueda de una ruptura sistémica, como un caldero efervescente de tendencias y orientaciones teóricas, políticas e ideológicas.

En ese entonces teníamos presente el recuerdo cercano de los años de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Éramos muy jóvenes, casi niños; iniciábamos los primeros años del bachillerato en el centenario Colegio Académico de Buga; marchábamos por las calles del pueblo gritando ¡“libros sí, fusiles no!”. El referente inmediato era la lucha contra la dictadura, en medio de formulaciones y consignas que empezaban a cocinar la “restauración democrática del Frente Nacional”. En realidad, no sabíamos, ni entendíamos mucho lo que sucedía, pero sí que el país había atravesado por un violento conflicto bipartidista, cuyas huellas de desplazamiento se podían apreciar en las calles y los hogares de Buga, por los cuales desfilaban los migrantes forzados de las cercanas montañas del Tolima, lindante con nuestro municipio. Celebramos el 10 de mayo de 1957 el derrocamiento de la dictadura, y abrazamos sin mayores reflexiones los vientos “democráticos” impulsados por los dirigentes de los partidos tradicionales, hasta participar, sin tener la mayoría de edad, en el plebiscito del 1.º de diciembre de 1957 que constitucionalizó el régimen político del Frente Nacional durante 16 años, con todas sus limitaciones asociadas a la alternación en la Presidencia de los partidos liberal y conservador y a la organización paritaria en los aparatos estatales.

La sociedad contemporánea a la Universidad de hoy no es la misma de hace cincuenta años, pero por ello mismo la Universidad tiene que estar comprometida con los cambios que se vienen escenificando en esta época histórica del capitalismo que estamos viviendo. No se trata de meras transformaciones de coyuntura, sino de una reorganización profunda de la organización social productiva, que ha hecho obsoletos los mismos paradigmas explicativos o críticos que quizás fueron válidos en otros momentos.

https://labagatelaptc.blogspot.com/2018/10/movilizacion-y-protesta-estudiantil-en.html

Ya en la Universidad, quienes proveníamos de la provincia enfrentamos una verdadera avalancha de expresiones políticas y de manifestaciones subversivas que empezaron a florecer, como lo tratan de demostrar los ensayos y documentos de la obra de próxima publicación. Al llegar a la Facultad de Derecho una de nuestras primeras aproximaciones a otra realidad la experimentamos en la confrontación con el Rector Mario Laserna en el Aula Máxima por parte de elocuentes y audaces líderes estudiantiles. Luego vinieron las marchas a la Plaza de Bolívar que confluyeron en una nueva ley para la Universidad (la ley 65 de 1963); el gobierno de Lleras Restrepo y sus políticas antiuniversitarias; el aniquilamiento de la Federación Universitaria Nacional; la supresión del Consejo Superior Estudiantil, y la eliminación de la representación estudiantil en el Consejo Superior Universitario.

En mi caso personal, después de vivir esos años sesenta y luego de una pausa formativa académica en la Universidad de Lovaina, regresé a mi Universidad en el preciso momento en que empezaron a desencadenarse los sucesos de 1970 y 1971, vinculándome al movimiento profesoral de los Claustros que, como lo señalamos en la obra, era una novedosa y activa organización profesoral, así como a las tendencias genéricamente llamadas socialistas. 

Muy rápidamente el giro de los acontecimientos evidenció que no estábamos solo en presencia de un movimiento reformista de la universidad colombiana que proclamaba los principios de Córdoba, reclamaba acceso universal a la educación superior y participación en las definiciones centrales de la vida universitaria, sino de un propósito de fortalecimiento de la Universidad Pública para erigirla como un espacio crítico, tal y como lo planteó el movimiento de los Claustros, que se anticipó en sus propuestas a lo que posteriormente vino a ser el Sistema de Universidades Estatales (SUE), hoy descaecido y sin ningún protagonismo político. Pero, sobre todo nos develó que ese movimiento, como otros tantos antes y después, exigía la ruptura del orden capitalista del cual forma parte la Universidad.

Lo que vino después fue lo que en esta obra hemos descrito y analizado. La estrategia reformista de Pastrana y Galán, combinada con la política represiva que se encarnó en los “rectores policías”, entre quienes se destaca, como uno de los principales ‒si no el principal‒ Santiago Fonseca en la Universidad Nacional, derrotado gracias a la fórmula del cogobierno provisional que tuvo que aceptar el Gobierno Nacional, aun cuando, por circunstancias también analizadas en estos escritos, tuvo una breve existencia, sucedida por una acción represiva abierta por parte del ministro Juan Jacobo Muñoz y su rector, Luis Duque Gómez. Es la fase de la resistencia que, más allá de la ocupación militar de los campus universitarios, del riguroso control policivo al ingreso, del desmonte de los sistemas de bienestar, del seguimiento a los dirigentes estudiantiles y profesorales hasta en las inmediaciones de sus domicilios, de la expulsión de profesores y estudiantes, del aniquilamiento de sus organizaciones y de la represión académica, pudo perseverar durante todo el año 1972, para cualificar aún más la significación de la Rebelión Universitaria que, aunque derrotada una vez más como tantas otras, pudo identificar y revelar la verdad de la Universidad, su indisoluble vínculo con la sociedad capitalista y, sobre todo, la significación de las luchas universitarias como parte del conjunto múltiple y heterogéneo de las tentativas, que algún día serán exitosas, de trascender el orden social vigente.

La contribución de estos escritos, por consiguiente, no es sólo aportar a la memoria, como en efecto lo hacen, sino hacer posible que experiencias como las analizadas puedan recrearse y prolongarse con otros contenidos y significaciones, como ya lo hizo el movimiento de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), hace algunos años, o más recientemente las movilizaciones sociales y comunitarias de 2019 y 2021.

Estos textos, por lo tanto, invitan a no sumergirse en las prácticas académicas cediendo ante el pensamiento ingenuo de que la Universidad es externa a la sociedad y que solo establece con ella relaciones de comunicación, ni mucho menos en la proclamación de que la Universidad es el mundo privilegiado de la academia, de las ciencias y tecnologías, del saber, de la cultura y de las artes, repitiendo que es la esfera por antonomasia de la libertad de pensamiento y de expresión y el reino máximo de la tolerancia y del reconocimiento del pluralismo, olvidando que por la Universidad cruzan los problemas y contradicciones sociales y que es posible, en ella y desde ella, intervenir aportando visiones críticas, a partir de lo que ella representa.

https://labagatelaptc.blogspot.com/2018/10/movilizacion-y-protesta-estudiantil-en.html

Transformación y compromiso histórico de la Universidad

Ahora bien, la sociedad contemporánea a la Universidad de hoy no es la misma de hace cincuenta años, pero por ello mismo la Universidad tiene que estar comprometida con los cambios que se vienen escenificando en esta época histórica del capitalismo que estamos viviendo. No se trata de meras transformaciones de coyuntura, sino de una reorganización profunda de la organización social productiva, que ha hecho obsoletos los mismos paradigmas explicativos o críticos que quizás fueron válidos en otros momentos.

Uno de los puntos centrales de esa reestructuración toca con la redefinición del trabajo, cuyos nuevos perfiles han permitido hablar de la difusión del mismo en la sociedad, pues ya no depende de un agregado de horas, ni responde a una actividad mecánica, ni está focalizado en un lugar autónomo y cerrado, en sitios fabriles y en oficinas, sino que se despliega en cualquier espacio, en todos los intersticios de las relaciones sociales. Al mismo tiempo, hay que señalar que ya la producción no está determinada por el trabajo material, que el Estado ha cambiado de misión, que nuestras mismas individualidades se interrogan de manera múltiple más allá de las categorías simples de hombre y ciudadano, y que las nuevas formas del trabajo han desplegado al tiempo nuevos espacios de esclavitud y de libertad.

Desde otro ángulo, el orden global del Imperio4 ha hecho desaparecer la anterior misión de los Estados nacionales, que subsisten solo como estructuras jurídico-formales, pero que ahora nada tienen que ver con la reivindicación de tradiciones, historias, culturas o etnias nacionales, y que han quedado desposeídos de la soberanía que antes proclamaban sobre el territorio, sus riquezas, sus pueblos, su moneda y su orden jurídico, y los ha subordinado a las estrategias del capitalismo global definidas en novedosos espacios del poder imperial, de los cuales son un ejemplo las organizaciones mundiales de comercio, que buscan integrar la educación como bien mercantil.

Todos esos rasgos o características del mundo contemporáneo que hemos abordado en otros momentos5, tienen repercusiones en el campo de la educación superior. Ya no se reconoce, por ejemplo, que el Estado tenga una especial responsabilidad frente a las universidades que él mismo había organizado y protegido, y que incluso reclamaba para fortalecer la idea nacional, como es el caso de la Universidad Nacional de Colombia, sino que ellas deben comportarse como cualquier otra institución de idéntico género en el mismo mercado en el cual actúan, y su reconocimiento y acreditación deben ser resultados de cómo pueden competir en él con éxito.

De igual manera, como se han transformado el trabajo y también las exigencias de calificación profesional, y ya no existen las perspectivas y necesidades de vinculación laboral de otrora, deben concluir las ahora llamadas rigideces de las saberes, disciplinas y profesiones, para abrir paso a las competencias múltiples, flexibles y asociativas demandadas hoy, que, además, no se suministran de manera exclusiva por las Universidades, sino también en otras instancias privadas o públicas. Y claro, como se trata de un comportamiento de típica connotación mercantil, de manera progresiva el Estado tiene que abandonar a su propia suerte el financiamiento de las Universidades estatales, en forma semejante a como lo viene haciendo en otros sectores de la educación, en la salud o en la seguridad social.

En medio de ese abigarrado y complejo panorama en el cual nos encontramos, el movimiento universitario tiene ante sí un reto mayúsculo para trascender los límites de su universo, y aspirar a situarse frente al nuevo orden capitalista, muy similar al que tienen también hoy otros sectores sociales. Su nuevo horizonte ya no pasa por reivindicaciones como las que estructuraron el Programa Mínimo de 1971, ni por el debate teórico-político sobre la sociedad capitalista que floreció en aquel entonces, que ya no es el mismo. Las nuevas luchas que, con certeza, se focalizarán alrededor de otros problemas surgidos de las transformaciones propias de la fase actual del capitalismo, podrán erigirse otra vez como rebeliones en búsqueda de rupturas, y podrán enlazarse de manera interseccional con otras que no dejarán de producirse.

https://agoradeldomingo.com/muchas-cosas-trajo-el-ano-1971/

Un posible balance evaluativo de esa rebelión universitaria

El recorrido cronológico e histórico-social que hemos intentado, nos ha conducido de aquel momento de los últimos años de la década del sesenta, en el cual la movilización estudiantil estuvo subordinada a la lucha contra el régimen militar, instituido por los propios partidos tradicionales que se habían enfrentado violentamente durante muchos años y que esos mismos partidos y los sectores económicos decidieron interrumpir luego de un breve lapso de cuatro años, a una época distinta de la organización capitalista que empezó a configurarse bajo el sistema seudodemocrático del Frente Nacional, que múltiples sectores sociales dominados por ella, incluidos los asociados a la población estudiantil, empezaron a descifrar y a controvertir políticamente.

La explicación de ese viraje no puede desligarse de lo que podríamos llamar una perspectiva sistémica. En efecto, la rebeldía del movimiento universitario de los años 1971-1972 que, en este caso, es nuestro objeto de análisis, no puede entenderse a partir de una combinación aleatoria de elementos, relativamente independientes, desligados del proceso histórico, sino privilegiando la realidad del capitalismo como referente necesario de los acontecimientos que suceden en nuestra sociedad, sin apelar a determinismos mecánicos ni a causalidades de distinto tipo, incluidas las atribuibles a comportamientos voluntarios y deliberados de sujetos individuales o grupales movidos por intereses de todo orden.

Obviamente, no desdeñamos la importancia que tienen en la génesis del conflicto y en su desarrollo, factores asociados a las tendencias ideológico-políticas de la llamada modernización del sistema capitalista, surgidas en nuestro ambiente político cultural o inducidas desde el exterior por la injerencia norteamericana; a los discursos y conceptualizaciones sobre la función social de la Universidad; a las transformaciones poblacionales y al proceso de urbanización; a los rasgos ciertamente anquilosados de nuestro sistema universitario y a su funcionamiento desordenado y antitécnico; a la influencia de múltiples expresiones de controversia subversiva o no del orden establecido; al impacto de personalidades u organizaciones que de alguna manera alteraron la normalidad; o a los acontecimientos que en la globalidad de entonces se escenificaban a partir del enfrentamiento de los países desarrollados de occidente a los pueblos enlazados por la perspectiva entronizada por el comunismo soviético o por las tendencias de la revolución maoísta. En fin, no podemos desconocer todos esos elementos que, de manera apretada, exponemos en el texto al considerar la realidad contextual de los primeros decenios de la segunda mitad del siglo XX. 

Es indudable que en ese entorno se adelantaba una transformación del sistema capitalista que incidía en todas las dimensiones de nuestra sociedad. El desarrollo de la industrialización avanzaba introduciendo progresivamente el sistema salarial aunque no en términos cuantitativos muy amplios; la transición agraria se debatía entre el reformismo y el cambio hacia la empresa capitalista; los vínculos externos de dependencia económica y política se ampliaban y profundizaban sobre todo respeto de los Estados Unidos de América; las organizaciones sindicales florecieron, aunque marginales como siempre han sido; el sistema político y los aparatos estatales, incluidos los ligados a la fuerza pública, empezaron a redefinirse y readecuarse; y aparecieron los primeros ensayos de participación del Estado en la reproducción humana (salud, educación, seguridad social) y en elementos materiales de la producción (infraestructura, energía, comunicaciones). Y, obviamente, en medio de esos procesos también se destacaba la atención estatal y privada a las instituciones y políticas ligadas a la formación educativa y a la apropiación y desarrollo de orden científico y técnico, entre las cuales se destacaban las relativas a la Universidad como núcleo principal de la educación superior. 

https://www.colombiainforma.info/a-medio-siglo-del-movimiento-estudiantil-colombiano-de-1971/

Todo ello en medio de las características de nuestra sociedad capitalista, que aún se conservan aunque transformadas, tales como injusticia, inequidad, desigualdad, pobreza y miseria, corrupción, clientelismo, clases subalternas o dominadas, clases y fracciones dominantes, élites dirigentes, poderes nacionales, regionales o locales, desorden , fractura o ilegitimidad del Estado o de sus aparatos institucionales, sistemas y mecanismos privados de seguridad, vicios e imperfecciones del sistema representativo, injerencia extranjera, desequilibrios regionales, etc., a las cuales hemos hecho alusión en múltiples oportunidades, en especial con ocasión del informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, CHCV 6 .

Es la sociedad capitalista colombiana, con sus transformaciones de época, ya inserta en la denominada modernidad, signada por una heterogeneidad que incorporó rasgos de momentos históricos precedentes sin disolverlos plenamente, que para algunos es una imperfección o anomalía que debe solucionarse para alcanzar una verdadera modernidad, cuando la realidad nos enseña que ya tiene sus rasgos esenciales tales como la existencia de un pueblo nacional, la subjetividad que le es propia, el territorio, el Estado, el mecanismo representativo, la soberanía y las formas jurídico-políticas correspondientes 7. Es nuestra modernidad, entre las múltiples surgidas bajo el capitalismo, que lejos de la perspectiva iluminista, con toda su hibridación que la hace heterogénea, no es un proyecto incompleto o inacabado, sino que precisamente por su complejidad a veces oculta y desdibuja la lógica esencial del conjunto.

Pues bien, en el momento de la rebelión universitaria 1971-1972, soplan, casi en forma huracanada, esos vientos de modernización que claman por perfeccionar el sistema para garantizar su “desarrollo civilizado”, que han sido expuestos en el ensayo de Hernán Darío Correa incluido en la obra. Tratándose de la Universidad son las orientaciones que se encadenan al Informe Atcon, al Plan Básico, a la reforma Patiño y a muchas manifestaciones e intenciones modernizantes o reformistas. Son, por lo tanto, iniciativas que pretenden alcanzar lo que podrían llamarse “niveles de modernidad”, de perfeccionamiento del orden capitalista en función de mejorar su despliegue operativo.

El movimiento estudiantil, no sin contradicciones y con múltiples disensos, advierte en esas tendencias la reorganización del aparato ideológico educativo en su dimensión universitaria, y se organiza y lucha para detenerlas, coincidiendo en esa práctica con otras expresiones que en escenarios diferentes también aprenden a controvertir el mismo sistema capitalista al cual están también sometidos otros actores. No se trata, sin embargo, de un direccionamiento exclusivo ni mucho menos explícito. Por esa razón, las reivindicaciones estudiantiles van acompañadas de evocaciones de la Reforma de Córdoba, de la participación en el gobierno universitario y en las políticas académicas y administrativas, de la aspiración de la ampliación del acceso, del rechazo a la injerencia extranjera a través de apoyo crediticio y de Fundaciones, de la no mercantilización agenciada por las Universidades privadas, y de la libre organización de profesores y estudiantes y la garantía de sus manifestaciones y protestas. E igualmente, no son extrañas a perspectivas que tienden hacia un horizonte superior representado por la aspiración de ruptura del orden existente, en una perspectiva anticapitalista.

El movimiento universitario tiene ante sí un reto mayúsculo para trascender los límites de su universo, y aspirar a situarse frente al nuevo orden capitalista, muy similar al que tienen también hoy otros sectores sociales. Su nuevo horizonte ya no pasa por reivindicaciones como las que estructuraron el Programa Mínimo de 1971, ni por el debate teórico-político sobre la sociedad capitalista que floreció en aquel entonces, que ya no es el mismo. Las nuevas luchas que, con certeza, se focalizarán alrededor de otros problemas surgidos de las transformaciones propias de la fase actual del capitalismo, podrán erigirse otra vez como rebeliones en búsqueda de rupturas, y podrán enlazarse de manera interseccional con otras que no dejarán de producirse.

https://labagatelaptc.blogspot.com/2018/10/movilizacion-y-protesta-estudiantil-en.html

Por lo expuesto, no es fácil decantar los resultados de la Rebeldía Universitaria finalmente reprimida física, disciplinaria y académicamente. En tal sentido, algunas proposiciones en esa dirección podrían ser las siguientes:

1. El sistema político identificó la verdadera significación del conflicto.

Más allá de todos los avatares de los acontecimientos sucedidos, no hay duda que el sistema reconoció el real sentido y el alcance de la protesta. Siempre consideró que se trataba de una irrupción subversiva que superaba las reivindicaciones puramente reformistas, que debía rechazar y conjurar de manera eficaz. Son muchas las expresiones explícitas en este sentido en boca del Presidente Pastrana, de sus ministros, de los rectores designados para cumplir sus orientaciones, de los voceros del sector privado y de los medios de comunicación, como las que se mencionan a lo largo de la obra.

2. La utilización de la clásica pareja represión-cooptación.

Es indudable que el sistema acudió, como siempre, a la utilización de las alternativas represivas y de cooptación. Para el efecto represivo, durante todo el proceso empleó el mecanismo del Estado de Sitio, afinando y perfeccionando sus medidas restrictivas de la libertad, y de control policivo, militar y judicial, al mismo tiempo que utilizó directa y abiertamente las armas en desarrollo de planes específicos y de acciones inmediatas en calles y plazas. Desde el punto de vista integrador, acudió a la formulación de una reforma universitaria, al manejo disuasivo, a las iniciativas de los rectores impuestos y, finalmente, al experimento provisional del Cogobierno en las principales universidades del país.

3. Los mecanismos estatales fracasaron.

En ningún momento el Gobierno pudo controlar físicamente el movimiento, como lo reconoció expresamente en los Decretos que conformaron los Cogobiernos como medida provisional. Tampoco pudo hacerlo con posterioridad a su supresión, pues la conflictividad se mantuvo activa durante todo el año 1972, a pesar de las fuertes medidas represivas a estudiantes y profesores, al control de los campus mediante su ocupación militar, a los sistemas de vigilancia e inspección para el acceso a ellos, a los cierres y suspensiones de los períodos académicos, y a la eliminación de los servicios de bienestar estudiantil.

4. La destrucción de las formas organizativas de profesores y estudiantes.

A pesar del fracaso a que hemos hecho alusión, las medidas tuvieron como secuela negativa la desaparición de las formas organizativas que aportaron vitalidad al movimiento. Del lado estudiantil, los cuerpos representativos, especialmente en la Universidad Nacional, dejaron de funcionar, y el funcionamiento de las instituciones se impuso de manera autoritaria. Esto condujo, sin embargo, a una nueva actitud del movimiento que se volcó hacia las organizaciones políticas que se activaron durante el conflicto u otras nuevas, o hacia otras modalidades de base como las impulsadas en su momento por Armando Correa como presidente del CSE. En cuanto a los docentes, la novedosa experiencia de los Claustros llegó a su fin y dio paso a la Asociación Sindical de Profesores Universitarios, organizada desde unos años antes, perdiéndose de alguna manera la perspectiva teórico-política que alcanzó a iniciarse.

5. La efervescencia del caldero ideológico-político.

Un salto sin duda positivo son los resultados ideológico-políticos que se produjeron a largo de todo el movimiento y más allá de él, como lo evidencia el texto de Hernán Darío Correa incluido en la obra. El movimiento definitivamente hundió las vulgatas soviética y maoísta, y abrió las compuertas para un debate anticapitalista riguroso y enriquecedor, que ha jalonado los desarrollos teóricos posteriores y que aún aviva los contemporáneos. Ese momento fructífero puede decirse que no tiene parangón alguno con los movimientos que desde entonces se han escenificado entre nosotros.

6. La interseccionalidad de las luchas para intentar un asalto al cielo.

Como lo señalamos en el texto, esta rebelión universitaria se anticipó a las expresiones de protesta a las cuales asistimos en nuestra contemporaneidad, evidenciando que quienes concurren a las luchas anticapitalistas tienen orígenes diversos y pueden unirse en la heterogeneidad, para intentar, como en efecto ocurrió, un asalto al Cielo. Fue un ensayo o experiencia, derrotada como tantas otras, que floreció en múltiples lugares de todo el territorio y que dejó importantes legados en todos esos espacios críticos que definitivamente representan las universidades.

7.La identidad crítica de la Universidad.

Finalmente, la movilización en rebelión de los años 1971-1972, significó una identificación de la Universidad como espacio crítico8, que aún sigue siéndolo, para comprenderla en medio del conflicto propio de toda sociedad capitalista, sin aislarla de las transformaciones contemporáneas del Estado, del régimen político y de la Sociedad, ni de lo que representa el orden global. Ahora, como en esos tiempos de hace medio siglo, la experiencia de entonces nos enseña que la Universidad no es sólo la institución por excelencia del conocimiento, sino uno de los espacios críticos, entre otros muchos, para analizar, discutir y también rechazar el contenido material de las relaciones sociales vigentes. Por ello hay que lograr que existan condiciones para que la Universidad no deje de ser ese espacio crítico.

1  Este artículo reúne algunas palabras preliminares y un intento evaluativo de la obra de próxima publicación por parte de la Universidad Nacional de Colombia bajo el título La rebelión universitaria de 1971-1972: una búsqueda de ruptura. Moncayo, Víctor Manuel y Correa, Hernán Darío.

2  Universidad Nacional de Colombia (2001-2002). Serie Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Unibiblos. (Coordinada y orientada por el historiador Mario Aguilera)

3  Moncayo, V.M. (2005). Universidad Nacional: espacio crítico. Ediciones Aurora.

4  Utilizamos esta expresión en el sentido asignado por la obra teórica y política de Toni Negri.

5  Moncayo, V.M. (2002). El Leviatán derrotado. Editorial Norma Bogotá, y reedición Ediciones Aurora Bogotá, 2018. (2018). Éxodo. Editorial Aurora. 

6  Moncayo, V.M. (2015). “Hacia la Verdad del conflicto: insurgencia guerrillera y orden social vigente”, en Conflicto social y rebelión armada en Colombia. Gentes del Común.

7  Esta problemática se ha abordado en Víctor Manuel Moncayo, El Leviatán Derrotado (segunda edición) y Éxodo. Bogotá, Ediciones Aurora, 2018.

 Moncayo, V.M. (2011). “Defendamos la Universidad como espacio crítico y común”, en Revista Izquierda, Separata.

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